9 de diciembre de 2007

Cada cosa en su lugar

Si lo comparamos con el 2006, este año posteé poco. No sé exactamente a qué motivos atribuir esta magra cosecha. O quizás sí lo sé, pero éste no es el mejor lugar para decirlo. Ahora, esa idea, de los lugares, hace dato que me da vueltas por la cabeza: ¿hay lugares para decir determinadas cosas? Uno intuye que sí, y que ésa es la base de la sociedad moderna. Delegar, deslindar, distribuir (verbos tan comunes hoy en día) nuestras acciones en sitios que se me antojan infinitos. El Estado, sin ir más lejos, es un monstruo lleno de secretarías, subsecretarías, ministerios, institutos culturales, infinitas oficinas y pasillos que ni el inefable Borges hubiera logrado imaginar.
Las charlas con los amigos, esos encuentros para compartir confidencias, problemas, los dolores de vivir, hay sido sustituidas por el consultorio del psicólogo. Obviamente, una cosa es un problema y otra es una enfermedad mental que no se soluciona con la buena voluntad de un amigo. Pero piensen en esto: el mundo está plagado de lugares específicos para hacer determinadas cosas. Y la tendencia va en aumento. Algunos los tenemos tan incorporados a nuestra rutina que ya nos parecen que hubieran existido de toda la vida:
- La sala de espera
- El probador de la tienda de ropa
- El living, sala de estar, o salón de visitas de los hogares más pudientes
- La habitación de huéspedes
- Los salones de "usos múltiples" (???), más conocidos por la sigla "SUM"
- Los salones de convenciones
La lista podría seguir, pero me imagino que mientras ustedes leen estas líneas están pensando en más lugares a los que acudimos automáticamente porque se espera que en ellos hagamos determinadas cosas.

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