Muchas veces pasamos tiempo en búsqueda de una idea original, cuando en realidad aquello que nos hará ser tenidos en cuenta por la sociedad está vinculado con otro tipo de valores.
Siempre que uno escribe algo, no puede evitar pensar que la misma idea ya ha sido esbozada por cientos de escribientes anómimos, y que éstos han llevado con hidalguía tal condición, a pesar de que estaban poniendo en evidencia verdades en la cuales seguramente nadie reparaba hasta ese momento.
Hay personas que han defendido sus ideas caiga quien caiga y han pagado con su vida el precio de mantener en alto sus ideales. Y esto no es una fantasía o el argumento de una mala película, es algo que ocurrió y seguirá ocurriendo mientras tengamos a nuestro alcance un medio para difundir esas ideas.
A menudo es un germen, que tardará varios meses en convertirse en algo apreciable. El trabajo silencioso, sin estridencias, es quizá la mejor receta para quien quiera alcanzar el éxito y lograr que su voz sea escuchada en una sociedad que tiene a un creciente individualismo.
Modificar la realidad es una pretensión que todos sabemos inalcanzable, a menos que ocupemos cargos dirigenciales y que tengamos el poder derivado de un patrimonio con varios ceros a nuestro favor. La democracia que tenemos es no participativa, excepción hecha por la obligación de emitir el voto cada dos años.
Existe una importante porción de los lectores que consume libros de autoayuda y publicaciones que instan a superarse, pero nada es más cierto que el consejo de un amigo, un hermano, o en última instancia, un profesional de la salud mental. Se me hace que los libros de autoayuda han sido escritos por personas que creen tener la vida resuelta, con cada cosa acomodada en su lugar, hasta que llega un vendaval que va por tierra con esas ideas preconcebidas.
Quizá mientras cada uno de nosotros camina por las perezosas calles de este Lobos de primavera, surjan ideas y proyectos que apunten a renovar la calidad de vida de quienes aquí vivimos. "Calidad de vida" implica no solamente construir un natatorio, o un estadio olímpico. Podemos, con aspiraciones más modestas, creer que nuestra propia calidad de vida mejorará si nos sentamos con la máquina de escribir o frente al teclado de la computadora y exponemos nuestro parecer.
A lo mejor, muchas de esas páginas que escribimos sumidos en el tedio, en l a desazón o en la más profunda indignación nunca vean la luz pública. Pero al menos, habremos hecho algo para intentar expresar nuestro descontento con nuestro entorno, o con nosotros mismos.
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