27 de septiembre de 2010

Demasiado para muy poco

La vanidad genera en el ser humano el deseo de tener objetos que realmente no necesita, pero que le confieren status social y frecuentemente lo hacen ser envidiado por sus pares. Con ese objetivo, una persona no vacila en pagar un televisor LCD en 50 cuotas (más de cuatro años), para de ese modo congraciarse con la chusma del barrio y asistir a ese "prodigio" de la tecnología que es la alta definición, la búsqueda de la imagen perfecta, el realismo elevado a la máxima potencia. 

A veces, cuando ando caminando al pedo y veo en las vidrieras del Centro modelos de celulares cada vez más sofisticados e inútiles, me pregunto qué motiva a una persona a comprarse un teléfono móvil, el cual incorpora como novedad infinitas boludeces que su orgulloso propietario nunca va a usar. Desde luego, cada uno gasta su dinero en lo que quiere.

 Pero la pregunta que anda flotando por ahí, tiene ver que ver con eso: ¿Para qué querés el último modelo de teléfono, televisor, auto, equipo de audio, o lo que fuere? ¿Realmente sentís placer, disfrutás lo que comprás, o sos un comprador compulsivo? ¿Lo hacés porque te sobra la plata y no sabés en qué gastarla o porque estás convencido de que lo que compraste te puede servir? ¿Quién en su sano juicio quiere leer un"libro" en una pantalla de cuatro o cinco pulgadas? ¿O quién va a mirar televisión desde un celular? ¿Vas a viajar en el tren a Merlo haciéndote el vivo con tu imagen de "tipo moderno"?

Les confieso que hace tiempo que tengo ganas de comprarme un buen tocadiscos, un televisor blanco y negro, una radio AM de las de antes, con pilas Eveready incluidas (las más chotas y las más baratas), y olvidarme de todo. No necesito más. Voy a ir a un remate y quizás consiga todos esos objetos que la gente ya ha descartado por viejos y obsoletos por dos mangos. 


Quizás por todo lo mencionado, me sorprende el resurgimiento de los discos de vinilo, y el hecho de que el coleccionismo se haya volcado hacia ese formato. Alguien podrá sostener que un LP tiene un sonido más "cálido" que un compact, pero más allá de todo esto, creo que en definitiva todo vuelve. Me refiero a que, aquello que hace 20 o 30 años fue una moda, hoy se "toma revancha", se reinventa, vaya uno a saber po qué. Me gustaría tener una buena bandeja tocadiscos, pero para percibir y disfrutar de ese particular sonido necesitás un buen amplificador y equipo de audio, de lo contrario es inútil. Punto final. 

Disco recomendado del día: 
Riff, "Que sea rock" (1997, Pop Art discos)

A la vuelta de la esquina

  Mitad de semana en la ciudad. No sé qué les pasará a ustedes, pero yo ya no me preocupo tanto como antes respecto a situaciones que aparen...