29 de enero de 2008

Clonazepam y circo...


Domingo por la noche. Aquejado por una alergia que me provocaba secreción nasal e irritación de garganta, decido concurrir a la farmacia de turno para proveerme de Aerotina, un mediamento de venta libre cuya acción terapéutica es de antialérgico y antihistamínico. La farmacia en cuestión está ubicada en la calle 9 de Julio, no diré de cuál se trata porque no viene al caso y no es funcional a lo que intento expresar en este modesto post. Voy acercándome al comecio antes mencionado cuando veo a un grupo de personas formando una fila o cola de longitud similar a la de los cajeros de los bancos en un día lunes. Si bien no suelo concurrir a las farmacias en horario nocturno, no podía salir de mi sorpresa al observar gente que solicitaba medicamentos de los más diversos y otros que pedían algunos que requieren prescripción médica, y que al carecer de ésta, el farmacéutico, con buen tino, se negó a vender. El farmacéutico te atiende por una ventanita minúscula, incluso él mismo tiene que agacharse para asomar su cabeza por la ventana y ver a los clientes.
Me pregunto cuántas de las personas que están delante de mí se estarán automedicando, y cuántas de ellas realmente irán porque les aqueja una dolencia concreta. Todos podemos necesitar un ansiolítico alguna vez, pero para ello existe la famosa "receta archivada". Y a lo que acabo de mencionar, hay que añadir que cada vez hay más tranquilizantes disponibles en el mercado, con lo cual los psiquiatras se hacen un "festín" (los inescrupulosos, se entiende).
La industria de los medicamentos es una de las más lucrativas. Se ha dicho hasta el cansancio que junto con la armas y el petróleo, es una de la que más dinero mueve.
He visto los folletos de Rivotril (Clonazepam), al igual que los de otros ansiolíticos, que reparten los visitadores médicos a los propios médicos, y sor vergonzosos. Muestran a una persona sentada en una reposera en la playa, con un sombrero Panamá, en un remanso de paz, como si un psicofármaco garantizara todo eso. Los psicotrópicos o psicofármacos son paliativos de una terapia. Es decir, deben ser el complemento de la atención de un profesional de la salud mental. No son joda, no se pueden tomar alegremente, pues generan dependencia y acostumbramiento, lo cual hace que tras un tiempo prolongado de ingesta resulte sumamente difícil dejarlos sin padecer el síndrome de abstinencia.
Mezclar un psicofármaco con alcohol puede traer consecuencias fatales, sin embargo, en muy común escuchar historias de adolescentes que experimentan con la combinación de estas substancias y luego terminan con convulsiones o con otros efectos adversos propios de ese cóctel letal.
En los 80, la pastilla de moda fue el Lexotanil, en los 90, el Prozac (como así también el Rophynol), y en esta década, se ha impuesto claramente el consumo de Rivotril, el ansiolítico más popular de la Argentina y el más consumido.
Me preocupa pensar que para sobrevivir de la vorágine de lo cotidiano la sociedad obliga a sus integrantes a consumir medicamentos contra la ansiedad, el estrés, la depresión y las fobias. No estoy diciendo que no sean necesarios en cierto casos puntuales. No soy médico ni pretendo serlo. Pero hay una presión externa, cada vez mayor. El mundo moderno te exige: tenés que estar bien, “pum para arriba”, siempre optimista, siempre “a full”. Vivimos en la sociedad del “todo bien”. No te podés dar el lujo de estar mal, o de sentirte mal. La sonrisa a base de rivotril es un artificio perverso y peligroso. Me pregunto si alguien ha pensado que la meditación y el Reiki, por citar casos de terapias alternativas que -a mi criterio- son SERIAS y absolutamente despojadas de pastillas, pueden ser un buen camino para hallar la paz o la tranquilidad que tanto anhelan.

18 de enero de 2008

Adiós al "niño terrible" del ajedrez: murió Bobby Fischer


REIKJAVIK.- El legendario campeón del mundo de ajedrez estadounidense Robert James Fischer, refugiado en Islandia, falleció hoy a los 64 años.

La emisora de radio Islandesa RUV, de Reykjavik, anunció que "Bobby", ex campeón mundial, falleció a causa de una enfermedad no especificada. El medio islandés citó como fuente al portavoz de Fischer, Gardar Sverrisson.


El estadounidense, quien superó al ruso Boris Spassky en 1972 para convertirse en monarca del ajedrez, fue considerado por los especialistas como el máximo exponente de la disciplina de todos los tiempos.

Fischer, nacido en Chicago y criado en el barrio neoyorquino de Brooklyn, fue buscado por las autoridades estadounidenses por jugar una partida de revancha contra Spassky, su rival durante la Guerra Fría, en Yugoslavia, pese a las sanciones internacionales que pesaban sobre ese país. Mantuvo un enfrentamiento con la Federación Internacional de Ajedrez (Fide), que lo despojó de su título y se lo atribuyó al soviético Anatoli Karpov.

Fue campeón estadounidense de ajedrez a los 14 años, Gran Maestro a los 15, y se convirtió en un icono cuando destronó a Spassky, pero su reputación como genio del ajedrez quedó eclipsada a los ojos de muchos por una serie de conflictos.

Crítico severo de su país, se consideraba un refugiado político. "¡Me cago en Estados Unidos!, gritó en una entrevista, horas después del ataque contra las Torres Gemelas.

"Bobby", quien tenía pedido de captura en los Estados Unidos, se instaló en Islandia en 2005 y después recibió la ciudadanía islandesa.


"La tragedia es que él dejó este mundo muy pronto, y su vida extravagante, así como sus declaraciones escandalosas, no contribuyeron a la popularidad del ajedrez", dijo Kasparov, un símbolo del ajedrez mundial, a The Associated Press.

(Fuente: La Nación, AP, Reuters, AP y DPA)

17 de enero de 2008

Alguien tenía que decirlo alguna vez!!!!

Hay cosas que no he hecho y que dudo que alguna vez las vaya a hacer. Y no por imposibilidad material o por falta de recursos. Digamos que es un impulso pertinaz, redundante y hasta jactancioso de mi parte. Trataré de explicarme: obviamente, a menos que los dólares lluevan con el último aguacero de verano, sé que nunca en mi vida viajaré a Nueva York, o conoceré a Woody Allen, o a Naomi Campbell. Pero yo me estoy refiriendo a objetivos que uno sabe inalcanzables, sino a pequeñas boludeces de la vida cotidiana que he decidido no hacer. No voy a ver equis película, ni a escuchar equis canción por más que en la radio castiguen mis oídos día y noche con una banda de tres acordes y una chica de look andrógino. Tengo el control remoto,para cambiar de canal, tengo la perilla para cambiar de dial. Ergo, tengo el poder. No me interesa. Ejemplo: Nunca leí (ni pienso hacerlo mientras viva) un libro completo de Paulo Coelho. Debo admitir que los hojeé en los estantes de las librerías, pero me resultó tan vomitivo que preferí preservar mis retinas ante un inminente desprendimiento. Ah, nunca vi en su totalidad ninguna de las siguientes películas: "Titanic", "Sexto Sentido", "El hombre de la máscara de hierro", "Danza con lobos", "La leyenda del jinete sin cabeza", "Piratas del caribe", "Rocky II y III", "La pasión de Cristo", y tantas otras que son un "must" de la la cultura popular del medio pelo argentino ("¿Coooómo? ¿Nunca viste "Titanic?").
No me creo un ser especial ni un iluminado por no haber visto ni oído ninguna de esas manifestaciones pseudoartísticas, pero creo que en eso sí soy porfiado a más no poder: si me insisten en que vea algo, y me hablan de las bondades de tal o cual disco, libro, o película, mis ganas de acercarme a ella decrecerán considerablemente.
Otra cosa son los placeres culpables. Aquellas cosas que vemos por TV o escuchamos en la radio pero que no nos atreveríamos a confesar ni a nuestro más íntimo amigo. Uno piensa (es decir, razona): "No puedo creer que esté viendo esta mierda", pero por algún motivo sigue ahí, hipnotizado frente a la pantalla. The E! True Hollywood Story (una serie de programas sobre el ascenso y caída de las celebridades de Hollywood) es uno de ellos.
En fin, creo que ya escribí demasiado para tratarse de un día de calor y sin mucha inspiración. Pero volveré sobre el tema de los placeres culpables, así que sigan en sintonía!

10 de enero de 2008

No me hablen más del calor!

¿Existe alguien en esta parte del Hemisferio Sur que no haga un comentario acerca del calor? Los medios (sobre todo los audiovisuales) exarcerban en la gente la sensación de que la Argentina es un volcán en erupción. Señores, estamos en verano, ¿qué pretenden? ¿O acaso los argentinos no se jactan (sin ningún basamento científico) de tener todos los climas en un mismo territorio? Resulta imposible iniciar una conversación trivial con alguien sin que el interlocutor haga un comentario acerca de la temperatura, y cuándo bajará, y que el Servicio Meteorológico anuncia que va a a seguir así hasta el fin de semana, y que ojalá que llueva así refresca un poco, etcétera.
¿Alguien se acuerda de la ola de calor de 1989 (últimas imágenes del naufragio de Alfonsín)? ¡Esos eran calores! Y la terrible sequía que precedió a aquel verano, la centrales hidroeléctricas sin agua, la programación de TV que comenzaba a las 12 del mediodía, y ni hablar en aquel tiempo de contar con un equipo de aire acondicionado, que estaban a precios prohibitivos porque la inflación carcomía tus ahorros con una voracidad sin límites, y así podría seguir enumerando tantas situaciones que nos tocó atravesar en el verano más caluroso que me viene a la mente y que la "memoria selectiva" de algunos argentinos se resiste a recordar.

Este breve post no pretende ser una crítica al gobierno del Dr. Alfonsín, a quien respeto más allá de los disensos porque le tocó gobernar en circunstancias muy difíciles y con el desgaste que implica los 14 paros generales perpetrados por los "muchachos" de la CGT que ahora (Oh, sorpresa!) decidieron meter violín -o bombo- en bolsa y dedicarse a frecuentar los despachos oficiales.

A la vuelta de la esquina

  Mitad de semana en la ciudad. No sé qué les pasará a ustedes, pero yo ya no me preocupo tanto como antes respecto a situaciones que aparen...