6 de agosto de 2005

ITALIA, LA BELLA

Por diversos motivos que no podrían exponerse en su totalidad en un sólo artículo, Italia es una de las naciones europeas que se ha ganado el corazón del común de los argentinos. Me atrevería a decir, incluso, que supera a España, aunque esta última afirmación es difícil de demostrar con pruebas fehacientes. De todos modos, está claro que los lazos con España son inequívocos, y surgen de habernos independizado de lo que en su momento fue un imperio, de compartir el mismo idioma y una vasta herencia cultural. Volviendo al tema de esta república de la Europa meridional, uno podría atribuir la simpatía que despierta entre los argentinos a un hecho muy notorio e irrefutable, como es la nutrida colectividad italiana que reside en la Argentina, y a los inmigrantes de aquel país que vinieron a buscar un porvenir a estas tierras a principios del siglo pasado. Sin embargo, pienso que –más allá de que lo expuesto precedentemente ejerza una influencia innegable-, hay otras razones de peso, difíciles de explicar. No hace falta ser un erudito para comprobar que la cultura italiana ha ganado reconocimiento mundial, y que diversos artículos de consumo gozan de un estatus especial si son originarios de aquel país (trajes Armani, relojes y bijouterie Gucci, automóviles Ferrari, Fiat, Alfa Romeo; bicicletas Bianchi, motos Piaggio- Vespa, y la lista sigue...). El nombre “Italia” se ha convertido -además de la denominación de este país bañado por las aguas del Mediterráneo- en una marca comercial. La inscripición “Made in Italy” es signo de distinción y calidad. Italia forma parte del G-8 o grupo de las ocho naciones más industrializadas del mundo. Situada en el corazón del antiguo Imperio Romano, está llena de tesoros que reconstruyen la historia de las bases de la civilización occidental. Artistas de la música italiana contemporánea (Laura Pausini, Eros Ramazotti, Tiziano Ferro), tienen un alto grado de preferencia en América Latina, y llevan con pulso firme el legado de sus predecesores: Nicola Di Bari, Fred Bongusto, Rita Pavone, Mina. En tiempos en que los estrenos cinematográficos europeos iban a la par de los de Hollywood, en las salas argentinas podían verse en acción a excelentes actores que contribuyeron a forjar una concepción de su país de origen: podemos citar a Alberto Sordi, Marcelo Mastroianni, Sofía Loren; o a cineastas de reconocimiento mundial como Federico Fellini o Roberto Benigni. Por si todo esto fuera poco, es la única república dentro de la cual existen dos estados independientes: Ciudad del Vaticano y San Marino. Con una baja tasa de natalidad e índices de longevidad elevados, se le ha planteado a Italia el problema de una población que tiende a envejecer. Los inmigrantes son los que -en un mediano plazo- pueden llegar a revertir esta tendencia, pues la mayoría de las parejas de origen extranjero suelen concebir dos o más hijos. Pese a esta breve semblanza que hemos trazado de la penínisula itlálica, lo cierto es que el guión que nos venden los folletos de las agencias de viajes se alimenta principalmente de los tópicos que conforman la cultura machista italoamericana (aunque en esencia matriarcal), siempre filtrados a través de una mirada que mira con ojos tiernos y nostálgicos a los estereotipos. La idiosincrasia italiana, con su cocina de aceite virgen, su pasión por la ópera, su santificación de la familia, suele dar buenos resultados , pero no es más que un reduccionismo, del mismo modo que sucede con Argentina cuando se la “vende” turísticamente como la tierra del tango, mujeres exhuberantes y buen comer. Vaya pues, un reconocimiento a un país que ejerce una influencia cultural indiscutible en todo el mundo, que ha logrado superar el horror del fascismo y que cuenta con el principal capital que necesita toda nación para convertirse en ejemplo y modelo a seguir: el talento de su gente.

A la vuelta de la esquina

  Mitad de semana en la ciudad. No sé qué les pasará a ustedes, pero yo ya no me preocupo tanto como antes respecto a situaciones que aparen...