Lunes por
la tarde en la ciudad. El pronóstico anuncia lluvias, sin embargo mi aspiración
es que eso ocurra cuando ya haya terminado de hacer todos los mandados y
cobranzas del día. Mientras redactaba estas líneas se desató una breve tormenta,
de 15 o 20 minutos, y luego el cielo comenzó a limpiarse. Hace varios días que
teníamos alerta meteorológico por un fenómeno que pasó casi desapercibido. Por
un lado me viene bien, ya que el último temporal que se produjo me rompió el
paraguas y apenas tengo un impermeable para zafar cuando llueve. Hoy tuve
bastante actividad, me dediqué a desgrabar varias notas pendientes del fin de
semana para actualizar mi diario digital, y sumarle contenido. Me dijeron que
la Lechonada en Carboni fue un evento muy bien recibido, sinceramente no tuve
oportunidad de ir. Es positivo que se promueva el turismo en la zona rural de
Lobos, ya que existen varios distritos cercanos que tienen fiestas
gastronómicas que congregan muchos visitantes. Es momento de mostrar todo el
potencial que tiene nuestra gente, porque hace falta que ingresen recursos a la
alicaída economía que permanece en profunda debacle como herencia del gobierno
macrista.
No creo que
la asunción de Fernández resuelva todos los problemas del país, porque ni él ni
nadie podrían revertir en un corto plazo el escenario actual sin implementar un
paquete de medidas rápidas y efectivas. El comienzo debe ser la producción y el
empleo. Garantizar que no se pierdan más puestos de trabajo y recomponer los
salarios. De esta manera, el notorio desfasaje existente entre el salario real
y el costo de vida podrá reducirse. El resultado, se me ocurre pensar, tendría
que verse replicado en un mayor consumo, que la gente tenga plata para gastar
no sólo en alimentarse, sino en comprarse ropa o lo que fuere. El problema es
que venimos de muchos años de retroceso, y costará otros tantos retomar la
senda del crecimiento. El kirchnerismo tuvo sus años de bonanza, digamos entre
2003 y 2007, pero luego comenzó a agudizarse la corrupción, el saqueo de la
obra pública, y la inflación ya fue incontenible. Sería necio afirmar que Macri
nos llevó a esta situación, cuando ya veníamos en el último tramo de CFK, de un
panorama crítico, y cada cual buscaba “salvarse” para cuidar su pellejo.
En esta
Argentina siglo XXI que no deja de sorprendernos, hay compatriotas que viven al
margen de todo: sin electricidad, luz, gas, cloacas, teléfono, y obviamente sin
Internet. Y no hay que alejarse demasiado de Buenos Aires para comprobarlo. La
pregunta que uno suele hacerse, y que surge naturalmente cuando somos testigos
directos de estos casos de extrema indigencia y precariedad, es: "¿Qué
puedo hacer?" Probablemente, muy poco, excepto sentirnos culpables por
tener todas las cosas de las cuales estas almas carecen. Y es así, porque casi
sin darte cuenta empezás a pensar “de qué me quejo”, si este pobre tipo no
tiene acceso a los servicios mínimos que le garanticen bienestar y calidad de
vida. Y estoy acá, con cuatro paredes y un techo, haciendo filosofía barata en
la Web, y hay gente que la pasa realmente mal, durmiendo en la calle,
abrigándose con cartones o con mantas viejas y corroídas por la intemperie. Y
cuando llega el verano, ven pasar a quienes se van de vacaciones a la Costa, o
simplemente tienen la posibilidad de darse un chapuzón en una pileta pública,
mientras ellos padecen el sol calcinante, los mosquitos, los días
interminables, y esas horas que parecen ser eternas en las largas jornadas del estío.
Nunca fui una persona de grandes gestos solidarios, ni se trata tampoco de
sentir lástima por nadie, pero sí tengo el criterio suficiente para darme
cuenta de que alguien debería hacer algo para que estos argentinos tengan sus
necesidades básicas satisfechas, lo cual me supera y me excede totalmente.
Porque el Estado es una agujero negro donde va a parar la guita que todos
aportamos a la AFIP, con dietas altísimas de diputados, senadores, y ñoquis. Si
estamos en una situación de emergencia, empecemos por plantear un ajuste serio
que involucre a todos los sueldos políticos, y del poder judicial: para ellos,
que cobran en seis cifras, la crisis nunca existió, porque siempre tuvieron la
heladera llena y el hambre nunca golpeó a su puerta. Punto final.