(Publicado en junio de 2008)
Hoy es viernes y por alguna razón propia del azar tengo ganas de postear algunas verdades.
A la gente que me lee, que se toma el tiempo de hacerlo (lo cual no es poco), le cuento que desde el primer momento en que este proyecto comenzó a tomar forma me propuse defenderlo. “Apuntalarlo”, si es que cabe mejor este término. Creo que lo que hago tiene valor como un disparador, un espacio de debate que incite a dejar de mirarnos el ombligo. Por supuesto, habrá quienes no estén de acuerdo y cuestionen mi producción periodística y literaria. Son las reglas del juego. No se trata de arrogancia ni de vanidad, sino de aprovechar las capacidades que uno cree tener.
Hoy los blogs brotan como hongos, y no hay diario online que se precie de tal que no tenga numerosos blogs, que consisten en su mayoría en comentarios presuntamente graciosos y desprejuiciados de la realidad que nos toca vivir y que la solemnidad del diario impide reflejar.
Hoy los blogs brotan como hongos, y no hay diario online que se precie de tal que no tenga numerosos blogs, que consisten en su mayoría en comentarios presuntamente graciosos y desprejuiciados de la realidad que nos toca vivir y que la solemnidad del diario impide reflejar.
Este blog que ustedes están leyendo
va a continuar hasta el día que me deje ganar por el hastío y el aburrimiento, pero sea cual fuere el resultado de esta empresa no dejaré que estos años de escritura sean en vano. Voy a guardar todos mis textos y los voy a publicar de la forma que pueda (si es en papel mejor), aunque más no sea en un pasquín barrial de distribución gratuita. Por supuesto, el objetivo de máxima es que el contenido del mismo se convierta en un libro, pero ambos –el lector y yo- sabemos que por el momento eso es imposible. Aparentemente están de moda los libros que te prometen resolverte la vida, mejorar tus finanzas, y convertirte a un triunfador. El famoso "coaching" o liderazgo. Muchos se regodean contando sus recetas cotidianas para alcanzar el éxito en un blog, que luego, en formato libro, suele vender sorprendentemente bien.
va a continuar hasta el día que me deje ganar por el hastío y el aburrimiento, pero sea cual fuere el resultado de esta empresa no dejaré que estos años de escritura sean en vano. Voy a guardar todos mis textos y los voy a publicar de la forma que pueda (si es en papel mejor), aunque más no sea en un pasquín barrial de distribución gratuita. Por supuesto, el objetivo de máxima es que el contenido del mismo se convierta en un libro, pero ambos –el lector y yo- sabemos que por el momento eso es imposible. Aparentemente están de moda los libros que te prometen resolverte la vida, mejorar tus finanzas, y convertirte a un triunfador. El famoso "coaching" o liderazgo. Muchos se regodean contando sus recetas cotidianas para alcanzar el éxito en un blog, que luego, en formato libro, suele vender sorprendentemente bien.
Nunca me interesó destilar odio o resentimiento, porque comprendí que eso le hace daño a uno mismo, y no al imbécil que es objeto de esos sentimientos negativos. No me interesa competir con otros blogs, menos aún si yo no cobro un mango por esto. Mi motivación para escribir es de algún modo terapéutica, me hace bien sentarme a frente a la notebook y contar lo que me pasa o intentar una modesta reflexión sobre determinados hechos de actualidad. Si ese texto resulta de interés genuino para alguien, mucho mejor.
Este rinconcito llamado "blog"(que ha perdido mucho terreno con Twitter) ha alcanzado las 40.000 visitas desde enero de 2007, fecha en que decidí instalar un software de estadísticas gratuito para tener una idea aproximada del perfil del lector y de las preferencias que tiene en cuanto a los artículos que suelen se publicados. No sé exactamente qué tan eficaz resulta el contador de visitas, porque un mismo usuario puede acceder a la página varias veces y en tal caso cada “click” se contaría como visita, otros en cambio sostienen que hay varios programas que evitan el conteo de esas “visitas falsas” registrando el IP de la computadora del usuario. Cosas que pasan, diría Larralde.