Me preparo unos mates. Pero el agua está muy caliente, ya me doy cuenta con el primer sorbo que me quema la lengua. Le agrego agua fría a la pava y ahora parece que sí, que le encontré el punto justo para iniciar la clásica mateada del domingo. Aclaro que no soy un eximio cebador ni un "sommellier de la yerba".
La verdad
es que estoy pensando en un relanzamiento personal. En descartar hábitos que no
me hacen bien y en sumar aquellos que me ayudan a sentirme más lúcido e inspirado. Es un proceso
que me parece propicio, me refiero que todos nos planteamos para encontrar un equilibrio en alguna etapa de la vida.
Si no lo hacemos, el cuerpo o la mente nos pasarán factura, más tarde o más
temprano. Y antes de que sea demasiado tarde, podemos activar los resortes de
nuestra personalidad para adoptar nuevas conductas.
Los domingos no
son los días que más me agradan, no lo paso muy bien, pero sé que eso tiene que cambiar en algún momento. Y el único que puede moldear su propia vida es uno mismo. No hay
recetas mágicas, simplemente se trata de buscar momentos de placer porque la
vida en general nos agobia con problemas y preocupaciones. Para mí, el hecho de
haber elegido ser periodista es una satisfacción personal. Tuve la suerte de
que mis padres y mi hermano me motivaran y apoyaran siempre, aunque en su fuero íntimo
quizás hubieran deseado que yo estudiara otra carrera. Como siempre me gustó
escribir, ya tenía un punto a favor. Pero, por supuesto, eso no es suficiente
para redactar una buena crónica o un buen artículo. No alcanza con el voluntarismo o el entusiasmo. Es imprescindible una formación que te indique
cómo resguardar tus fuentes confiables, el “off the record”, cómo brindar al
lector todos los datos que necesita saber, cómo utilizar el léxico adecuado, el
poder de síntesis, y tantos recursos más.
Lo que
escribo siempre fluye mejor cuando hay silencio en la casa, y lo mismo cabe cuando
tengo que estudiar. Puedo concentrarme mejor en lo que estoy haciendo, por eso
diría que el silencio es útil para muchas cosas. También para leer. Cuando voy
a un bar, aunque tengan los diarios del día y me interese hojearlos, se me hace
imposible leerlos si el volumen de la música funcional está muy fuerte. Soy un poco maniático, lo sé. La
ausencia de ruido nos pone en contacto con nosotros mismos. Pero vivir solo,
por ejemplo, es difícil. No tenés nadie con quién conversar, no le podés echar
la culpa a nadie de lo que te pasa puertas adentro porque el único habitante sos vos, y si se
te quema la comida o te pegás un resbalón en el piso es responsabilidad tuya.
Yo quizás antes era más independiente, hacía más cosas por mi cuenta, pero no
logro recordar cuándo fue que eso cambió. Imaginate que yo vivía en Buenos
Aires siendo muy joven y me iba a cualquier lado, me tomaba el subte y
enseguida llegaba adonde yo quería ir. Ahora hace muchísimo que no voy a CABA,
en principio porque es muy caro, y en segundo lugar porque mis amigos de antaño
ya no viven en el lugar donde lo hacían antes. He perdido contacto con ellos. Para
hacer compras tampoco es necesario, podés conseguir lo que necesites por
Mercado Libre, o por otra plataforma de e-commerce. Lo único que está bueno es
ir a un shopping de vez en cuando, para pasear un rato y despejar la cabeza,
aunque posibilidad de hacer compras esté restringida porque se sabe que el
valor de comprar algo allí supera holgadamente el de un negocio cualquiera que
esté fuera del predio. Los trámites digitales que se están implementando
también hacen que no sea necesario trasladarse a Buenos Aires para renovar o
tramitar un determinado documento.
Mi interés está
puesto en conseguir nuevos aprendizajes. Dicen que todos los días se aprende
algo nuevo. Yo no estoy tan seguro de que sea así, pero sí creo que podemos
darnos la oportunidad de abrirnos las puertas al conocimiento. No hace falta
mucho, podés leer todos los días un artículo de Wikipedia, escuchar un podcast
en Spotify, abrirte al mundo aunque no salgas de las cuatro paredes de tu casa. Y la soledad tiene aspectos positivos: Por ejemplo, un feriado podés quedarte a dormir hasta tarde y que nadie te rompa las bolas. Sí es cierto que hay mucha gente que vive sola y que tiene dificultad para poder socializar. En
mi caso, yo vivo con mi familia, pero fuera de ese núcleo no tengo muchas oportunidades
de interactuar con personas, excepto que sea por mi trabajo. Mis amigos tienen
sus respectivos empleos y horarios, y rara vez coincidimos como para tomar un
café o ponernos al día con nuestras vidas. Yo soy poco afecto a la virtualidad,
excepto cuando no hay otra opción. Como bien decía mi viejo, cuando hay una
disputa, un conflicto, o algo importante que decir, “por teléfono no arreglás
nada”. Hay cosas que por su magnitud no se deberían expresar por WhatsApp, el
peso que tienen hace que requieran de una conversación personal. Con mis
clientes me manejo por WAP sólo para dejarles el recibo de la publicidad o bien
para acordar una modificación que sea necesaria hacer en los valores. Para
otros menesteres, prefiero concurrir in situ y escuchar cuál es la idea que
ellos tienen para pautar un aviso, qué datos desean agregar, si les interesa
replicarlo en las redes… Todo se conversa, porque aunque la palabra ya no valga
más que un documento, es un instrumento fundamental de comunicación. Hay
determinadas situaciones que requieren la presencialidad, por más que estemos
inmersos en una etapa de despersonalización cada vez mayor. No podés separarte
de tu novia por un mensajito de texto o lo que fuere. Aunque la charla no
termine de la mejor manera, hay que hablarlo. Tampoco se puede cerrar un
acuerdo comercial serio por mail. Por eso, como suelo decir, todo me hace pensar que
somos seres analógicos en un mundo digital, pero seguimos sin entender los
códigos de la comunicación ni el contexto adecuado para cada una de ellas. En la próxima
nota profundizaré más sobre este punto, sobre la gente que no sabe o no quiere aprender qué herramienta utilizar para comunicarse según la sensibilidad del
tema a abordar, como una ruptura sentimental, un accidente, o una pérdida. Nos estamos viendo pronto. Punto final.