Vísperas de primavera en la ciudad. Me pregunto, no sin cierta ingenuidad: ¿Dónde están las buenas personas? ¿Alguien las ha visto por
ahí, o simplemente se han puesto de acuerdo para tomarse vacaciones
simultáneamente? ¿Qué ha sucedido con ellas, que han desaparecido tan
súbitamente? Estamos acostumbrados a escuchar definiciones tan simples pero tan
significativas como éstas: "Fulano de Tal es un buen tipo",
"Mengano es una buena persona".
Hace poco se difundió un estudio, en el cual los encuestados
priorizaban como valor el hecho de ser considerados buenas personas por sus
semejantes. Hay un poco de vanidad en esto, porque nos desvela que reconozcan
como seres amables y serviciales. Lo cierto es que no abundan, al menos para
mí. ¿Es tan difícil encontrar gente buena, sin segundas intenciones, a quien le
guste conversar y compartir una parte de su vida con los demás? Parece que sí,
a juzgar por lo que uno puede apreciar es una sociedad donde todos quieren
sacar ventaja y se cagan en el resto. Hay pocas personas dispuestas a escuchar,
salvo que se dediquen a ello, como los psicólogos. Durante mucho tiempo fui uno
de los que daban consejos sin que me los pidieran, en lugar de limitarme a
escuchar, hasta que me tocó a mí estar del otro lado y comprendí lo irritante
que resulta que un tipo nos intente resolver la vida diciéndonos lo que tenemos
que hacer.
El contacto personal es algo que nunca quiero perder y que
pongo por encima de cualquier chat o red social donde se comparten emojis y
caritas para expresar sentimientos que no se comparar en nada a un abrazo
franco y sincero. Estamos tan pendientes de tener el último modelo de celular o
del chiche nuevo que fuere, que en pos
de esas pequeñas metas consumistas sacrificamos tiempo que bien podríamos
dedicar a conocer a alguien. Tan simple como eso, conocer a alguien, no importa
si lo hacemos con ánimo de conquista amorosa o no, lo relevante es el hecho de
no descuidar el contacto humano, que es lo que nos hace ser lo que somos. A
veces me aterra pensar en lo rápido que los objetos de consumo de vuelven
obsoletos, y me pregunto si no nos estaremos acostumbrando a hacer eso con las
personas, a declararlas obsoletas o a "darlas de baja" simplemente
porque ya no sintonizan nuestra "onda", o porque han decidido elegir
un camino diferente al nuestro.
Creo que las buenas personas están en algún lado, y que sin
duda vale la pena conocerlas, estar en contacto con ellas, y escucharlas. A
veces nos vemos obligados a tomar decisiones contrarias a esto, es cierto, pero
a veces queda la sensación de que muchas personas se quedan en las buenas
intenciones y nunca pasan a los hechos.