Baja el riesgo
país.
El dólar se
mantiene estable.
La inflación
mensual no supera un dígito.
Desaparecieron
los piquetes y protestas sociales.
Hay superávit
fiscal y financiero.
Se avanza hacia
una economía bimonetaria.
Todos los datos que acabo
de enunciar parecen ser alentadores para la economía argentina. Sin embargo, los
jubilados siguen cobrando una miseria ($ 300.000), y los salarios en general
son bajos. Pensemos en los gastos fijos: Impuestos+Servicios+Tasas Municipales+
Alimentación. Eso sin contar los remedios ni el costo de mantener un auto, que
sería: VTV+Patente+Seguro+Combustible. Ahora, si hacemos números, seguramente
comprenderán por qué estas variables no se pueden soslayar.
El poder adquisitivo se ve deteriorado por las subas de la carne y los lácteos
en supermercados y almacenes. Los medicamentos también siguen en alza, al mismo
ritmo que las cuotas de las prepagas. El desprecio hacia los que menos tienen
es evidente. Lo cual me hace pensar que la euforia de los mercados es una
fiesta entre cuatro o cinco vivos. Si algún día los sueldos se nivelan hacia
arriba, yo no tendré problemas en reconocerlo como un logro, el principio para
hablar seriamente de un país sin exclusión social. Claro que, si se considera a
la justicia social como una patraña socialista, no se puede esperar demasiado
de esta gente. El problema es que una gestión de gobierno puede contemplar
planes de asistencia sin que sea de corte peronista. Son políticas públicas que
se diseñan en función de la distribución del ingreso.
Los bancarios
ganan más de 1 millón de pesos ni bien entran a trabajar (es decir, sin
antigüedad). Se jubilan antes, con el 82% móvil, y no trabajan sábados,
domingos ni feriados. No estoy diciendo que esté mal ni que sean privilegiados,
porque ellos aportan más para obtener esos haberes al momento del retiro. Pero
sí me gustaría que un obrero metalúrgico, que está expuesto a un trabajo
insalubre, ganara la misma suma. O los que ejercemos el periodismo y que
debemos estar pendientes de la actualidad todos los días para brindar un
servicio de comunicación óptimo. Hay muchos empleos que son mal remunerados
pese a que tienen una gran carga horaria y mucho desgaste físico. No hay
incentivos para que las empresas tengan en regla a su personal, con todos los
aportes que exige la Ley, y con un salario que garantice una auténtica movilidad
social. Me refiero a que, en el futuro, el dinero que perciben les permita
acceder a otras condiciones de vida, sin estar condenados a la pobreza. Con los
cálculos que hice en el párrafo anterior, no hace falta ser un genio para
comprobar el desembolso que implica tener una vivienda, en el supuesto de que
seas propietario, ya que en el caso de alquilar, se le suma una erogación más. Para
nuestros padres, comprarse un terreno y construir no era ninguna proeza, estaba
dentro de lo que se podía alcanzar, aunque demandara esfuerzo. Hoy es casi
impensado para un empleado de un comercio, por citar un caso. Porque lo que
cobra todos los meses se le va en el pago de impuestos, servicios,
alimentación, indumentaria. Incluso, puede suceder que ni siquiera el sueldo le
rinda para eso, y que deba pedir un préstamo si se le rompe un electrodoméstico
o necesita hacer una refacción en su casa. Hasta tanto esas condiciones no
mejoren, seguirá existiendo una inequidad notoria. Y como los sindicatos
negocian con los empresarios para su propia conveniencia, poco se puede esperar
de ellos.
Mencionaba al
principio cómo nuestros padres o abuelos podían prosperar económicamente,
enviar a sus hijos a la universidad, alquilar un departamento para que
estudiaran, y tantas cosas más que hoy quedan muy lejanas para el asalariado
promedio. Por supuesto, no es que esta disparidad apareció con la irrupción de
Milei, viene desde hace varias décadas, pero yo trazo un contraste entre las “buenas
noticias” y la realidad que vive el vecino de a pie. Por suerte, todavía es
bien valorado aprender un oficio o una carrera terciaria, que son estudios más
accesibles y que también requieren dedicación y responsabilidad. Muchos pibes
trabajan y estudian, quizás les gustaría destinar el tiempo solamente a su
formación educativa, pero no pueden hacerlo full time porque ellos son el
sostén de un hogar o de una familia. Entonces, todo esto que parece una
cuestión de sentido común, no lo estamos viendo o no lo queremos ver. Y si
seguimos así, nunca habrá igualdad de oportunidades, seguirán siendo siempre
los mismos los que accedan a una casa de altos estudios, a menos que se
invierta en los centros universitarios, para que las carreras estén más cerca
del lugar de residencia del alumnado, y no haya que viajar ni que solventar un
alquiler. Para conseguirlo hace falta gestión, becas, recursos, un espacio
físico, y una política educativa seria. El rol de los municipios es
fundamental. Se trata de un trabajo conjunto entre los tres estamentos de
gobierno. El grado de compromiso que ponga cada estudiante estará dado por sus
capacidades y por el tiempo que pueda dedicar a cultivar nuevos conocimientos.
No todos desean
ser abogados o médicos, que son las carreras más convencionales. El país
necesita científicos,arquitectos, ingenieros, astrónomos, albañiles, carpinteros, enfermeros, profesores, cocineros
de escuela, gendarmes, soldados, personal de vigilancia, policías… Como se
verá, para algunas de estar profesiones no se requiere ir a la universidad, y
alguien tiene que cumplir esos roles que van quedando vacantes. Nos quejamos de
la policía corrupta, pero no hay incentivos económicos para que nadie meta la
mano en la lata. Si todos ganaran un buen sueldo, no habría necesidad de pedir
coimas o sobornos, y los que se denuncien serían casos aislados. Pienso que
para conseguir un cambio genuino, la sociedad debe ponderar otros valores
distintos a los actuales, y ello sólo es posible con un proyecto a largo plazo.
Los cambios importantes necesitan decisiones del mismo tenor. Llevará varios
años revertir esto, pero alguien tiene que dar el primer paso, y tomarlo como
una Política de Estado. Ojalá esté vivo para poder verlo. Punto final.