Comienzo del
invierno. Ya tuvimos entre nosotros al día más corto del año, y se siente el
frío polar. Es momento para plantearse objetivos: Hace tiempo que vengo intentando un
cambio en el plano personal, y espero conseguirlo porque voy encaminado en esa
dirección. Me dan pocas ganas de salir, pero siempre es mejor salir a caminar
la calle antes que estar al pedo encerrado en casa. Ayer tuvimos una jornada
destemplada, con mucho viento, y para hoy nos espera un día en el cual
persistirán las condiciones climáticas adversas. La verdad es que nadie sabe
qué es lo que va a pasar, o en el caso de tener una mínima certeza, resulta un
poco temerario mencionarla. Es una situación que nos tomó de sorpresa, aunque
la llegada del invierno no debería sorprender a nadie.
Pasan los días y
ya estamos cerca de finalizar junio, un mes que se caracterizó por un
agravamiento de la crisis económica, bolsillos flacos, y un saldo poco
alentador para la billetera. Todo me hace pensar que el resto del año seguirá
así, al menos hasta que entremos de lleno en la campaña electoral y eso haga
que comiencen a jugar otras variables, con posibles definiciones importantes a
nivel de los salarios. El Gobierno dice que no hay de qué preocuparse, que la
inflación está bajando, pero no dicen que el consumo doméstico cae en picada.
“No hay plata”, nos dijeron una vez, y aquella vieja sentencia se repite hoy
como un hecho irrefutable. No tiene sentido profundizar en los motivos, porque
el común denominador es el brutal ajuste a la clase media que hizo que
comenzara a perder posiciones y a fluctuar cerca de la línea de la pobreza.
Milei hace y deshace sin escrúpulos, incluso cuando no es el centro de la
atención mediática como sí lo es CFK, o la guerra en Medio Oriente. Esa ocasional
ausencia de protagonismo les viene de maravillas a los libertarios, que
ejecutan sin piedad el plan motosierra.
Entonces, en un
contexto desafiante y mientras el espejo de la realidad sigue jugando a la
trampa, nos vamos enfermando. De malas noticias. De ver por televisión siempre
la misma bosta. Del Mundial de Clubes, que ya cansa por sus partidos aburridos
e infinitos. De la falta de consideración hacia los jubilados y las infancias,
que son los sectores más vulnerables. Esta crueldad surge como un emblema de la
hipocresía, de un discurso enfervorizado que busca engendrar nuevos enemigos.
Un artificio imposible que se reinventa todos los días con nuevos y viejos
actores que se reciclan y pelean en las grandes ligas. Así es difícil pensar en
mejorar algo a nivel personal. Se hace cuesta arriba imaginar un escenario
diferente que traiga un poco de alivio ante tanta opresión. No podemos
planificar ni proyectar nada, ya que lo cotidiano parece estar atado con
alambre. No hay forma de obtener una solución que traiga alivio o
previsibilidad. Pero a no bajar los brazos: Siempre hay razones para ser
optimista, para ver el medio vaso lleno y no el medio vacío. A la mirada
positiva, la escucha atenta, hay que ejercitarlas. Nadie puede asumir una
actitud que tienda al cambio si permanece inmóvil en el mismo lugar. A veces
sabemos hacia dónde queremos ir, pero no conocemos el camino más apropiado. Es
más común de lo que parece. Tenemos aspiraciones de darle volumen a nuestra
calidad de vida, pero se nos escapan las oportunidades, o las dejamos pasar
inexplicablemente. Yo no creo que haya una sola oportunidad en la vida, pero
sea como fuere, hay que aprovecharlas. De lo contrario ya entrás a la cancha
con pocas expectativas, porque estás jugando para perder. Te sentís derrotado
antes de que te conviertan los goles, y puede ser muy frustrante. La metáfora
futbolística es útil para el tema que nos convoca, porque cada día debés salir
a competir para dejarlo todo en la cancha. Si vas a participar sólo por mero
compromiso, la cobardía y la mirada estrecha te van a jugar en contra. Llega un
momento en la cual ya no queremos seguir perdiendo el tiempo. Comprendemos que
no nos quedan muchas fichas disponibles para apostar y, por lo tanto, debemos
elegirlas con cuidado y a conciencia. Esas instancias nos enseñan a no
dilapidar recursos, ni derrochar entusiasmo en lo que no suma. Aquello que no
sirve siempre estará ahí como una limitación latente, el tema es cómo manejás
las emociones, cómo domesticás al tigre, cómo alimentás la ansiedad por
triunfar.
Siempre luché por
darle vida a mis sueños, a mis aspiraciones. A veces con mayor convicción que
otras, pero he tenido en claro que hay que tener un Norte, un motor que nos
impulse a seguir peleándola día a día. Con la edad que tengo, muchos pensarán
que ya está todo dicho, que no hay mucho más por hacer. Pero se equivocan. Y si
yo mismo soy un factor limitante, habrá que cambiar de estrategia para que
podamos continuar creyendo en algo que nos sostenga. La vida no es un camino
lineal que tiene un principio y un final. En el medio pasan muchas cosas,
momentos duros e ingratos, como así también otros de increíble felicidad. Pese
al tiempo transcurrido, yo tengo la motivación intacta de creer que todo es
posible. Ojalá todos podamos salir de la abulia e iniciar un camino que nos acerque a
la prosperidad como meta para el futuro. Nos estamos viendo pronto. Punto
final.