Jueves por la noche en la ciudad. Elijo escribir literatura, preferentemente cuentos, pero debo reconocer que últimamente no se me cae una idea. Es frustrante, pero me consuelo pensando que la inspiración viene de un momento a otro. A veces estoy en la calle y algo que veo me parece un buen disparador para darle forma a un relato. Hasta tanto eso no ocurra, continúo escribiendo en el blog. En esta ocasión, no voy a abordar cuestiones de actualidad política, sino algunas misceláneas, como se las suele denominar. Me espera mucho trabajo para el fin de semana, por el Desfile de Lobos (que será el domingo), pero ya para el sábado hay varias notas para cubrir. Y siempre que no se superpongan los horarios, trato de estar en todos lados, no me pesa, es parte de la profesión.
Estaba pensando, por otra parte, acerca de lo que podemos sacar en limpio de los primeros seis meses del año, y ha sido un semestre bastante flojo a nivel macro. No voy a referirme extensivamente a mi actualidad personal, porque es el común denominador para cualquier persona de clase media que hace malabares para evitar caer más bajo y pasar a otra clase social inferior. Sería profundamente injusto si me quejara porque, a grosso modo, no me falta nada. Pero estoy lejos de poder alcanzar algunos objetivos que creía posibles meses atrás.
Nunca fui una persona consumista, la sociedad sí lo es. Y uno se deja llevar por la corriente, quiere comprar bienes o servicios que considera que le pueden ser útiles u otorgar alguna gratificación. Con tomarme un café de vez en cuando me conformo, y lo hago no tanto por la infusión en sí, sino porque frecuento un lugar donde me atienden bien y con gente amiga que le pone muy buena onda. Son unos minutos de distensión, luego sigo mi camino.
Lo principal, creo yo, es reducir
los gastos fijos, si es que tal cosa es posible. No es casualidad que mucha
gente de guita en Lobos tenga ese patrimonio porque son unos “ratas” que no
gastan en nada. Sacarle un aviso publicitario a un empresario -para ellos- es
peor que una cirugía a corazón abierto. Mi target de anunciantes son
exclusivamente comercios y alguna que otra Pyme. Creo que todos, no sólo yo, lo
único que pretendemos es vivir bien, sin lujos, pero con la chance de poder
darnos un gusto personal si queremos ir a un determinado lugar a comer algo, o
a compartir una cerveza con algún amigo.
Es un acierto de Milei haber abierto la importación para favorecer la competencia. No es la solución ideal, lo mencioné en la nota anterior, pero es inconcebible que productos de Brasil o hasta yerba importada de Uruguay se consiga más barata en las góndolas que las marcas nacionales. “Alguien” se estuvo llenando los bolsillos durante mucho tiempo por ser empresarios que ejercen una cartelización, una posición dominante, como La Serenísima, que les pagan a los tambos dos monedas por un litro de leche y cuando llegan a los supermercados triplican su valor.
Para un argentino, comprar yerba uruguaya puede ser poco menos que un “sacrilegio” siendo que históricamente se produjo en Misiones, pero qué le vamos a hacer, así funciona la lógica de mercado. La economía debe abrirse en todos los sentidos, y la desaparición del Estado que promueven los libertarios, no es tan así. Tuvieron que intervenir para que las prepagas no se fueran al carajo, y ahora han vuelto a hacerlo para favorecer la competencia. No es casualidad que los mendocinos crucen con frecuencia el paso fronterizo rumbo a Chile porque allí está todo más barato. Y la calidad de los productos del vecino país es notable, desde el empaque hasta su contenido.
Me acuerdo de una nota de Clarín hace unos meses que decía: “furor de los argentinos por las latas de atún en Chile”. Me pareció una boludez, porque no es un alimento de primera necesidad, pero es una señal clara de hacia dónde estamos encaminados.
Durante el gobierno de Macri, Chile se convirtió en la “nueva Miami”: Los artículos electrónicos se conseguían a precios imposibles que acceder en la Argentina. Después el “blue” quedó planchado, y dejó de ser una alternativa atractiva para una familia promedio. Además, si vas a gastar combustible en un viaje hasta allá, lo menos que te traés es una notebook o un Iphone, por lo menos para justificar la travesía. Bueno, como hoy por hoy estoy muy lejos de poder comprar ninguna de las dos cosas, ni me imagino yendo hasta allá. La notebook que estoy usando la compré en cuotas en abril 2022, y hasta ahora me sirve (toco madera). No es de última generación, hay modelos muy superiores, pero cuando tuve la urgencia de comprar una no me quedó otra que quedan atrapado en intereses de usura. Y esto es así aun hoy, para cualquier artefacto que compres en cuotas en una casa de electrodomésticos. Es un rubro que ha mermado considerablemente sus ventas, pero si se te rompe el lavarropas o la heladera, y no tenés la plata en mano, la única salida que te queda es ser esclavo de las cuotas.
Los grupos de
compraventa de FB tienen de todo: Algunos productos buenos, y otros que son una
porquería, además de que se zarpan con los precios. No recomiendo comprar
celulares por ahí, a menos que sean personas conocidas. Qué se yo, es mi modo
de pensar, probablemente esté equivocado, pero la vida misma es un compilado
infinito de equívocos y situaciones confusas. Nos estamos viendo pronto. Punto
final.