(Publicado originalmente en 2007)
Cada vez que compro un cassette de audio me prometo a mí mismo que será el último. Para el común de las personas se han vuelto adminículos obsoletos, dado que no conservan la calidad de sonido por mucho tiempo y no ofrecen la ventajas del audio digital. Si el CD ya había amenzado seriamente su existencia, .el golpe de gracia se lo terminaron de asestar los reproductores de MP3, que en su gran mayoría vienen provistos de la opción de grabación de voz. No obstante, el cassette es un objeto entrañable, que nunca falta en el bolso del periodista o de todo aquel que desee documentar un determinado hecho.
Cada vez que compro un cassette de audio me prometo a mí mismo que será el último. Para el común de las personas se han vuelto adminículos obsoletos, dado que no conservan la calidad de sonido por mucho tiempo y no ofrecen la ventajas del audio digital. Si el CD ya había amenzado seriamente su existencia, .el golpe de gracia se lo terminaron de asestar los reproductores de MP3, que en su gran mayoría vienen provistos de la opción de grabación de voz. No obstante, el cassette es un objeto entrañable, que nunca falta en el bolso del periodista o de todo aquel que desee documentar un determinado hecho.
Recuerdo cuando yo era un pre adolescente, y en la Argentina adquirir un disco de vinilo resultaba tarea ardua para los bolsillos flacos. Además, como es sabido, con los LP había que tomar varios recaudos para evitar que se rayaran, no sólo en el modo de manipularlos sino también en la forma en que se los guardaba pues se lo contrario se deformaban.
La cuestión es que yo grababa mis canciones favoritas de la radio en un casette virgen, como muchos chicos, y luego esas mismas canciones, aún cuando estaban cortadas (como todo tema de alta rotación radial) , con interferencias, y con la voz del locutores presentando el tema, servían de bandas de sonido en “asaltos” y fiestas.
En aquellos años (1989/1990), el último chiche, el artefacto más codiciado, era el radiograbador con doble cassettera, que permitía hacer copias de cassettes originales, incluso con la ventaja de ahorrarle tiempo al improvisado pirateador gracias al “high speed dubbing” (conocido aquí como “copiado rápido”).
La “Z
El primer cassette original que quise comprarme fue un compilado. Se llamaba “17 top hits