En un sentido amplio, lo de los objetos truchos son todo un tema, porque soy fáciles de conseguir en cualquier parte. No hace falta siquiera viajar hasta La Salada u otras "megaferias" de lo ilegal. Nadie quiere pagar más por algo que se asemeja al objeto original y que cumple la misma función de manera eficiente. Yo no me compraría un par de zapatillas truchas, por ejemplo, porque camino mucho durante el día y necesito un calzado durable. Pero las películas truchas en DVD, por ejemplo, han destruido a las cadenas de videoclubes como Blockbuster. Los mismo sucede con la industria discográfica. En la Argentina, al menos por ahora, nadie va a pagar un centavo por bajar un tema en mp3, como ocurre con el servicio que brinda Itunes. No sé si está tan mal, porque yo no soy músicos profesional y por ende no me afecta que ellos vean vulnerados sus ingresos. Hay músicos que consideran que la piratería es la encarnación del demonio y otros que aceptan y permiten que se consigan gratuitamente sus discos.
Definitivamente, aceptar pagar por algo que se puede conseguir gratis no suena muy razonable, salvo que dicha acción sea ilegal o que disminuya la calidad del producto que se consigue gratarola. ¿No les parece? Les dejo la pelota picando para que lo piensen. Pero no seamos hipócritas, porque cuando no hay guita, todos recurrimos a lo trucho antes que quedarnos con las manos vacías.