27 de octubre de 2006

LA VIDA DESPUÉS DEL CELULAR


Mucho se ha dicho y escrito acerca de los cambios que ha traído aparejados el uso del teléfono celular en la vida cotidiana. Se trata de un aparato que está completamente aceptado y asimilado por la sociedad de consumo, pero que obliga a reformular normas sociales y de cortesía. Al punto tal, que -hasta no hace mucho tiempo- en el Templo local se había colocado un cartel alertando a los feligreses sobre la necesidad de apagar el celular antes del comienzo de la misa.Esta advertencia se extiende a otros ámbitos: antes de comenzar una clase en la universidad, los profesores suelen pedir encarecidamente a sus alumnos que adopten idéntica actitud y prescindan, al menos por unas horas, del uso de estos pequeños aparatos. En una sociedad consciente del valor de las instituciones y de la importancia de la comunicación interpersonal, esta suerte de advertencias resultarían innecesarias. A nadie se le ocurriría hablar por teléfono en medio de la misa o interrumpir la explicación del docente con el estridente sonido de un ringtone.

Navegando por la Red encontré información muy interesante sobre el impacto que ha producido la telefonía celular en nuestras vidas, concretamente en el sitio www.ilhn.com, y me parece pertinente reproducir parte del contenido del artículo publicado en el sitio:

"Hoy en día el celular fue construido en base a la unificación de variadas opciones tecnológicas. Con un mismo equipo se puede navegar por Internet, sacar fotos, grabar videos, ver televisión, jugar, enviar mensajes de textos, reproducir MP3, y en menor medida (vaya paradoja) hablar. Esto genera la convergencia de la que habla J. De Rosnay. El autor argumenta que se da el crecimiento de los multimedia gracias a la convergencia de varios ámbitos tradicionales. Así se fusionan en un solo sector digital las cuatro formas principales de la comunicación humana: la escrita, la audiovisual, las telecomunicaciones y lo informático (...) Con esto queda demostrado que la función original del teléfono (hablar con otra persona) queda subyugada ante otras funciones de las que se apropia el usuario. Por ejemplo: Movistar ofrece un teléfono (Motorota V3 ultra chato ¡15 mm. de espesor!) que posee cámara digital integrada con zoom, reproductor de video integrado, pantalla con ¡262.144 colores! Y además te regala el Bluetooth (manos libres inalámbricos, entre otras ofertas (ver anexo corpus, 1).

Son estos supuestos los que nos permiten hablar de una nueva forma de mover el cuerpo en la ciudad. La gente está pendiente del móvil todo el tiempo. Se puede observar el los medios de transportes públicos a las personas que parecen alienadas ante la pantalla. Si uno observa los movimientos que adopta el sujeto, estos están condicionados por esa “pequeña” gran tecnología que llevan consigo. La gente mira todo el tiempo su teléfono pendiente de que algo suceda, mandan mensajes constantemente (algunos sonríen mientras lo hacen), ante el sonido de una llama todos palpan el suyo aunque suenan diferente. Otro rasgo para destacar es que los peatones avanzan por las calles gesticulando acentuadamente, sin prestar atención al entorno. Se puede decir que lo privado le cede su lugar a lo público haciendo de las conversaciones un monologo manifiesto. A grandes rasgos creemos que el junto de la telefonía móvil “rompe” relativamente con todas las barreras de tiempo y espacio. Ahora en los lugares mas íntimos e inesperados se puede recibir una llamada o un mensaje de texto que nos dice “¿dónde estás?”.

Hasto no hace mucho tiempo, el teléfono móvil era un ícono de poder. Significaba que su propietario tenía un estatus social elevado, era una persona de negocios, y por consiguiente la naturaleza de sus ocupaciones justificaba que estuviese permanentemente comunicado. Ahora, es accesible a las clases populares que se apropian de ese objeto y lo resignifican. Según el diario La Razón, del 8 de abril de 2005, se argumenta que el 64% de las ventas están destinadas a sectores de bajos recursos económicos “el motor que impulsa esa expansión del mercado son los sectores de menores ingresos” (sic). Sin embargo consideramos que siempre la sociedad intenta fragmentarse tácitamente ya que tras el discurso de la igualdad se esconden la diferencia. Esta ya no reside en el echo de la posesión sino en la tecnología que los distinguen. Así lo da a entender el diario Clarín en el articulo del 24 de abril de 2005 que se titula “Celulares inteligentes para ejecutivos”. Retomando el tema de las clases medias y/o populares, si se analiza la campaña Movistar antes de su lanzamiento puede percibirse el intento de instalar a “la compañía de móviles mas grande de habla hispana” en el imaginario colectivo. Los agentes publicitarios ingeniaron un operativo que incluyó a todo Buenos Aires colocando una gran M (logotipo de la nueva fusión Movicom y Unifon) que generaba una incógnita en la gente. Todos consumían la imagen de lo que estaba por llegar. Diarios, revistas, televisión, radio, publicidad en la vía publica actuaban como perfectos canales para llegar al conjunto de la sociedad (ver anexo, 4). Al producirse el lanzamiento oficial de la compañía se develó el misterio pero curiosamente Movistar ya se había instalado en la mente de los potenciales usuarios.

Estos usuarios no son persona altamente instruidas tecnológicamente, es decir, no es necesario que lo sean. Entonces, la popularidad que adquirió el celular tiene que ver también con la posibilidad de manipularlo fácilmente Hoy en día los equipos están diseñados para que los puedan utilizar desde niños hasta personas mayores ya que la metáfora instrumental lo posibilita (...)

Otra metáfora que puede observarse en la telefonía movil en general es la “superficial” y se relaciona con la cultura de la imagen que describimos en la presentación. Esta metáfora alude a lo estético que predomina en los objetos, se corresponde con el diseño y no tanto con la ingeniería de la interfaz (...) Lo que está entre el objeto (celular) y el usuario pasa por los más coloridos, livianos, chatos, flexibles, pequeños, redondeados, juveniles, ejecutivos… teléfonos móviles.

Con los argumentos hasta aquí planteados podemos comenzar a vislumbrar el nacimiento de este nuevo sistema emergente que surge en el complejo social y que se rige por sus propias leyes simples. Decimos complejo porque lo que genera la telefonía móvil a escala social es una extraordinaria (intentando ser objetivos con el uso de este término) red comunicacional impensada en otros tiempos. Las personas están inmersas en una telaraña comunicativa que permite el contacto constante con el otro y éste puede transferir los mensajes a otro distinto y así sucesivamente (entre tantas posibilidades que permite este gran sistema), y además, las personas interconectadas pueden encontrarse en los lugares mas insólitos y sin embargo pueden accederse mutuamente, mandarse una foto desde un cerro de Bariloche, o enviar esa canción que nos identifica, o recordarle algo en tres palabras escritas, o simplemente hablarle. Ya no existe un tiempo y un lugar que condicionan estas practicas. Este sistema complejo, además de generar sus propias leyes, creó su propio lenguaje: un abreviado un tanto extraño y libre de pautas ortográficas. Las reglas de este sistema son simples: - tener un aparato celular (el precio es accesible); - interpretar íconos; - abonar un saldo mensual o colocarle pulsos a gusto; - saber hablar o escribir. A modo simplificado, estas leyes (entre otras tantas que se interrelacionan) autoorganizadas, permiten recibir, enviar y transferir mensajes entre personas provocando un flujo de comunicación constante".

(Fuente consultada: www.ilhn.com)

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