Martes por la tarde en la ciudad. Este fin de semana pasado me mantuve ocupado redactando notas, y brindando contenido multimedia para las redes sociales. Hice un par de videos en la Fiesta del Asado, y creo que fueron del agrado de los lectores. Ahora hay que pensar en cómo estirar la buena racha el resto de la semana. Ese es el problema que tiene Lobos desde hace un tiempo: No hay suficiente material como para pensar en jerarquizar un medio periodístico. Por ese motivo, sigo apostando al programa de televisión que conduzco como un espacio donde se pueden obtener buenas entrevistas.
No me pesa hacerlo, lo que sí me encabrona un poco
cuando el invitado no tiene ganas de estar allí y hay que remarla en el dulce
de leche. Yo prefiero que me digan si no quieren participar antes de tener que
remontar vuelo en una pista anegada. La verdad es esa, prefiero que me metan la excusa de que no pueden asistir, y no tener que liquidar el cuestionario en 15 minutos porque el
ocasional participante no le pone ninguna onda al hecho de estar participando
de un ciclo televisivo. Hay gente que daría lo que fuera por salir en
televisión, y sin embargo tenemos casos donde no sólo no aprovechan la
oportunidad, sino que ni siquiera les importa. Es una sensación incómoda. Me
pone en una situación donde yo tampoco tengo interés en involucrarme. Porque en
esos casos la entrevista sale forzada, no fluye como debería. Por suerte, son casos
minoritarios. Al que me hace eso al aire, que se quede tranquilo que no lo
invito más. No soy un principiante como para pasar un mal trago inútilmente.
Para los que ven
el programa, les cuento que no es tan sencillo parece como invitar a algún vecino y
esperar que te diga que sí espontáneamente. Hay que negociar horarios,
enviarles un recordatorio por si se olvidan, preparar todo con varios minutos de
antelación una vez que llega al estudio, hablar sobre los temas que se van a desarrollar
durante la entrevista. Y hay algunos que se van por la tangente, que quieren
sacar chapa sobre cosas que sólo les interesan a ellos, cuando en realidad el
formato del programa fue concebido para esclarecer cuestiones polémicas que
preocupan a la sociedad. Yo pregunto y repregunto todas las veces que sea
necesario, no para lucirme yo, sino para que la audiencia pueda sacar algo en
limpio, sobre todo si hablamos de funcionarios con responsabilidades públicas.
Nunca discuto, dejo que mi interlocutor hable de lo que desee, pero no acepto
que me quieran engatusar con boludeces. Si lo hiciera, me estaría desmereciendo
como profesional. Llevo cinco temporadas encima al frente de “Café Doble”, y
sigo perfeccionándome porque creo que lo fundamental es el respeto al público.
Hay otro dato no menor, y es que con cinco años encima, cuesta renovar la
grilla, convocar a nuevos vecinos. Hay algunos que han estado más de una vez,
pero sólo cuando había una situación puntual que ameritaba que volviéramos a
compartir una charla.
Los primeros
programas, allá por 2019, representaron un gran desafío para mí hasta que me
fui adaptando a un formato que yo desconocía. Nunca antes había hecho televisión,
y lo tomé como una experiencia para incursionar en algo nuevo. No estoy
arrepentido para nada, pero como decía antes, deberé renovar la grilla para tratar
de no repetir invitados. Son cinco temporadas, pasaron muchísimos vecinos en
ese lapso, ahora habrá que agudizar el ingenio para darle una vuelta de tuerca.
Esta temporada 2024 hicimos un mix: Contamos con participantes nuevos, y otros
que ya habían estado en ediciones anteriores. Por supuesto que, en el caso de
los reincidentes, los temas no se repitieron, fue toda una tarea ir preparando
preguntas para evitar que eso pasara. Con varios de ellos la pasé muy bien y disfruté el
hecho de tenerlos en el estudio. Ahora que entramos en la recta final de este
año, voy a ir preparando una agenda de lobenses que no han estado antes y que
bien podrían sumarse al programa. Yo no obligo a nadie, ni les insisto para que
vayan. Si por algún motivo no quieren estar, están en su derecho. Pero reitero
lo que mencioné al comienzo: No me cabe duda de que habría varios que se
desesperarían por salir en televisión, mientras que otros inexplicablemente
rechazan el convite. Por esa razón, y si el ciclo tiene continuidad, habrá que
dotarlo de contenido. A veces uno siente el desgaste de plantearse cuántas
personas hay en Lobos dispuestas a mantener una conversación interesante. Sin
embargo, aquellos que los inhibe la televisión no lo culpo, porque yo también
en la primera temporada tuve que adoptar diferentes estrategias para que el
programa tuviera una buena llegada. En cinco años, ha pasado tanta gente querida que sería imposible nombrarlos. Para el año próximo, voy a tratar de
incorporar algún valor agregado para remozar el espacio. Todo me parece indicar
que lo voy a conseguir. Nos estamos viendo pronto. Punto final.