Mi mamá estaba viendo por Canal 13 uno de esos programas descartables de la tarde (creo que era Cuestión de Peso) cuando interrumpieron la transmisión para anunciar que Roberto Fontanarrosa había muerto. Fue como un mazazo. Un golpe a las entrañas, ahí abajo, donde verdaderamente duele. Aprendí a conocer y valorar la obra del Negro en tiempos recientes, y me dio pena comprobar que la enfermedad neurológica que lo aquejaba había hecho estragos en su cuerpo, minando su lucidez y su voluntad. No sé que sensación habrá provocado la noticia en ustedes, pero yo me siento demasiado vulnerable cuando ocurre algo así. Crónica TV, repitió una y otra vez, en la tarde de ayer, las imágenes de Fontanarrosa en el III Congreso Internacional de la Lengua, donde se propuso hablar de las malas palabras ante la mirada azorada y divertida del resto de los académicos de turno. No busquen en estas líneas reflexiones agudas o punzantes: en este post renuncio a toda pretensión de originalidad, a sabiendas de que todo lo que pueda balbucear desde este blog ya ha sido dicho por personas con mayor autoridad que yo, dado que han conocido a Fontanarrosa o disfrutado de su amistad.
Hubiera querido estar, aunque más no sea como mudo espectador, en el mítico bar El Cairo, donde él solía reunirse con sus amigos conformando ese heterogéneo y variopinto grupo que se dio en llamar "La mesa de los galanes", y que incluso dio título a uno de sus libros. Fontanarrosa era un tipo querido por todos, que no despertaba odios ni rencores, y que se dejó querer por su público, no renegó del reconocimiento popular, pues era consciente de que es ése reconocimiento el único que vale, más allá del mármol y del bronce. Por eso, su última voluntad es que tras su muerte la rutina rosarina transcurriera sin el menor atisbo de luto: se enojó cuando alguien propuso cerrar El Cairo en señal de duelo, y tampoco quiso que sus restos fueran velados en la cancha de Rosario Central. Se fue un grande, un tipo que no merecía un final así. Es la primera vez desde que escribo este blog que siento que mi pensamiento es compartido por miles de personas, que supieron valorar y la diversidad de su obra y de su talento.Como dije antes, no pretendo ser original en esta crónica, simplemente sumarme a la congoja general que impera en estas horas para rendirle homenaje al gran Fontanarrosa.
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