Ibamos con dos amigos a bordo de un Volkswagen Gol, recorriendo las calles de la ciudad, en lo que aparentaba ser una noche de viernes cada vez más aburrida, pese a que en aquel entonces la gente todavía tenía guita como para gastar un viernes cualquiera, aunque más no sea para tomar algo. Una densa niebla impedía distinguir a cierta distancia los contornos de los objetos más elementales, como una columna de alumbrado o la silueta de un árbol. Los vidrios del auto no tardaron en empañarse y uno de mis amigos, a falta de algo mejor, empezó a dibujar boludeces con el dedo. Recorrimos las principales calles del Centro, con la calefacción del auto a pleno para paliar las gélidas temperaturas y observando el panorama desolador que se presentaba ante nuestra vista.
No pude evitar
pensar que aquella estación de servicio tan elegante y bien provista le daba vida a una esquina
de nuestra que frecuentaba cada vez que iba a la escuela porque desde mi casa
le pegaba derecho por la Salgado hasta doblar en la calle San Martín y de esta
formar llegar al Colegio Comercial. En fin, como les mencionaba sin temor a
equivocarme podría decir que pasaron más
de 15 años durante los cuales la otrora YPF quedó está sumida en la decadencia
y en el abandono. Lo que más recuerdo es que había una especie de Free Shop,
con CD´s importados, cigarrillos, y hasta un videoclub. Ya no queda nada de eso
porque, como todos sabemos, se construyó un edificio de departamentos.
Lobos vivía en
2006 una suerte de “boom” comercial, tal como diéramos cuenta en un artículo
que fue publicado anteriormente. Pero esa tímida prosperidad –limitada, por
supuesto, a ciertos sectores- no tiene su correlato en los locales de
esparcimiento nocturno. La apertura de “El Cubano”, un par de años atrás,
otorgó en su momento una brisa de aire fresco y reactivó un sector del centro
que había sido completamente relegado.
Hoy, una módica
cerveza y los nunca bien ponderados “tragos” se ofrecen a precios un tanto
desproporcionados para los magros ingresos de chicos y adultos. En 2006 con 10
pesos te tomabas en un bar dos cervezas (de 750 ml) y se acababa la joda... el
bolsillo ya no daba para más.
Para evitar
cualquier tipo de interpretación errónea, creo son varios los ingredientes que
hacen a algo tan sencillo pero tan complicado de conseguir como “pasarla bien”
un sábado a la noche. Un par de buenos amigos, ya son un buen comienzo. Conocer
alguna señorita si se presenta la ocasión, escuchar música que se nota que fue
seleccionada por un DJ y que no es la bosta que empezó a sonar por aquellos
años de juventud.
La noche de Lobos
es chata, aburrida y mediocre por donde se la mire, y lo peor del caso es que
no es algo de no se pueda resolver. Estoy seguro de que la gente que en su
momento llenaba las instalaciones de “Aquelarre”, el mítico pub de Buenos Aires
y Arenales donde ahora hay una verdulería o algo así, aún no ha encontrado un
lugar que se le parezca, ni siquiera remotamente. Vale decir que el público que
se concentraba en esos lugares “under”, por llamarlos así, no encuentra -hoy
por hoy- otro sitio que resulte afín a sus intereses y expectativas. Qué bueno
sería, entonces, que pudiera existir un bar en el cual las bandas toquen sin
culpa, con músicos de verdad y no haciéndolo sobre pista pregrabada. Sin la
amenaza de los vecinos quejosos y hoscos que tan pronto como ven perturbado su
sueño exigen el inmediato el cese de show.
No estoy diciendo
que “Aquelarre” haya sido el lugar “under” por excelencia, porque incluso
hablar en Lobos en esos términos suena casi a chiste, a un despropósito. Pero
sí estoy convencido de que faltan espacios como ésos, y falta también volver a
épocas en las cuales no era necesario colocar a la entrada de los locales
carteles restrictivos, al estilo de “se prohíbe el ingreso con visera o gorra”,
o el más diplomático “la casa se reserva el derecho de admisión”. Si todos
fuéramos capaces de ser centrados y ubicados, de aceptar y comprender los
códigos que imperan en cada lugar al cual vamos a ingresar, nadie tendría que
decirnos que por tal o cual motivo se nos prohíbe la entrada al local, pues nosotros
mismos nos daríamos cuenta de tal situación. Pero eso sería tema para otra
nota, que seguramente no tardará en caer. Punto final.
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