He aquí otra obra de narrativa ficcional de un autor lobense que tenemos el placer de poner a consideración de los lectores de nuestro sitio.
Un extraño ruido que emanaba desde la cocina invadió mis oídos mientras llevaba a cabo un cálido reposo, mis párpados se movieron lentamente para que la imagen del techo se abriera difusamente en la pantalla de mi mente. Las mismas formas, la misma pieza, la misma rutina, la misma película. Como todos los días, el aroma del café se colaba por mi nariz lastimando con su intensidad mi laringe para despertarme definitivamente. Bastante cansado había quedado del día anterior, en el que me la pasé corriendo toda la tarde. Pero las voces de mi lugar familiar me resultaron de inmediato desconocidas.
¡Esto debe ser un robo! Pensé dentro de mí. De inmediato, extendí mi mano hasta al teléfono para llamar a la policía, mientras las voces intrusas se apoderaban cada vez más del interior de la casa. "¡La línea está cortada Juan!", escuché desde la cocina a una mujer de unos 60 años, el doble de mi madre. Miraba hacia el alrededor pero todo estaba en orden: mis discos, el equipo, la tele. ¿Acaso venían a robar? Se preguntaba la voz de mi conciencia. Así y todo, decidí quedarme quieto para escuchar cómo las acciones se sucedían, intentando comprender la incredulidad de lo que estaba ocurriendo. Esperé sentado en la cama hasta que todo se calmara.
Al cabo de una hora el ambiente se silenció, mientras mi mente se llenaba de preguntas. Al intentar moverme del lecho, las piernas no se movían como yo pretendía. ¡Hasta me sentía extraño en ese ambiente lejano! Y fue cuando al correr las sábanas observo cómo tenía las piernas inmovilizadas. Resultaría imposible escapar de aquella prisión.
Nadie alrededor que me explicara lo extraño de los sucesos. ¡Ni siquiera podía hablar para convocar a algún integrante de la comitiva invasiva! Mi única conexión con el mundo no era otra que la mera observación y audición de lo que pasaba.
¿Cómo está Julio? Preguntaba una voz cercana al umbral del cuarto. "Bueno, vamos a verlo que está en su habitación descansando," contestó la mujer que me había dirigido la palabra al principio.
De repente, una presencia vestida de blanco se acerca hacia mí: ¿Le van a cortar la sonda? Preguntó curioso un niño que se ocultaba, aunque visible, detrás de la puerta. "Son muchos años desde que se encuentra así" reparó la sesentona que pareció no dirigir la respuesta al niño. "Todavía no lo hablé con el padre, es que en realidad siento que su mente existe aunque no de señales de vida. Muchas veces soñé que yo era otra mujer, bastante más joven, y aunque más no fuere, vivía en esta casa mientras este cuerpo que está en la cama, lucía vestido corriendo en el patio al grito de mamá, mamá" dijo la mujer.
Eduardo Bobbio
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