2 de septiembre de 2014

Día del perdón, día del olvido

Martes con 20º C en la ciudad. Lentamente el invierno se va despidiendo. Creo que ya he abordado alguna vez este tema, pero nunca está de más. Perdonar no significa (o implica) olvidar. Perdonar es, simplemente, reestablecer un vínculo con alguien que en el pasado nos hizo daño, o también lo es el mero hecho de dejar de tener ese resentimiento, ese rencor que nos envenena. Pero de ningún modo podríamos olvidar lo que esa persona nos hizo, aún cuando quisiéramos. No hay manera, porque aquello que te ofendió o te lastimó resultó tan fuerte en tu vida, que sería ilusorio suponer que el tiempo lo hará mitigar. Desde luego, cada persona elabora el duelo desde una forma diferente, pero no se trata aquí de indagar en cuestiones que ignoro y que son propias del psicoanálisis. Lo que sostengo, y creo que tiene que ver un poco con el tema del perdón, es que NADIE es imprescindible, ni siquiera nosotros mismos. Habrá personas a las que extrañaremos, que seguramente han dejado una huella en nuestro camino por la vida...pero, precisamente, la vida sigue. Por más que suene duro decirlo (o aceptarlo), los muertos bien muertos están. Y aquellos que se alejaron de nosotros voluntariamente, por motivos que quizás desconocemos, que hagan su vida. 

Es correcto pedir perdón si consideramos que ofendimos o perjudicamos a un tercero, pero no podemos pasarnos la vida disculpándonos de todo, y dando explicaciones acerca de por qué hicimos tal o cual cosa. Si tenés que explicar algo, que sea a tus afectos cercanos, los que realmente te importan. Los de afuera son de palo. Punto final.

Antes de apagar la luz

Jueves por la tarde en la ciudad. Si me pagaran por escribir acá, seguramente el resultado sería más provechoso. O en todo caso, me exigiría...