26 de febrero de 2007

Días de radio


La nueva programación de Radio Continental (AM 590) es deplorable. Es una pena, pues muy a mi pesar tuve que cambiar de sintonía cuando ya hacía varios años que me había acostumbrado a escuchar esa emisora. Esta moda de los periodistas deportivos devenidos en conductores matinales no me termina de convencer, pero ahí están, opinando de toda clase de cuestiones sin ningún pudor, y esforzándose todo el tiempo por demostrar que son algo más que meros relatores de fútbol o cronistas deportivos, tal es el caso de Víctor Hugo Morales y Juan Pablo Varsky (este último, en la mañana de FM Aspen). De Varsky no puedo decir mucho, dado que sus columnas del suplemento deportivo de La Nación me aburren y me provocan un fastidio inenarrable con sus pretensiones de originalidad y esos atisbos de erudición que ofrece sin que nadie se lo pida, haciendo estúpidos juegos de palabras entre el título de una película o una novela y el resultado de un partido. De Víctor Hugo puedo decir que es un hombre con inquietudes más elevadas, pero desde hace ya largo tiempo ostenta una soberbia mal disimulada que no me motiva demasiado a escucharlo.
Sin embargo, hubo dos hechos fundamentales que precipitaron mi decisión de decirle adiós a Continental: los alejamientos de Rolando Hanglin y Alejandro Dolina. Sus reemplazos fueron escogidos sin el más mínimo sentido común. Lo correcto hubiera sido buscar personas cuyas condiciones y estilo estén acordes con los programas que debían reemplazar. El espacio de la medianoche ha sido ocupado por Alejandro Apo, un tipo muy respetable para relatar crónicas futbolísticas pero que me sumerge en un tedio difícil de explicar. Con frecuencia apela a la nostalgia, a los "códigos de barrio", a la barra de amigos, el faso, el café, y demás íconos de la decadencia argentina, amén de ser estereotipos propios del porteño y no del hombre del Interior.
Me provoca escozor tener que sintonizar Radio 10 para escuchar a Hanglin o a Dolina, pero sin perjuicio de ello pienso que es una buena manera de dar por tierra los prejuicios que uno tiene. En definitiva, no me importa si Radio 10 es la voz de la derecha más reaccionaria de la Argentina, en tanto que no me siento parte de ella y sólo busco escuchar los programas que me gustan. Por eso, no comprendo la desilusión y bronca de los "fans" (por así llamarlos) de Dolina, al enterarse de que éste iba a mudarse a Radio 10. Hasta donde yo sé, la estructura del programa y las convicciones que Dolina sostiene en su ciclo radial siguen siendo las mismas que cuando estaba en Continental.
Mail: boy19792000@yahoo.com.ar

18 de febrero de 2007

LOS AÑOS MARAVILLOSOS


(Publicado originalmente en 2007)
 
Cada vez que compro un cassette de audio me prometo a mí mismo que será el último. Para el común de las personas se han vuelto adminículos obsoletos, dado que no conservan la calidad de sonido por mucho tiempo y no ofrecen la ventajas del audio digital. Si el CD ya había amenzado seriamente su existencia, .el golpe de gracia se lo terminaron de asestar los reproductores de MP3, que en su gran mayoría vienen provistos de la opción de grabación de voz. No obstante, el cassette es un objeto entrañable, que nunca falta en el bolso del periodista o de todo aquel que desee documentar un determinado hecho.
Recuerdo cuando yo era un pre adolescente, y en la Argentina adquirir un disco de vinilo resultaba tarea ardua para los bolsillos flacos. Además, como es sabido, con los LP había que tomar varios recaudos para evitar que se rayaran, no sólo en el modo de manipularlos sino también en la forma en que se los guardaba pues se lo contrario se deformaban.

La cuestión es que yo grababa mis canciones favoritas de la radio en un casette virgen, como muchos chicos, y luego esas mismas canciones, aún cuando estaban cortadas (como todo tema de alta rotación radial) , con interferencias, y con la voz del locutores presentando el tema, servían de bandas de sonido en “asaltos” y fiestas.

En aquellos años (1989/1990), el último chiche, el artefacto más codiciado, era el radiograbador con doble cassettera, que permitía hacer copias de cassettes originales, incluso con la ventaja de ahorrarle tiempo al improvisado pirateador gracias al “high speed dubbing” (conocido aquí como “copiado rápido”).

La “Z 95” (hoy radio Metro, 95.1 Mhz) era la radio más escuchada por los chicos ,y -como sigue sucediendo hoy- eran necesarias verdaderas proezas para sintonizarla correctamente con nuestros humildes grabadores, pues era una emisora de baja potencia si la comparamos con otras FM de Buenos Aires, que en el común de los casos son difíciles de sintonizar en Lobos si no se cuenta con una buena antena (aclaro que hablo de radios hogareñas, no de autoestéreos). En la actualidad ocurre algo similar con los que desean esuchar la “Rock and Pop” desde un equipo de audio doméstico. Salvo que se disponga de una buena antena, resulta imposible.

El primer cassette original que quise comprarme fue un compilado. Se llamaba “17 top hits 1990”, e incluía temas de U 2, Kiss, Wet Wet Wet, Swing Out Sister, y Tears for Fears, entre otros.La curiosidad me llevó a buscar en Internet si alguien tiene algún ejemplar de aquel cassette pero los resultados hasta el momento han sido infructuosos. Recuerdo que salía cerca de 50.000 australes. Con la inflación carcomiendo nuestros ahorros, se me hacía imposible juntar el dinero para llegar a esa cifra. Mi abuela, una de las personas que más felicidades me ha dado, me regaló el cassette para mi cumpleaños. Hace tiempo que el citado cassette pasó a mejor vida, y a pesar de que ya he conseguido todos los temas que contenía (tampoco era algo muy difícil), es una pena no tener el placer de escucharlo, con ese “soplido” característico que produce la cinta magnética. Punto final. 

11 de febrero de 2007

Cambios de clima









Existe una paranoia generalizada en torno a determinados temas que de un día para otro ganan las primeras planas de los diarios, como el cambio climático. Cada tanto tiempo (digamos, cada 15 o 20 días) , aparece un tema que provoca la inquietud general, llega a las tapas de los medios y luego se desvanece. Es así. Ya deberíamos acostumbrarnos a que sea así, pero yo no puedo. 

Creí que el “tema del verano” iba a ser el crimen del country de Río Cuarto, y todo iba orientado en esa dirección, pero -afortunadamente- las cosas no salieron como las aves de rapiña periodísticas pretendían y hubo que escribir otra novela de verano. Siguieron con la detención de la viuda de Perón. El tema acaparó mayoritariamente la atención de los medios gráficos, no así televisivos, de manera que el poder de las pantallas pudo más que la palabra impresa y el tema cayó en el olvido. Una eficaz cortina de humo para desviar la atención pública. 

Pero hay más: Y ahora me vienen a agitar las aguas con esto del cambio climático! Hace más de diez años que en los países desarrollados se ha tomado conciencia de la existencia del problema. Pero como acá siempre somos el vagón de cola del mundo, recién ahora nos damos cuenta de que los veranos no son tan calurosos como antes, ni los inviernos tan fríos. Además, como Buenos Aires queda lejos del Chaco, Corrientes o Tucumán, a nadie le importó que durante todos estos años esas provincias hayan sido víctima de inundaciones y temporales que arruinaron la vida de miles de personas. (Del mismo modo en que nos enteramos de los casos de desnutrición por las cámaras de TV). Ahora bien, si la sensación térmica llega a 38º en la esquina de Callao y Santa Fe, todo el mundo se escandaliza. 

“La ciudad es un horno”, reza la placa roja de Crónica TV. Debaten meteorólogos, y no falta algún trasnochado que presagie cataclismos o busca encontrar explicación al fenómeno en predicciones azarosas. Una muestra más de la hipocresía y la mediocridad en la que estamos sumidos.

2 de febrero de 2007

Esas motos que van a mil....




Sábado por la tarde. Decido salir de mi madriguera y recorrer la ciudad sin demasiadas expectativas, buscando sólo distensión. Intento cruzar una calle cuando el atronador sonido de una motito de 50 cc. con escape libre me taladra los tímpanos y me arranca de mis pensamientos. A bordo del citado vehículo se encuentra un individuo que porta una gorra, a pesar de que el cielo plomizo sólo presagia un aguacero. Mi mente se esfuerza por comprender hasta dónde llega el complejo de inferioridad de este tipo, que quizá desea tener una moto de alta cilindrada (como muchos de nosotros) , pero como no puede hacerlo, se contenta con "personalizar", "customizar" (verbo horrible acuñado por el spanglish), o "tunnear" su insignificante ciclomotor. El tipo podría circular tranquilamente con un ciclomotor normal, pero no, el tiene que sobresalir del resto, lucirse ante sus amigos, pintar la motito de negro, estacionarla en un ángulo de 45º en frente a la plaza, agregarle stickers con llamitas, cambiarle el manubrio, retocar el motor, cambiarle las llantas, etc. etc... y por sobre todas las cosas, ruido, mucho ruido. Sí, eso es fundamental para este sujeto, miren todos, tengo esta Harley Davidson del subdesarrollo y me gusta exhibirla, miren como invertí todo mi dinero en hacer de éste un auténtico prodigio del diseño. Los "gorras", como se los llama peyorativamente, son una tribu urbana que se distingue, precisamente, porque todos quienes la componen llevan como atuendo una gorra virtualmente pegada a la cabeza, en toda circunstancia, lo cual hace incomprensible esa actitud. Es simplemente un código, un símbolo de pertenencia a un grupo.
Los "gorras" ya tienen la entrada prohibida en la mayoría de los pubs y bares de nuestra ciudad, de un modo más que explícito: en la puerta de entrada de estos sitios han colocado un cartel que reza: "Prohibido el ingreso con gorra o visera. La casa se reserva el derecho de admisión y permanencia (esto último, como para evitar que los acusen de ser discriminatorios).
Sería una generalización absurda de mi parte decir que los "gorras" son necesariamente delincuentes o vándalos en potencia por el sólo hecho de tener una gorra en la cabeza, pero no estaría de más indagar acerca de cómo se masificó el uso de un atuendo que hasta hace poco tiempo no tenía ninguna connotación en especial y cuya modesta finalidad era la de protegerse del sol.

A la vuelta de la esquina

  Mitad de semana en la ciudad. No sé qué les pasará a ustedes, pero yo ya no me preocupo tanto como antes respecto a situaciones que aparen...