21 de febrero de 2008

Crónica de una semana extraña


Es lunes, pasaron apenas unos minutos de las tres de la tarde y la temperatura supera los 30 grados. Se desata un feroz incendio en un edificio del barrio de Once. Tardan 27 horas en extinguirlo, o al menos, en comenzar a extinguirlo. Un canal de noticias (el imperdible C5N) muestra en vivo, durante esas 27 horas, cómo las llamas devoran el interior, agrietan las paredes, y ocasionan un caos entre comerciantes y vecinos de la zona. Los noteros y/o movileros del citado canal consiguen ingresar sin demasiado esfuerzo a los departamentos de los edificios linderos al siniestro. Muestran todo. El hollín, la quemazón, los destrozos, las grietas en la pared. La señora propietaria del departamento les señala la ventana. Aparece, inevitablemente, un primerísimo primer plano de la ventana. Rápido de reflejos, el editor de videograph escribe: "ventana al infierno".

Fidel Castro decidió, en virtud de su delicado estado de salud, renunciar al cargo de presidente de Cuba, lo cual no implica que dejará de ejercer el poder, como algunos, ingenuamente, suponen. Se habla de transición. Se habla del fin de una dictadura. Se habla de continuar el proceso revolucionario. Se habla de derechos humanos, de prisioneros políticos, de Guantánamo. Los blogs, los fotologs, las páginas web de los principales diarios del mundo se llenan de imágenes de Fidel. EE. UU. celebra: hay alboroto en el vecindario, en el "patio trasero", como definió Reagan, a esa tierra de nadie que significa para ellos América Latina. En Europa los medios analizan los hechos con más mesura. Intelectuales argentinos publican notas en los diarios en las cuales relatan anécdotas de encuentros mantenidos con el líder cubano.


Hay eclipse de luna: está anunciado para las 23.35 (hora argentina) del miércoles 20. Me preparo, con gran ansiedad, para observar un fenómeno al cual nunca le di la menor importancia en mi vida. Pero no es necesario: la televisión hace el trabajo por mí. Transmiten en vivo el eclipse. Desde el planetario, desde Formosa. Incluso desde Dolores (??), donde se juega sus últimas fichas el malogrado intendente Porretti. Apago la tele. Agarro los binoculares y salgo al patio. Me siento en una sillita y espero. El eclipse lo veo yo, en mi casa, en vivo y en directo, no en una pantalla. Es maravilloso. La quietud de la noche, el silencio, me provocan una sensación imposible de explicar. Estoy solo contemplando el cielo. La luna toma un tono rojizo. Casi sin darme cuenta recuerdo el tema "Luna roja", de Soda Stereo, que suena en mi cabeza mientras sigo en penunbras con mi vista hacia el cielo.
No sé por qué (llámenlo intuición), pero a menudo siento que algo totalmente ajeno a mi voluntad va a cambiar de un modo abrupto no sólo nuestro estilo de vida, sino nuestro modo de entender la vida, y tengo miedo. Ya no soy un niño y el mundo no es el mismo de la Guerra Fría, de Live Aid, de USA For Africa, de Reagonomics, de Perestroika, de Juan Pablo II, de Lech Walesa, de los grandes líderes políticos y sociales. Quizá por eso, cada día, cuando alguien notable decide que ha llegado el momento de morirse, siento que estamos un poco más solos.

15 de febrero de 2008

Mirándose el ombligo


(Nota: La foto que acompaña este texto es parte de una producción especial publicada en la edición online de The New York Times)
La mano viene así: acabo de leer, en una vieja revista, cuando el crecimiento de los blogs en la Argentina era incipiente, que un blogger alertaba sobre el llamado "síndrome del blog en blanco". Imaginé que se refería a una suerte de bloqueo creativo. No daba  mayores precisiones acerca de qué se trataba, pero no hay que ser demasiado astuto para suponerlo. Crear un blog es relativamente sencillo, al menos uno como éste. Los de Wordpress me resultan más complicados. Sea como fuere, el desafío está, precisamente, en actualizar el contenido periódicamente. 


He entrado a numerosos bitácoras cuyos posts más recientes tienen dos o tres años. Y me parece que lo correcto en ese caso es que el usuario cierre el blog, así no queda como una suerte de testamento digital con sabor a poco. Es una decisión difícil cerrar un blog, desde luego, porque uno invirtió tiempo en sentarse a escribir, elegir la tipografía, los colores, las fotos o ilustraciones que acompañarán cada texto, etc. 

A este espacio solamente le doy difusión por los medios que me parecen propicios. O sea, lo promociono a mi manera, lo doy a conocer en espacios donde sé que alguien se puede llegar a interesar por lo que escribo. No me interesa que por cada texto que escribo reciba 100 comentarios de personas que ni siquiera conozco. Es cierto que alimenta un poco el ego, pero no sé hasta qué punto. Hay gente que no tiene ni idea de lo que es un blog, y no me parece mal. Si no te interesa algo, no tenés por qué prestarle atención. Ahora bien, esa misma gente puede, a su vez, ser lectora de los blogs de Clarín o La Nación, sin saber siquiera que se trata de blogs, o sea, que son presentados bajo esa denominación.
Un blog, a mi criterio, es algo amateur, que uno hace para difundir algo, no para facturar. Obviamente, si alguien le puede encontrar la veta comercial a esto me parece perfecto, te ahorrás de pagar el hosting y todos los gastos que demanda mantener una página web. En fin, es fácil sumar visitas cuando tenés un blog en el cual ofrecés links para bajar música en mp3, o discos completos. Por el contrario, cuando sólo te respaldás por lo que escribís, la cosa cambia.
Los que tengan un blog porque está de moda, no lo van a poder sostener en el tiempo. Los blogueros al estilo Majul me generan serias dudas, dado que siento que se aprovechan del gancho que genera la palabra blog para atraer visitas, cuando en realidad, es una página web común disfrazada. Pero bueno, se trata de seguir adelante, de tener en cuenta las necesidades del otro, pero sin que ello resulte un impedimento para darnos cuenta dónde estamos parados y hacia dónde vamos.

7 de febrero de 2008

Vermouth con papas fritas, y good show!!


A veces me cuesta asimilar la idea de que ya estamos en febrero (sí, los nombres de los meses del año se escriben sin mayúsculas) y los 31 días de su antecesor transcurrieron sin pena ni gloria, en medio de la más absoluta intrascendencia y tedio. 31 días de nuestras vidas, en los cuales soportamos el agobio del calor, de los opinólogos, de los mosquitos, de los familiares de lugares remotos que brotan de la tierra como por arte de magia y deciden por "motu propio" venir a visitarte. De acuerdo con la siempre creíble pantalla de Crónica TV, "estalló el verano", circunstancia que resulta más que evidente en los cuerpos bronceados y sudorosos de las modelos "top" del momento, estrellas fugaces que aprovechan la siempre codiciada costa uruguaya para ganar notoriedad y presencia mediática, que suele durar lo que un suspiro, dado que para el verano cosecha '09 la modelo "top" será otra, más longuilínea que la anterior, y con un lenguaje más procaz y desprejuiciado, como parece ser la tendencia en boga, según la cual la que no confiesa una noche de sexo salvaje con otro personaje en ascenso no es digna de la tapa de "Gente" o "Caras".
Mes de recambio de lamparitas, de nuevo huso horario, de cotillón oficialista de la peor calaña. Un mes para el olvido, para la venta de libros baratos, de lectura simple y eficaz, que permiten resolver la vida de su portador en 15 minutos.
Mes de "hits" estivales de alta rotación radial, que torturan la salud auditiva de cualquier ser humano racional, y que son profusamente descargados en ringtones o en reproductores MP3 para luego ser borrados tan pronto como asoma marzo y los destellos de colores del verano emprenden la retirada.
Mes de fiestas exclusivas (o eventos, como se los denomina ahora) reservados para gente que se autodenomina VIP, organizados por el RR PP de turno, como el nunca bien ponderado Gaby Alvarez, de quien ya nos hemos ocupado en un post anterior.
La rueda sigue girando, el tiempo no para, no hay manera de detenerlo, y por obvio que resulte, no deja de provocarnos la angustia de sentir que todo es demasiado efímero para ser real.

1 de febrero de 2008

Pequeñas desventuras del país jardín de infantes


No deja de sorprenderme ver cómo se regodean los medios de comunicación de alcance nacional ante el ascenso y caída del RR PP "Gaby" Alvarez. Evidentamente, a varios redactores de los medios no les caía en gracia su persona, y el lamentable accidente ocurrido en Punta del Este fue la oportunidad perfecta para destrozar su reputación y hacerlo parecer como un dandy superficial, amante de la tecnología y de la buena vida que se jactaba de sus conctactos con los famosos. No está en mi ánimo salir en defensa de Gaby Alvarez, de cuya existencia en este mundo me enteré a raíz del accidente, dado que antes de la tragedia era un nombre completamente ajeno a mi mapa mental.
No hace falta ser muy suspicaz para darse cuenta de que el tipo está viviendo su tragedia personal, y que a ciertos sectores les complace verlo en esas condiciones, por esos pases de factura que se dan en la altas esferas del poder, a las cuales el susodicho "Gaby" parecía tener acceso.
Pero me parece una canallada regodearse porque al tipo nadie (o casi nadie) lo va a visitar a la cárcel. ¿Qué esperaban? Era previsible que eso iba a ocurrir. Si cualquiera de nosotros cae preso, por el delito que fuere, lo más probable es que recibamos la visita de nuestros familiares más cercanos, si es que tenemos suerte. Y eso será los primeros días posteriores a nuestra prisión, luego, la soledad. El resto de lo que supo ser nuestro entorno (amigos, conocidos, compañeros de trabajo) no dará señales de vida, y esto es así ya sea Gaby Alvarez o Juan Pérez.
Pensemos en esto: si a duras penas se acuerdan de visitarlo a uno cuando está internado en un sanatorio o clínica, ¿quién se va a someter a los vejámenes inherentes al régimen de visitas para hacerle compañía a un recluso?
Las comparaciones son odiosas, y el señor Alvarez se vio rápidamente expuesto a una suerte de River-Boca con otro RR PP devenido en empresario hotelero, Alan Faena, mucho más astuto que Alvarez por tratarse de un relacionista público de la vieja escuela con un innegable sentido de la oportunidad, cosa que al malogrado "Gaby" le faltó. Creyó que su estrella sería eterna y que gozaría de los favores de la exposición mediática, pero no contaba con que la prensa se tomaría revancha de sus caprichos para ensuciarlo con artículos amarillistas y de la peor calaña.
Lo peor del caso es que de las dos víctimas fatales, que iban a bordo de una moto alquilada, nadie se acuerda, con excepción de sus familiares.
Mientras tanto, medio país vive pendiente si el Sr. Alvarez se siente cómodo con la comida que le sirven en la cárcel, o si está deprimido.
La proliferación del periodismo basura y carroñero que indaga en esos detalles no me resulta extraño. De algún modo, al argentino promedio le agrada ver que una persona pública calificada de arrogante haya recibido alguna suerte de castigo, que no está derivado de esa supuesta arrogancia, sino de un doble homicidio. En Uruguay las penas son severas y las leyes se respetan, y no es extraño suponer que si el accidente hubiera ocurrido en Pinamar o en Cariló el histriónico Alvarez estaría hoy en libertad.
La otra mitad del país debate acerca de si estuvo correcto que Maradona pidiera perdón a los ingleses por su célebre gol con la mano convertido en el Mundial de México '86. La nostalgia es la peor enfermedad de los argentinos.... ¡estamos hablando de un gol (vale decir, de una circunstancia de carácter deportivo) ocurrido hace más de 20 años!
Patético. Si la Argentina tiene remedio, que alguien me diga dónde queda la farmacia.

A la vuelta de la esquina

  Mitad de semana en la ciudad. No sé qué les pasará a ustedes, pero yo ya no me preocupo tanto como antes respecto a situaciones que aparen...