18 de junio de 2014

Leyendo a Eduardo Galeano en una noche polar

Miércoles por la noche en la ciudad. Un frío que cala los huesos. Con la calefacción al mango, aún debo ponerme encima varias prendas de vestir para no padecer ningún resfrío. O en su defecto, alguna enfermedad consecuencia de todos estos virus que andan dando vueltas por ahí. Hace unos días que estoy pensando en este blog, y en el modo de "trabajar" o elaborar los textos. Muchos de los que he visitado en la Web, están dedicados a la literatura, a las artes plásticas, al bricolage, o a cualquier boludez. Pero me he dado cuenta de que éste blog no tiene una "línea editorial". Acá se escribe de todo, cuando puedo y como puedo. Lo defino como instantáneas, momentos, viñetas cotidianas que hacen que uno se sienta motivado a escribir. 
En mi caso particular, resultaría demasiado aburrido y tedioso dedicar un blog entero a la literatura, por citar un ejemplo. A menos que sea estudiante de Filosofía y Letras o algo parecido. Quienes me conocen saben que esto es así. Pero ello no significa que no me guste leer. Lo hago con avidez, pero no siempre emito un juicio de valor sobre una determinada obra. Ahora estoy leyendo a Eduardo Galeano, escritor uruguayo de izquierda que plantea utopías, pero que él mismo reconoce como tales. Sus libros son fáciles de leer, y eso es fantástico, porque considero que es lo que todo escritor debe lograr: una lectura amena, sin firuletes inútiles que no aportan nada al asunto, sin una excesiva adjetivación. Me revienta cuando un escritor se toma cinco página para describir un edificio, por citar un caso. Eso no va conmigo. Y Cortázar, en una de sus últimas entrevistas, también reconoció que renegaba de eso. Punto final.

Antes de apagar la luz

Jueves por la tarde en la ciudad. Si me pagaran por escribir acá, seguramente el resultado sería más provechoso. O en todo caso, me exigiría...