Me acuerdo de Jerry Seinfeld cuando decía (palabras más, palabras menos), que la gente tiene a los libros en su casa como trofeos: "¿Una vez que los leíste, para qué los querés?", ironizaba. Y en parte es cierto. Lo que siempre sostuve es que los "best-sellers" rara vez son los libros que reúnen una calidad literaria aceptable. Son modas. Primero lo fue la novela histórica (un engendro horrible), luego la autoayuda, y ahora las novelas eróticas, orientadas sobre todo a un público femenino. De más está decir que cada uno tiene derecho a leer lo que quiere, pero son las propias editoriales la que libran una batalla (perdida de antemano) contra las fotocopias. Del mismo modo que la industria discográfica contra el MP3.
Otro problema surge con los herederos universales de un escritor fallecido, tal es el caso de María Kodama con Borges. Kodama eliminó de las reediciones todas las dedicatorias que el genial escritor había hecho a sus ex novias o amantes (si las hubiere), y además impidió una traducción al francés de sus obras completas, de una editorial muy prestigiosa cuyo nombre no me acuerdo. Todo esto está documentado en el libro "Borges: esplendor y derrota", de María Esther Vázquez. En el caso de Cortázar, su obra ha sido respetada y sus escritos no tienen enmiendas, ni corrección alguna, de las ediciones originales. Con Sábato sucede lo mismo, sus hijos han tenido el buen criterio de preservar los textos de la voracidad comercial. Ojalá, algún día, se respete la última voluntad, letra por letra, de aquellos escritores que aún hoy no dejan de sorprendernos por su calidad literaria. Punto final.