14 de julio de 2009

Encontrar la calma en medio de la selva

"Después de la tormenta siempre llega la calma", suele decirse... siempre me pareció un dicho o un refrán más como cualquier otro, pero en mi caso debo decir que de algún modo se ajusta bastante a mi momento actual. Estoy tranquilo, por supuesto que me indigno y reniego de las cosas de siempre, pero ya no me afectan tanto como antes. El transcurso del tiempo nos enseña a no dejarnos llevar por los impulsos, nos permite sopesar los hechos, evaluarlos, y tomar una decisión más acertada. Digo esto con toda naturalidad, como si resultara lo más sencillo del mundo, pero obviamente está lejos de serlo. La sociedad actual exige que uno deba tomar decisiones rápidas, a veces, contra su voluntad. No me refiero únicamente a aquellas que cambiarán el resto de nuestras vidas, sino que incluyo dentro del grupo a las pequeñas boludeces de lo cotidiano sobre las cuales debemos tomar una decisión. Todo trabajo o profesión implica tener que realizar tareas ingratas o mal pagadas, aún cuando se trate de la profesión que elegiste y para la cual te capacitaste. 

Muchas veces nos vemos superados por los hechos, por la mediocridad y por la estupidez ajena (ésta última se propaga a más velocidad que la Gripe "A", se los aseguro). Este post esboza ideas generales, porque no me he propuesto ir hacia lo particular, sino enunciar una serie de experiencias que son compartidas -en mayor o menor grado- por todos quienes tenemos una determinada edad y debemos sobrevivir en "la ley de la selva". Si no lográs imponerte, siempre habrá alguien dispuesto a pisarte la cabeza. Por supuesto, no podemos vivir imaginando teorías conspirativas, dado que la mayoría de las veces son nuestros propios actos los que nos conducen al desastre y al desconsuelo. Los dejo con estas humildes reflexiones hasta el próximo post, y nos estaremos reencontrando pronto. Punto final para el día de hoy. 

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