Cada vez resulta más difícil visitar un sitio de Internet y recorrerlo íntegramente sin que exista necesidad de registrarse. Para tener acceso a todos sus contenidos, se multiplican los “filtros” que el usuario debe sortear, quien a menudo acepta de buen grado la estafa pues le aseguran que ello le dará la condición de usuario “Premium”.
Hay sitios web en los cuales tales requisitos puede llegar a justificarse, por la naturaleza de los mismos. Pero en el común de los casos se trata de un modo sencillo que los responsables de la página tienen para acceder al e-mail del navegante (como mínimo), entre tantos datos que deberían ser confidenciales. En tiempos donde la usurpación de identidad se ha convertido en el delito de mayor crecimiento, no me hace ninguna gracia tener que dejar datos como mi fecha de nacimiento o mi DNI en un sitio de dudosa procedencia. Me importa un carajo que ellos, los responsables de las páginas, intenten ofrecer una suerte de garantía con su “política de privacidad”. Esa no es la idea. Yo no estoy enteramente a favor del anonimato en Internet, porque ello permitiría que cualquiera pudiera insultar o agraviar impunemente ya sea en foros, libros de visitas, y demás espacios que impliquen expresar una opinión. Debe existir una forma de poner límites al vandalismo por Internet. En determinados casos, por ejemplo, creo que todo aquel que desea dejar un comentario en un sitio o un blog tiene acreditar su identidad para que de tal modo
se haga cargo de lo que dice. Pero no confundamos las cosas. El “spam” (o correo no deseado) se ha convertido en una de las plagas más difíciles de controlar dentro de la red. A nadie debe sorprender que las empresas que nos exigen “registrarnos” para poder acceder a determinadas webs sean las mismas que vendan nuestros datos personales al mejor postor. ¿A qué me dicen de Hotmail? Es el mayor proveedor de e-mail gratuito del planeta. Por supuesto, para acceder a una dirección de mail es necesario registrarse. Ahora bien: me cuesta creer, a pesar de que soy bastante ingenuo, que toda la información que ellos reciben de los usuarios con los miles de casillas de mail que se activan por día no sea usufructuada por nadie.