La rutina siempre ha tenido muy mala prensa. Por lo general, suele asociarse la palabra -y todo lo que la rodea- con aquellos aspectos que resultan negativos o perniciosos para la salud psíquica del individuo. Por ejemplo, con el tedio y el aburrimiento crónicos. Sin embargo, como en muchas otras facetas de nuestra vida, existen motivos para suponer que una vida que no esté regida por una rutina más o menos establecida va rumbo al caos. Una de las necesidades básicas del ser humano es la seguridad. Si eternamente viviéramos en situaciones inestables, nuestra salud mental se deterioraría a pasos agigantados, sería humanamente insostenible. En un gimnasio, para mejorar nuestra condición física, se trabaja en base a una rutina; lo mismo ocurre a un actor en un escenario cuando debe repetir noche tras noche el mismo parlamento, lo cual no implica que esto esté exento de creatividad ni de disfrute, al contrario, el desafío es encontrarle cada vez un tinte novedoso, un atisbo de improvisación. El hecho de lavarse los dientes, de bañarse, de desayunar, representan hábitos saludables que favorecen la convivencia. La diferencia radica en hacerlo con conciencia y no como hábito inconsciente y mecánico. Lo cierto es que, llegados a cierta edad y con responsabilidades de diversa índole por cumplir (trabajo, estudios, familia) cada vez resulta más difícil salirse de la rutina.
El problema fundamental que presentan los actos repetitivos es que suelen postergar la creatividad, la capacidad de asombro, la sorpresa, esa sensación particular que tiene que ver con el goce y que se relaciona con la transgresión, precisamente porque al ser un acto repetido, la persona lo automatiza y así pierde la posibilidad de recrearlo cada vez, transitándolo desde un lugar de disfrute y presencia (palabra que significa literalmente ‘estar presente’, actitud indispensable para vivir el placer). Cuando hablamos de romper la rutina no queremos decir ‘romper la vida’. Quien quiere romper la rutina quiere respirar algo nuevo y recuperar una desvaída relación con el goce, el misterio y todo lo que genera una sana intensidad. Es decir, en este contexto, romper con la rutina significa disfrutar.
Mucha gente usa la “o” en lugar de la “y” como conjunción entre frases, entre situaciones de su vida. Es como si hacer algo de manera sistemática negara la posibilidad también de disfrutarlo. Cuando un acto, cualquiera, se ejecuta desde una intención inconsciente, automatizada, se pierde relación con el acto en sí mismo y además, con las consecuencias de lo que se hace.
Recientemente, conversando con un médico, este me aseguró: "Soy un firme defensor de la rutina, un generador de la creatividad
y su paradoja, es decir, de hacer cosas paradójicas. Hay recursos baratos, a la mano, que no requieren mucho dinero ni mucho esfuerzo, que sirven para romper la rutina, mucho más efectivos, a veces, por ejemplo que programar un viaje sorpresivo. ¿Por qué? Porque uno se lleva al viaje los mismos viejos hábitos: la misma obsesión por el orden, las dificultades en liberar el erotismo y la creatividad, que no cambian en nada, el impedimento de permitirse llevar a cabo sanamente las fantasías. Es decir, muchas personas no se permiten arriesgar inteligentemente. Lo peor es que piensan que están rompiendo la rutina, gastaron plata en otro lado, pero se llevan los mismos problemas al otro lugar. Si no se producen cambios internos, la persona se queda atrapada. No es necesario "cambiar afuera”. De más está decir que estas declaraciones me dejaron pensando y me hicieron replantear lo que estaba escribiendo para esta nota.
y su paradoja, es decir, de hacer cosas paradójicas. Hay recursos baratos, a la mano, que no requieren mucho dinero ni mucho esfuerzo, que sirven para romper la rutina, mucho más efectivos, a veces, por ejemplo que programar un viaje sorpresivo. ¿Por qué? Porque uno se lleva al viaje los mismos viejos hábitos: la misma obsesión por el orden, las dificultades en liberar el erotismo y la creatividad, que no cambian en nada, el impedimento de permitirse llevar a cabo sanamente las fantasías. Es decir, muchas personas no se permiten arriesgar inteligentemente. Lo peor es que piensan que están rompiendo la rutina, gastaron plata en otro lado, pero se llevan los mismos problemas al otro lugar. Si no se producen cambios internos, la persona se queda atrapada. No es necesario "cambiar afuera”. De más está decir que estas declaraciones me dejaron pensando y me hicieron replantear lo que estaba escribiendo para esta nota.
El cambio revolucionario en la propia vida más que romperla, en el sentido de un quiebre, sería cambiarla en su propio lugar. La salida de la rutina, en este contexto, entonces, tiene que ver con atreverse a cambiar por dentro. “Mucha gente le tiene miedo a los cambios internos o no los valora, pero en realidad son los únicos que pueden contribuir a satisfacer aquellas necesidades más profundas que son las que quedan insatisfechas cuando entramos en una rutina destructiva”, me dijo el facultativo, quien pidió no revelar su identidad. La verdad es que, como solemos decir, "me la dejó picando". Que vos repitas una acción todos los días no significa que no puedas otorgarle otro sentido e importancia a lo que estás haciendo. Punto final.