El discurso del Gobernador Felipe Solá en ocasión de su visita a Lobos puede dar lugar a diversas lecturas, cada una de ellas debidamente fundamentada. El problema es que determinados actos de gobierno necesitan ser analizados con una proyección, es decir, evitando un modo de razonamiento cortoplacista. Ese razonamiento mezquino que se limita a dejarse seducir por la imagen de un mero corte de cintas para inaugurar una obra, sea ésta cual fuere.
Los frutos que trajo para Lobos la visita del Gobernador debemos pensarlos no sólo en términos de obras públicas. Ante todo, porque eso es lo más fácil y es lo que todo el mundo tiende a hacer. Que Solá haya venido a nuestra ciudad implica que el intendente Sobrero cuenta -hasta cierto punto- con su respaldo político, el cual puede derivar en una eventual postulación de Sobrero como diputado nacional (un rumor que hace tiempo que circula por la calle). Esto haría que su candidatura para la reelección no fuera tan firme como sostienen algunos medios.
También resulta significativo el hecho de que hayan estado presentes en el acto los intendentes de localidades vecinas, como Cañuelas, Roque Pérez y Navarro. Incluso el intendente radical, Néstor Gorosito, fue de la partida. Quienes lo conocen saben que se trata de uno de los políticos más respetados en el ámbito de la provincia de Buenos Aires.
Por eso, sería bueno que pensemos si la visita de Solá significa para Sobrero un triunfo personal o si –por el contrario- su llegada a estas pampas va más allá de la vanidad propia de quienes detentan el poder y tiene como objetivo interiorizarse de los problemas que atraviesa nuestra ciudad, que no son pocos.
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