La nueva programación de Radio Continental (AM 590) es deplorable. Es una pena, pues muy a mi pesar tuve que cambiar de sintonía cuando ya hacía varios años que me había acostumbrado a escuchar esa emisora. Esta moda de los periodistas deportivos devenidos en conductores matinales no me termina de convencer, pero ahí están, opinando de toda clase de cuestiones sin ningún pudor, y esforzándose todo el tiempo por demostrar que son algo más que meros relatores de fútbol o cronistas deportivos, tal es el caso de Víctor Hugo Morales y Juan Pablo Varsky (este último, en la mañana de FM Aspen). De Varsky no puedo decir mucho, dado que sus columnas del suplemento deportivo de La Nación me aburren y me provocan un fastidio inenarrable con sus pretensiones de originalidad y esos atisbos de erudición que ofrece sin que nadie se lo pida, haciendo estúpidos juegos de palabras entre el título de una película o una novela y el resultado de un partido. De Víctor Hugo puedo decir que es un hombre con inquietudes más elevadas, pero desde hace ya largo tiempo ostenta una soberbia mal disimulada que no me motiva demasiado a escucharlo.
Sin embargo, hubo dos hechos fundamentales que precipitaron mi decisión de decirle adiós a Continental: los alejamientos de Rolando Hanglin y Alejandro Dolina. Sus reemplazos fueron escogidos sin el más mínimo sentido común. Lo correcto hubiera sido buscar personas cuyas condiciones y estilo estén acordes con los programas que debían reemplazar. El espacio de la medianoche ha sido ocupado por Alejandro Apo, un tipo muy respetable para relatar crónicas futbolísticas pero que me sumerge en un tedio difícil de explicar. Con frecuencia apela a la nostalgia, a los "códigos de barrio", a la barra de amigos, el faso, el café, y demás íconos de la decadencia argentina, amén de ser estereotipos propios del porteño y no del hombre del Interior.
Me provoca escozor tener que sintonizar Radio 10 para escuchar a Hanglin o a Dolina, pero sin perjuicio de ello pienso que es una buena manera de dar por tierra los prejuicios que uno tiene. En definitiva, no me importa si Radio 10 es la voz de la derecha más reaccionaria de la Argentina, en tanto que no me siento parte de ella y sólo busco escuchar los programas que me gustan. Por eso, no comprendo la desilusión y bronca de los "fans" (por así llamarlos) de Dolina, al enterarse de que éste iba a mudarse a Radio 10. Hasta donde yo sé, la estructura del programa y las convicciones que Dolina sostiene en su ciclo radial siguen siendo las mismas que cuando estaba en Continental.
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