Acaba de llegar a mi casa una factura del Impuesto
Inmobiliario, que promete ser la última que envíe ARBA, al menos en formato
papel. En un pequeño folleto, el fisco nos explica que se está modernizando, y
que por ese motivo, las próximas boletas serán electrónicas. Una pésima
noticia, sobre todo para la gente mayor, que tiene más difícil el acceso a
Internet para entrar a revisar cuánto es lo que hay que pagar. Resulta extraño
que querramos una Provincia con alta penetración tecnológica, cuando hay
bonaerenses que no tienen agua corriente, ni cloacas. Las necesidades básicas están
totalmente insatisfechas, y el Estado está más preocupado en ahorrar el costo
de papel de las facturas que en mejorar nuestra calidad de vida. Por otra
parte, se dice que un gran porcentaje de lo que se recauda va destinado al pago
de sueldos a estatales. Sin embargo, en sintonía con el ajuste que propone el
FMI, la Provincia se ha fijado como meta un recorte de 300.000 empleados. Y me
resisto a creer que muchos de ellos sean ñoquis o personas que permanecen ociosas.
Ni que hablar de la calidad educativa: la semana pasada hubo dos días de paro, y ya estamos
casi a mitad de año y el conflicto sigue sin solución. Vidal y sus ministros se
han mantenido firmes y se resisten a hacer una propuesta superadora.
Creo que en algunas provincias como Córdoba se está dando un primer paso, exigiendo a los magistrados que paguen el Impuesto a las Ganancias. Ojalá que este ejemplo se replique en el resto del país. Punto final.