Hola amigos, me
encuentro actualizando el blog luego de algunos días de transición. Ese período
que para algunos puede considerarse de sequía creativa, en principio no siempre
es así, sino que prefiero escribir algo que tenga sustento antes que dar
vueltas siempre sobre lo mismo.
Son los primeros
días de septiembre, o no tanto. Ha transcurrido casi una semana y no me di
cuenta, lo que sí es que ya estaba harto del mes anterior, pero este ciclo de
30 días trae consigo experiencias de todo tipo. Tampoco me enteré sino hasta hace muy poco que murió Gorbachov, el líder ruso que marcó un quiebre a nivel mundial, y es una noticia que no tuvo repercusión (casi) en los medios argentinos. Parece que miramos para otro lado en todo sentido, inclusive en la manera de informar, porque no estamos hablando de la muerte de una persona cualquiera. Jugó un papel decisivo en la Guerra Fría, pero mientras tanto acá seguimos hablando de las figuritas del mundial, para darnos una idea de lo berreta que es todo.
Cuando estamos cerca de
arrancar otra hoja del calendario, tampoco nos damos cuenta de que esa hoja
representa tiempo, el cual no se puede recuperar, y por ende no vuelve. No
vamos a caer en filosofía barata, los filosófos de verdad han abordado todo
esto y las conclusiones a las que arribaron son las mismas en el común de los
casos.
Pero no es
momento aún como para empezar a evaluar qué es lo que cada uno ha
hecho. Aunque para mí, tampoco le encuentro valor ya sea ahora o en diciembre.
Sí es cierto que,
como dije en otra nota, hay años que guardan un lugar de un lugar de privilegio
en nuestra memoria porque hay hechos que nos marcaron. Los motivos pueden ser totalmente opuestos. Puede suceder
que haya nacido tu hijo, que hayas conseguido un logro importante en lo
personal, o que alguno de tus seres queridos haya fallecido. Y esas cosas permanecen como una burbuja que anda flotando por ahí, y a la que siempre recurrimos porque quizás definen lo que somos hoy, a menos que seas un cínico o un HDP al
que no le importa nada. Cuando ocurren episodios traumáticos, claramente hay
que tomarse el tiempo que sea necesario, hasta que podamos recuperar algo de
estabilidad emocional.
A veces reniego de Facebook y de las redes
sociales en general, pero no voy a ser tan hipócrita como para decir que nunca
entro a chusmear mi "muro". A Instagram no lo entiendo, lo uso para
subir algunas fotos que saqué de casualidad, generalmente del paisaje urbano, y
que me parecen que están bien interesantes para compartir, teniendo en cuenta
lo que representa tomar una imagen con un celular con poca resolución. Pero no
está en mis planes comprar uno nuevo, el mío lo compré usado pero sin ningún
detalle tales como golpes, pantalla astillada, o signos de desgaste evidente.
Al menos hasta ahora.
Hay gente que escribe boludeces o que copia y
pega frases que se atribuyen a grandes personalidades de la historia. Hace poco
encontré una página que hace “fact checking”, es decir, cotejar lo que muchos
usuarios comparten en las redes porque esas publicaciones tienen algún mensaje
parecido a un ejemplo a seguir, una lección de vida o un "mensaje" similar. Por
supuesto que no lo hacen de mala fe. Concretamente, días atrás unos días leí una anécdota que se le
atribuía a Nelson Mandela, el líder sudafricano. Copié el texto y lo pegué en Google.
¿El resultado? El chequeo de datos demostró que nada de lo que se mencionaba en
esa supuesta anécdota había pasado. Pese a todo, mientras no se trate de
publicaciones que inciten a la violencia o que el usuario replique con esa
intencionalidad, no es peligroso, es simplemente falso porque ese hecho que se
menciona nunca existió.
No me causa gracia burlarme de la gente según su pobre
ortografía, aunque algunas veces esos errores de escritura son tan burdos y evidentes que ese breve texto parecería haber sido redactado de una manera deliberadamente grotesca, casi a propósito (hasta el mismo celular te los corrige). Retiero:
Hay quienes encuentran diversión en escribir mal, o buscan una transgresión estúpida
destrozando el vocabulario, reiterando obviedades, tópicos burdos y trillados,
como si la comunicación no tuviese que regirse por determinadas pautas. Es algo
que vengo observando hace tiempo ya. Mi actividad en Facebook es cada vez más
esporádica, prefiero mirar lo que escriben los demás o cuando suben alguna foto
interesante, pero no tengo una actitud "militante" o fundamentalista
frente a una red social. Tampoco espero ganar “likes” por lo poco o mucho que
escriba, al que no le guste, no tiene obligación alguna de ponerle un “me gusta”
porque sí.
Cuando
descubrimos que detrás de la supuesta amistad no hay más que un intercambio de
frases huecas, todo empieza a perder interés. Ojalá podamos preservar aquello
que nos permite conocer más al otro, como tomar una cerveza o un café en un
bar. O unos mates, dado que estamos sumidos en un plan de eterno ajuste para la economía doméstica. A lo mejor lo que sucede es que me siento demasiado viejo como para
polemizar contra redes sociales tan masivas como Facebook o Twitter.
Aunque parece ser
que lnstragram está más orientado, como les decía, a subir fotos o “historias”,
por lo tanto es menos frecuente que surja una controversia en esta nueva
plataforma, donde los jóvenes y no tanto muestran culos, tetas, se visten de un
modo elegante para posar en una selfie y quieren hacérselo saber a sus seguidores.
Retomando lo que
expresaba en el primer párrafo: ¿Qué nos resta esperar de esta parte hasta fin
de año? Resistir, podría decirse. Cada uno tiene sus proyectos y trata de
encauzarlos dentro del contexto. La sociedad actual nos incentiva a vivir apresuradamente
porque lo único que cuenta es el presente, y ese razonamiento no va conmigo.
Por supuesto, es obvio que nadie sabe cuánto tiempo vamos a vivir, y a veces eso
hace pensar que no vale la pena hacer proyectos a largo plazo. El futuro es importante,
por varios motivos. Es incierto por naturaleza, pero a cada instante estamos pensando en lo que vamos a hacer en una semana o en 15 minutos. Si lo llegamos a vivenciar, es otra cuestión.
No lo sé, hoy es miércoles por la tarde y mientras tomo unos mates pongo sobre la mesa estas reflexiones que
serán un poco banales para algunos, pero que están sustentadas en mi historia
personal y en el diálogo que tengo con la gente que conozco. Cuando un proyecto
no te sale bien, te sentís un poco temeroso e inseguro de emprender otro.
Siempre hay que tener en cuenta la coyuntura, hacer un diagnóstico de las
necesidades o de los posibles empredimientos que puedan funcionar según lo que
va sucediendo a nivel macro. Claro que hacer un estudio de mercado es más
complejo que lo que acabo de expresar. Pero a riesgo de simplificarlo demasiado, creo que es así.
Muchas veces nos
cuesta saber qué es lo que queremos hacer. Creemos que tenemos la sartén por el
mango, que todo está resuelto, y aparece algo que te descoloca por completo.
Llega una megadevalución, una confiscación de depósitos (corralito), y te quedás
en bolas. Y ahora estoy sentado frente a
la pantalla, tomando unos amargos, y pensando en que estamos todos en la misma.
Hay un mínimo porcentaje que está con "la vida hecha", por así
decirlo, o que cree tener el futuro asegurado en base a sus ingresos. Ellos nunca pierden guita. La
comodidad de la vida burguesa que todos añoramos en secreto es algo que también
conduce a la sensación de que todo va a seguir igual. La casa, el auto, los
hijos, los ahorros, ¿las vacaciones? Pura cháchara, comprar bienestar en
cuotas. Es gratificante tener una familia y poder darles lo mejor, pero verse
forzado a mostrarse siempre con buen semblante como un tipo despreocupado de lo
que pasa, a cambio de unas migajas de afecto de aquellos que, supuestamente, ya
están “hechos”, cuando todos sabemos que hay empresarios que se han fundido
porque las decisiones que toman los de arriba terminaron por liquidarlos
también a ellos. Recuerden esto: Es más fácil hacer conjeturas y formarse
prejuicios sobre una persona, que tomarse el trabajo de conocerla si es que
realmente nos interesa hacerlo.
Nos estamos viendo pronto. Punto final.