Una brisa fresca, por estas horas, hace que la noche de hoy resulte menos agobiante. Martes, 22:15, primer post de febrero. La atención pública está centrada en el crimen del Fiscal Alberto Nisman, y a decir verdad, un hecho de tamaña magnitud merece un seguimiento de la prensa. Sin embargo, el vicepresidente Boudou debe estar feliz, dado que ya nadie se ocupa de él y su nombre casi ha desaparecido de los titulares de los diarios. Disolver la SIDE y crea otro ente de inteligencia, como anunció la Presidenta, no es la solución de fondo. Porque, en rigor, si la SIDE se dedicara a proteger la seguridad interior y alterar sobre posibles atentados terroristas, no habría disconformidad con su funcionamiento. Pero muy por el contrario, ha sido siempre un nido de "espías" (la palabra les queda demasiado grande) venidos a menos, que pinchan teléfonos e interceptan mails de periodistas y políticos opositores. No tiene ningún sentido cambiarle el nombre a una repartición del Estado, si en los hechos seguirá funcionando igual, o peor. Lo más irritante de todo, fue ver al Jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, rompiendo un ejemplar de Clarín durante una conferencia de prensa, por el sólo hecho de considerar que dos notas publicadas en el diario eran falsas o maliciosas. En realidad, no rompió un diario completo, se limitó a hacer trizas los recortes donde salieron publicadas esas notas. Y yo me pregunto: ¿Cuál es el sentido de todo esto? Podés estar de acuerdo o no con la línea editorial de Clarín...pero romper un diario, oscila entre lo insólito y lo estúpido. Y calificar de "basura" una investigación seria y documentada, es no tener argumentos.
Si uno se pone a pensar, era mejor que la Casa Rosada no diera más conferencias de prensa como años pasados, antes que seguir soportando este mamarracho. Por supuesto, sería injusto culpa por estas actitudes infantiles a Capitanich: no es más que un fusible, "el chico de los mandados". Se sabe que todo lo que dice o hace cuando habla (no dialoga) con la prensa, tiene el visto bueno de la Presidenta. En resumidar cuentas, el verborrágico Capitanich es impresentable, porque por más que quiera dar una imagen de seriedad como cara visible del Gobierno, termina enredado en una maraña de palabras inútiles, que contribuyen a seguir negando la realidad. Punto final.
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3 de febrero de 2015
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