Hoy es mi cumpleaños, motivo por el cual he decidido escribir un post alusivo a tan magno acontecimiento (???). El destino quiso que naciera un 10 de junio, como podría haber sido cualquier otro día del año. Con esto quiero decir que no creo en el horóscopo, en las cartas natales, ni en ninguna de esas boludeces. Si bien me entretiene leer las secciones del zodíaco de las revistas de vez en cuando, no me lo tomo en serio porque no quiero que me condicionen las predicciones que alguien hace sobre millones de seres humanos que por algún motivo han nacido en junio. En este cumpleaños tengo un dejo de melancolía más que indisimulable, producto de los sucesivos tropiezos y metas sin cumplir que uno se plantea de modo estúpido y cuasi cruel para consigo mismo año tras año. No esperen que en este post ofrezca precisiones acerca de mi edad, sólo diré que todavía no he llegado a los 30. No me confundan, no es por coquetería o vanidad que no revelo los años que tengo, sino porque no me gusta estar preso de un número que define mi temporalidad y mi permanencia en este mundo. Ideas raras que uno tiene. Lejos de la euforia de cumpleaños anteriores, traté de que fuera un día más, con algunos festejos mesurados propios de una persona que se encamina a su tercera década. En este tipo de fechas uno suele llevarse una sorpresa, tanto con los que me llaman para saludarte como con quienes no lo hacen.
Compartimos una agradable mesa en el Bar de La Porteña, en una noche en la cual la niebla parecía cubrirlo todo, y bebimos unas copas de Martini bajo el amparo del anonimato propio de mi persona (soy uno más entre en rebaño). Sacamos las fotos de rigor, y nos fastidiamos cuando las baterías se agotaron y no pudimos fotografiar a los recién llegados que se sumaban al convite. Ya a esta altura de mi vida, no me interesa andar de rotation, menos en Lobos, así que al menos que algún día me echen, voy a seguir yendo al Bar, porque los precios son módicos, los tragos son buenos y los mozos le ponen onda, dentro de sus deseos y posibilidades, claro está. Son buenos pibes, que saben que vos laburás como ellos, sólo que en distintos días y horarios, y que querés pasar un buen momento el fin de semana, entonces para qué hacerlo más difícil, servime una cerveza y haceme sentir como un cliente especial, aunque sea uno más del montón, al final de cuentas es mi cumpleaños, viejo, por lo menos traé una cerveza gratis, que venimos siempre, y todo eso. "Así que esto era la vida": palabras más, palabras menos, eso dice Rosa Montero en uno de sus cuentos. La vida es esto, te guste o no, no te queda otra, y no falta el que diga que tenés suerte de poder tener casa y comida mientras los niños de algún remoto país africano caen como moscas y se mueren de hambre (típico golpe bajo). Y ahí sobreviene la típica pregunta, que es: de qué me quejo, si hay personas que la pasan mucho peor que yo y aún así le ponen el pecho, pues bien, a esos planteos yo respondo que no me puedo hacer cargo de la realidad que viven los demás, y que si están conformes con su vida tanto mejor para ellos, pero ello no me impide quejarme de las ingratitudes inherentes a mi existencia.
Compartimos una agradable mesa en el Bar de La Porteña, en una noche en la cual la niebla parecía cubrirlo todo, y bebimos unas copas de Martini bajo el amparo del anonimato propio de mi persona (soy uno más entre en rebaño). Sacamos las fotos de rigor, y nos fastidiamos cuando las baterías se agotaron y no pudimos fotografiar a los recién llegados que se sumaban al convite. Ya a esta altura de mi vida, no me interesa andar de rotation, menos en Lobos, así que al menos que algún día me echen, voy a seguir yendo al Bar, porque los precios son módicos, los tragos son buenos y los mozos le ponen onda, dentro de sus deseos y posibilidades, claro está. Son buenos pibes, que saben que vos laburás como ellos, sólo que en distintos días y horarios, y que querés pasar un buen momento el fin de semana, entonces para qué hacerlo más difícil, servime una cerveza y haceme sentir como un cliente especial, aunque sea uno más del montón, al final de cuentas es mi cumpleaños, viejo, por lo menos traé una cerveza gratis, que venimos siempre, y todo eso. "Así que esto era la vida": palabras más, palabras menos, eso dice Rosa Montero en uno de sus cuentos. La vida es esto, te guste o no, no te queda otra, y no falta el que diga que tenés suerte de poder tener casa y comida mientras los niños de algún remoto país africano caen como moscas y se mueren de hambre (típico golpe bajo). Y ahí sobreviene la típica pregunta, que es: de qué me quejo, si hay personas que la pasan mucho peor que yo y aún así le ponen el pecho, pues bien, a esos planteos yo respondo que no me puedo hacer cargo de la realidad que viven los demás, y que si están conformes con su vida tanto mejor para ellos, pero ello no me impide quejarme de las ingratitudes inherentes a mi existencia.