16 de mayo de 2024

Gente que extrañaremos

Como es moneda corriente en este país, comenzamos a valorar algo (o alguien), cuando ya no desapareció del mapa. Un ejemplo de esto se dio con el reciente fallecimiento del Flaco Menotti. En las antípodas de la escuela resultadista de Bilardo, innumerables veces lo han tildado de charlatán o versero, sólo por exponer su visión del fútbol. Y como la conquista del Mundial ’78 quedó opacada por presuntos partidos arreglados en un contexto de dictadura, hasta el día de hoy se le resta legitimidad a ese logro. Fue muy cuestionado, también, por no haber convocado a Maradona el plantel que disputó esa Copa del Mundo. 

Podrán decir lo que quieran, pero Diego integró el plantel juvenil Campeón de 1979, y además estuvo en la cita de España ’82, esta última donde se lo vio muy lejos de su nivel. Menotti fue el DT del Seleccionado en años difíciles para la historia reciente, pero él nunca fue colaboracionista ni oportunista. Continuó con su carrera deportiva ya recuperada la democracia, no es que se quedó en su casa esperando que los militares volvieran a proponerle un cargo.

Por otra parte, de no haber sido él, obviamente tendrían que haber elegido a otro candidato. Pero Menotti fue un tipo único, porque entendía la belleza del deporte más popular, y pretendía inculcar en sus dirigidos esa filosofía dentro del campo de juego. Además, también fue jugador, de manera que no se puede afirmar que carecía de una concepción práctica. Tenía "vestuario", como se acostumbra decir entre los relatores. Lo que pasa es que el hincha cabeza de termo no entiende que un tipo, además de obtener buenos resultados y títulos que lo avalen, pueda ser culto y educado. Prefieren quedarse con las “picardías” de Bilardo. Pero yo no voy a entrar en esa antinomia. Los dos fueron grandes en su estilo.

Otra baja notable, esta vez en el ámbito de la cultura, es la de Paul Auster, el mejor escritor de los últimos años. Un gran novelista, creativo al 100 %, que interactuaba con sus lectores (incluido yo) de una forma sorprendente en cada nuevo libro que salía publicado. Yo no he leído toda su obra, quizás porque reconozco que también ha tenido puntos flojos desde lo literario, pero aun así, el corpus de su producción es muy valioso. Fue un escritor que cultivó una legión de seguidores argentinos, desde mediados de los '90, cuando ya en EE.UU. era un novelista consagrado.

Todos sabemos que el encanto de un libro se ve deslucido por las malas traducciones. Pero eso se nota más en obras de otros idiomas fuera del inglés. Auster mismo fue traductor, por lo cual es dable pensar que cuidaba celosamente su material para adaptarlo a otras lenguas. Al igual que Menotti, este autor forjó un estilo, no hay nadie que escriba como él lo hizo, y si a futuro aparece alguno, no sería extraño que los críticos literarios dijeran: “Es un buen libro, pero se parece demasiado a Paul Auster”. El azar y la casualidad están presentes siempre, y eso es lo que nos gusta a los lectores fieles de sus libros, más allá de las salvedades que hice mención. 

Podría haber sido Premio Nobel de Literatura, y nadie se hubiera escandalizado. Si le otorgaron ese galardón a Vargas Llosa o a Bob Dylan, no hay motivos para imaginar que Auster no se lo hubiera merecido. La trilogía de Nueva York, por sí sola, ya lo pone en el podio de los grandes. Y su capacidad para tejer relaciones entre los personajes es admirable, sin duda alguna.

Y para cerrar este posteo con un sesgo de tristeza por esos talentos que no volverán, anteayer falleció Néstor Astarita, un baterista de jazz excepcional, que contribuyó como músico de sesión en grabaciones de artistas de la talla del Gato Barbieri o Ella Fitzgerald (googlear). Puede sonar cruel lo que voy a decir, pero estaba en una edad “razonable para morir” (?): 85 años. 

Según consta en el anecdotario infatigable de la historia pueblerina, el genial percusionista solía amenizar las veladas en la desaparecida confitería “Calahorra”, ubicada en la Av. Alem. Ya nada queda de aquellos años, salvo las fotografías y las crónicas de la época: Ni Calahorra, ni Astarita. Pese a todo, permanecen en algún lugar de la memoria, y entiendo que hay grabaciones caseras de aquellas actuaciones que todavía se conservan. Nos estaremos viendo pronto. Punto final.

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