17 de octubre de 2006

REFLEXIONES EN LA PISTA DE BAILE


El sábado pasado fui a la fiesta de los '80 organizada por La Porteña y realmente me sorprendió lo heterogéneo de la concurrencia. Creo que muchos de los que fueron lo hicieron para aprovechar un día extra de boliche en el fin de semana largo, y no precisamente seducidos por el interés de recordar viejas épocas. Por supuesto, cada uno tiene sus razones para ir o no a determinado lugar, y eso no es materia de discusión. Lo cierto es que podían divisarse chicos y chicas de no más de 20 años, quienes por una eminentemente cuestión cronológica nacieron bien entrados los años ochenta (y en algunos casos ni siquiera conocieron esa década). Otro rasgo que me llamó la atención es que tampoco abundaron los mayores de 35, a quienes sí había visto acudir en gran número en las fiestas organizadas en Deja Vu. A decir verdad, no sé bien a qué atribuir esta última circunstancia. Sea como fuere, para mí constituye todo un mérito que una persona de 35-40 años tenga deseos de seguir yendo a la discoteca, aunque más no sea en el marco de una "fiesta retro". Se trata, de algún modo, de derribar los prejuicios y los estereotipos que nos limitan y nos frenan. Nadie está diciendo que una persona de 40 años deba llevar el mismo estilo que vida que una de 20, pero si así fuera, ¿qué problema hay? Con un amigo que también fue a la fiesta, coincidimos en afirmar que toda valoración que se pueda hacer de una noche de boliche está íntimamente relacionada con el estado de ánimo que uno lleve consigo al momento de ingresar. Supongamos que la música haya estado excelente, con el DJ inspiradísimo y en una de sus mejores noches, la barra haya estado provista de los más selectos elixires y con un barman acorde a las circunstancias , que hayan desfilado ante nuestros ojos las chicas más bonitas de Lobos. Pero -y he aquí el punto que deseo plantear- si la persona en cuestión no tiene motivaciones para pasar un buen momento, o si por razones ajenas a su voluntad tampoco puede hacerlo, ¿qué sucede?. De poco sirve que el resto de los ingredientes que hacen a una noche perfecta se encuentren presentes. Digo esto porque así como en la noche del sábado vi rostros con ánimo festivo y juguetón en más de uno de los concurrentes, también vi caras serias, semblantes perturbados, o -lo que es peor aún- absolutamente inexpresivos. No soy psicólogo ni pretendo serlo, y además bastantes problemas tengo yo como para intentar indagar en los del resto. Pero no pude evitar preguntarme que pasaría por la mente de cada una de esas personas que, vaso en mano, observaba desde las proximidades de la barra, a medio camino entre el hastío y la resignación, cómo el grueso de la multitud intentaba moverse al son de Madonna, Electric Light Orchestra o Cyndi Lauper.

A la vuelta de la esquina

  Mitad de semana en la ciudad. No sé qué les pasará a ustedes, pero yo ya no me preocupo tanto como antes respecto a situaciones que aparen...