9 de diciembre de 2007

Reflexiones de un domingo por la mañana


Si bien soy periodista y ejerzo mi profesión con la mayor responsabilidad, el blog me permite soltarme un poco. Esto implica hacer comentarios livianos cuya naturaleza no permitiría su publicación en ningún medio periodístico que se precie de tal. Desde siempre tomé conciencia que este blog es muy heterogéneo -y los que consulte el archivo así lo podrán constatar- en cuanto a los contenidos. Como nunca tuve falsa modestia, estoy convencido de que muchos textos de mi autoría podrían ser publicados en los principales diarios del país o en revistas culturales, pero por esas cosas de la vida el lugar que yo quisiera ocupar en esos medios lo ocupan otros, como la señora Beatriz Sarlo, que hasta no hace mucho ejercía una subestimación casi sistemática de sus lectores desde la revista Viva. Ante todo, quiero dejar en claro que no pretendo compararme con una persona del nivel de Sarlo, sería un necedad de mi parte. Volviendo al tema de la revista de Clarín, ella misma reconoció (palabras más, palabras menos) que tenía que "bajar el nivel" de los artículos que escribía para adaptarse al público que lee Viva. El público de Viva no capta las ironías, el sarcasmo, el humor ácido con el que supuestamente se regodean los intelectuales. Lo cual nos obliga a replantearnos una serie de cosas hacia los autodenominados intelectuales: ¿Quién les dio el rótulo de intelectuales? ¿En virtud de qué se creen depositarios de una inteligencia superior? ¿No puede usar un celular, ver televisión, comer una pizza, o cualquier actividad que implique distensión porque ello amenaza seriamente su prestigio de intelectuales? Sé que en esto último estoy exagerando, pero me dá esa impresión. ¿Por qué, en las entrevistas, en las fotos, aparecen con el gesto adusto, perturbados, como si estuvieran en un estado de permanente insatisfacción? Nosotros no podemos dedicarnos al trabajo de "pensar" como dedicación exclusiva, tenemos que sobrevivir en un mundo hostil y en estado de permanente contradicción.
He leído algunos de los libros de Beatriz Sarlo y considero que ella vive convencida de que las cosas deben ser del modo en que ella las asienta rigurosamente en su libro, no de otro modo. Obivamente, hay que tener argumentos para discutir con un intelectual, una figura que como bien menciona Tom Wolfe, tuvo su origen en Europa. En Estados Unidos no había intelectuales, y él los satiriza de un modo brillante en su ensayo "El país de los marxistas rococó" (altamente recomendable, por cierto).
El intelectual no se mezcla con la gente común (con "esa gente", dirá despectivamente). Ojo, no hay que confundir intelectualidad con esnobismo. El esnobismo es todavía peor, porque se trata de gente ignorante con dinero, que bien pueden ser "nuevos ricos" que han saltado de clase social y buscan demostrar de un modo estrafalario o grosero que han alcanzado tal condición.
Recuerdo vagamente las definiciones de "prestigio" y "estatus" que aprendí en la cátedra de Sociología, pero no quiero escribir un post con intenciones didácticas, sino simplemente lanzar algunas ideas al ciberespacio el domingo por la mañana.

Siempre hay una buena excusa

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