El periodista debe limitarse a informar, o a emitir una opinión si considera que está capacitado para hacerlo con argumentos sólidos. Hoy parece que Jorge Lanata es el periodista más elegido por la opinión pública, tanto en la tele como en la radio. El problema de Lanata es su ego: a menudo se manda varias cagadas con las investigaciones que hace y nunca lo va a reconocer abiertamente. Lo que tiene de talentoso lo tiene de soberbio. También es cierto que tiene una manada de periodistas obsecuentes respirándole la nuca y esperando que el Gordo se equivoque para darle material a "678" y otros programas afines.
Lanata está haciendo buena guita en el Grupo Clarín, y seguramente seguirá cosechando buenos dividendos mientras le resulte funcional a los intereses del multimedios. En la TV argentina hubo muchos periodistas influyentes: el finado Neustadt, Mariano Grondona, y ahora es el turno del Gordo de ocupar ese lugar. Se lo nota cómodo, sabe que mucha gente espera que llegue el domingo a la noche para ver su programa. Aunque hace varios años aseguró que nunca trabajaría para el Grupo Clarín, por esas cosas de la vida (y del dinero) hoy es el niño mimado de Canal 13.
Pero nada es para siempre: Algún día llegará otro con un perfil más mediático y menores pretensiones salariales que Lanata y al Gordo le van a pegar una patada en el culo. Hoy es útil para Clarín, y a Lanata también le sirve estar en la pantalla más vista de la TV. No obstante, sabemos que los divorcios televisivos suelen ser dolorosos y a veces llevan varios años para concretarse. Punto final.