Las calles de Lobos no lucen tan limpias como antes. Hay gente que ha destruidos los cestos de residuos que fueron colocados oportunamente en los postes de alumbrado, frente a los domicilios particulares. Estos cestos, que son inmediatamente reconocibles por sus colores amarillo y naranja, han sido objeto de toda clase de actos vandálicos, que no tienen explicación alguna. Hay que reconocer que la idea era muy buena, y quizá por eso irrita tanto encontrarse con este tipo de actos rayanos a la irracionalidad.
Creo que, aún con la mejor buena voluntad de parte de las autoridades de turno, el lobense no es una persona que guste de mantener su ciudad limpia. No sé exactamente a qué se debe esa desidia, ese constante desprecio por la cosa pública, que abarca un amplio abanico de atropellos, como es el caso de la destrucción de los teléfonos públicos, la destrucción de las parrillas y fogones del Parque municipal, o la rotura de la mampostería en los baños del citado espacio verde.
Lo que han hecho en el Parque es una vergüenza. Porque han arrojado los cestos de basura a las aguas del canal salgado sin ningún pudor, y porque se han burlado del esfuerzo de los albañiles y obreros que prolijamente reconstruyeron los fogones del sector de camping, que habían sido destruidos por manos anónimas.
Como los responsables de estas tropelías suelen ser menores de edad, rara vez reciben una sanción, lo cual hace que se sientan en la libertad de seguir destruyendo sistemáticamente un patrimonio de todos los lobenses.
Muchas veces también vemos cómo la basura es desparramada por los perros vagabundos, conformando un cuadro sumamente desagradable, además de los olores que despiden las bolsas que yacen destrozadas en la calle.
La campaña “Ciudad limpia, ciudad sana”, lanzada por el municipio, tuvo sus aspectos positivos, y resultaría necio negarlo. No obstante, creo que el énfasis debe ser puesto en otro lado. Tras la fase de prevención y concientización, se debe que multar y castigar a aquellos que arrojan basura a los cursos de agua, o a los que no coloquen la basura en los recipientes ubicados para tal fin. ¿Pero cómo podemos pretender un rigor semejante, en un país donde los represores siguen sueltos, los asesinos seriales permanecen escondidos en sus madrigueras y los que se llenaron los bolsillos mientras el país colapsaba siguen libres?
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