Blog de Lobos, ARG, desde hace 18 años en la Web.
31 de octubre de 2008
Manhattan, por fin estás conmigo
Por fin, tras un largo peregrinar, conseguí la película "Manhattan" (1979) de Woody Allen. Y aquí hago un paréntesis, no me importa la vida personal de Allen (y esto incluye la inevitable referencia a su matrimonio con su hija adoptiva), no soy su amigo ni tengo el gusto de conocerlo. Pero sí tengo el gusto de disfrutar de su arte. Incluso las películas mediocres de Allen (que las hay, nobleza obliga) son, a mi criterio, superiores a los éxitos de taquilla al estilo de "Spiderman 3" (no es necesario fundamentar los motivos). Manhattan es una pieza de colección que no puede faltar en ninguna filmoteca. Me costó mucho (dinero y esfuerzo) conseguir el filme antes mencionado, pero lo tengo como un tesoro porque realmente es admirable. Nunca la había podido ver completa: las veces que la proyectaban por I-Sat, por ejemplo, siempre la enganchaba promediando los 30 minutos. Estoy feliz de haber comprado este DVD, como así también maldigo la hora en que compré 2001: Odisea del Espacio, un bodrio absoluto, y que me perdone Stanley Kubrick donde quiera que esté. Seré sincero: miro lo que me gusta, no soy un cinéfilo, pero me fascinan las películas de la década del '70. Es gratificante saber que por fin encontrarse algo que creíste no poder hallar nunca, sobre todo en los videoclubes abarrotados de basura comercial y facilista. "Manhattan" es modesta y pretenciosa a la vez, y eso la hace una gran película. Magnífica fotografía. Excelente banda de sonido (George Gershwin bajo la batuta de Zubin Metha), soberbias actuaciones, un elenco de primer nivel, y el encanto del blanco y negro. Deslumbrante. Como dije antes, Allen la pifió un par de veces, y he visto sus últimas películas con la nostalgia que produce el saber que algo se ha perdido. Pero yo creo firmemente en la idea de rescatar lo valioso de las personas, por eso admiro a Michael Jackson y me cuesta reconocerle algún mérito a Madonna, más allá de que es obvio que los tiene. Cine y música pueden fusionarse de un modo admirable, y eso es lo último que diré sobre "Manhattan": si la ven por ahí, no la dejen pasar.
28 de octubre de 2008
Preguntas en sobredosis
¿Cómo sería
nuestra vida si los días de la semana, o incluso los meses, no tuvieran nombre?
¿Tendrían la misma connotación negativa que tienen, o nos dejaríamos vivir a
suerte y verdad? ¿Perder la noción del tiempo nos ayudaría a superar viejos
rencores, a olvidarnos de los planes y proyectos que sabemos claramente que nunca lograremos
concretar, o sería una mera licencia poética? Quizás sean demasiadas preguntas
para un solo posteo. Lo más difícil de aprender, es que cuando una rutina te
agobia, puedas buscar otra que la sustituya. Pienso que quitarles denominación
a los días nos llevaría a un desconcierto total. Hace poco pasé todo un viernes
convencido de que era sábado, y sólo por la noche me di cuenta de que había
actuado como suelo hacerlo un sábado. No noté grandes diferencias, pero tal
vez, parte del orden que buscamos consista en ponerle nombres a las cosas.
Hay muchas
canciones que aluden a un determinado día de la semana, ya sea en el título o
bien en la letra. Y no es casualidad. Los artistas son personas como nosotros,
con más dinero seguramente, pero si realmente son artistas y saben palpar el
pulso de la realidad, sienten ese agobio, de tener que dirigirse al público que
pagó su entrada para el teatro y procurar que la gente se distienda durante el
tiempo que dure la función. Expresar en música lo que te genera un día en
particular no es algo sencillo, aunque muchos lo han intentado, sin éxito.
Recuerdo a Sui Generis, con su magnífica postal del Buenos Aires de principios
de los '70, en "Lunes otra vez". Ese "otra vez" implica,
resulta obvio decirlo, repetición. Otra vez lo mismo. Otra vez la rutina. Otra
vez el laburo. Otra vez a vestirse para ir a la oficina. Otra vez a discutir
con gente de mierda con la cual compartimos el espacio laboral. Otra vez a
ponerme ese horrible uniforme amarillo y rojo de la Estación de Servicio Shell.
Otra vez a sentir que soy el engranaje de una máquina que funciona al compás de
Wall Street. Pero, sin embargo, sin una rutina nuestra vida sería bastante
caótica. Sin que ello implique ser tirano de los horarios, necesitamos cierto
orden, como decía al comienzo.
El tema es que vivimos en una sociedad que cada vez más "empastillada", dado que no encontramos una manera mejor de bajar un cambio para afrontar el día siguiente. No está mal que un día te tomes un Rivotril para poder dormir, sí tenés que pensar en que no podés hacer eso todos los días a menos que sea medicación recetada. Las pastillas también te llevan a una adicción, y es fundamental tener conciencia de eso. Son drogas legales que se venden en las farmacias, y cada vez vas a necesitar una dosis mayor para lograr el mismo efecto sedante. A no joder con eso, que es peligroso. Ver a una persona dopada es más shockeante que ver a un borracho o a un consumidor de merca (me ha pasado, por eso hago hincapié en esa percepción). Vos pensás que está todo bien, pero los que te rodean te ven pésimo, excepto que estén igual o más dopados que vos. Claro que es un tema que daría para largo, y no para dejarlo en suspenso hasta la próxima ocasión. Pero a la vez, no siempre es bueno juzgar a nadie sin conocer los motivos. Nos estamos viendo pronto. Punto final.
27 de octubre de 2008
Reflexiones de un lunes tranquilo
25 de octubre de 2008
Polaroid de locura ordinaria
De la memoria selectiva
Profundizando sobre el tema, podría decir que no sólo aquellos hechos bochornosos suelen aparecer en nuestra mente de vez en cuando. Siempre hay un disparador, algo que nos remite a esos momentos. Y tengo la satisfacción de atesorar en la memoria recuerdos gratos, que también sobrevienen cuando recapitulamos y comprendemos que la vida tiene matices, que se construye en base al anecdotario que el mismo devenir cotidiano nos va prodigando. Pero como reza la célebre canción, "Me puedo programar". Podemos entrenar el bocho para que el paso del tiempo vaya desdibujando aquellas torpezas, o la primera vez que nuestra pareja dio por terminada una relación.... que quizás dolieron años atrás pero fueron un estímulo para crecer.
Probablemente, si tuviéramos una "papelera de reciclaje" para esos pensamientos recurrentes, todo resultaría más sencillo. Pero no somos Windows 10, somos humanos y mortales. Punto final.
24 de octubre de 2008
La Caja de Pandora
Luego se acumulan, como siempre, facturas, recibos, boletos de colectivo, credenciales, tarjetas de crédito vencidas y que uno procede a cortar prolijamente con una tijera, carnets de clubes a los que uno ha dejado de pertenecer, fotos de ex novias que uno no desea volver a ver ni siquiera en fotos, máquinas de afeitar, encendedores, calcomanías, almanaques de hace 20 años (esos pequeños que todavía obsequian en algunos comercios), CD's que hemos decidido no volver a escuchar aunque nos amenacen a punta de pistola. Créanme, es como abrir la Caja de Pandora, uno nunca sabe con qué se va a encontrar en aquel cajón olvidado, ése del fondo, el "juntaporquerías" que uno se resiste a limpiar hasta que su capacidad se ve colmada. Es un "no-lugar", como la papelera de reciclaje de Windows, donde va a parar todo los objetos que por un brote de comprador compulsivo aparecieron en nuestras manos.
Pero, por otro lado, la "cultura del descarte" no es siempre provechosa. Más allá de lo que mencioné en los párrafos anteriores, usar y tirar algo que se supone de escaso valor, es parte de una sociedad que ha hecho extensivo ese proceder con los objetos, hacia las personas. Vale decir: "te necesito, te uso para mi conveniencia, y después ni me acuerdo de vos". Cuando hay afectos y sentimientos de por medio, es mucho más distinto que sacar la bolsa de residuos a la vereda. Punto final.
Viernes otra vez...
20 de octubre de 2008
Crónica de un fin de semana zen (o quizás no tanto)
Luego de un largo tiempo sin frecuentar ese sitio, fui al Bar de La Porteña el sábado pasado, que a mi criterio es el mejor de Lobos. La música, excelente, la barra, muy bien provista, la atención, aceptable. Para beber opté por algo tranquilo, una Corona con limón, cerveza que para quien aún no la ha probado se la recomiendo enfáticamente, porque tiene un blend y un sabor exquisito como sólo en México saben hacerlo (no te ofendas, Quilmes, también guardo un grato recuerdo tuyo). Así las cosas, en compañía de amigos y de bellas señoritas hiperkinéticas, fue transcurriendo la noche, que coincidió con el cambio de huso horario y nos entretuvimos unos minutos discutiendo acerca de la conveniencia de tal medida. Además, a esa altura, nadie sabía a ciencia cierta si había que adelantar o atrasar el reloj. Finalmente con algo de sentido común, de mala gana aceptamos ajustar nuestra hora a los caprichos de CFK. Una linda noche, sin excesos, rodeado de gente a la cual uno aprecia por distintos motivos, y también una excusa para saludar a muchos amigos a quienes no veo durante la semana y sé que me los encuentro tarde o temprano en el citado reducto. La noche siguió "de rotation", dando vueltas por el Centro y haciendo filosofía barata, para luego desembarcar en La Porteña (el boliche), discoteca que hacía años que no pisaba y que me hizo sentir el sudor frío de la nostalgia. Las cosas han cambiado, y ya hemos desarrollado esta cuestión en sucesivos textos de este blog, pero a pesar de ello siempre sigue siendo un sitio familiar. Algo queda de "La Porteña" que yo supe conocer y disfrutar siendo adolescente. Hubo un recambio generacional que se tradujo en un lógico cambio de usos y costumbres, tanto en la forma de vestir como en las bebidas que se expenden en la barra. Pero no me puedo quejar, la pasé realmente bien más allá de los intentos fallidos con señoritas apetecibles que traté de seducir. Me divierte la situación, el ser rechazado con un simple mohín y que luego ese efímero objeto de deseo desaparezca entre el humo y las luces estroboscópicas.
El domingo la pasé genial, pese a que no pude ducharme del modo que yo quería por la ausencia total de agua caliente de las canillas, pero esta vez traté de no dejarme ganar por la indignación y acepté que era simplemente un mal comienzo, no iba a dejar que una boludez semejante me tenga de mal humor por el resto del día.
Ignoré sistemáticamente el partido Boca- River, si bien el domingo a la noche me interesé por ver el compacto del partido con las mejores jugadas y el gol que le dio el triunfo al equipo de mis amores (ups! frase cursi!).
Fui al parque con mis amigos y encontré tranquilidad, paz, espacio para conversar de los acontecimientos de la noche anterior y de otros vinculados a ella, para hacer filosofía barata y reflexionar sobre el sentido de la vida como hago todos los domingos cuando el sol empieza a caer.
A veces, la vida parece más sencilla de lo que es, y no está mal aprovechar ese espejismo (nótese que dije espejismo, NO ESCAPISMO) hasta que llegue el lunes y la rueda vuelva a girar.
Estamos en contacto, amigos, y gracias por soportar los incovenientes que tiene este blog.
Un abrazo, y hasta el próximo post.
10 de octubre de 2008
hablando de bueyes perdidos.
9 de octubre de 2008
Intentos fallidos y depresión en ciernes
Son días de recuperar viejos afectos, de hacer las paces, de cerrar heridas que parecían no cicatrizar nunca, de pensar el futuro. Días de presupuesto ajustado y de contar las monedas una por una, porque la maldita inflación carcome tus ahorros. Días de un post que quisiera ver publicado en un corto plazo porque este blog tiene tres años de presencia en la Red y no voy a tirar todo lo que hice por la borda, por culpa de cuestiones totalmente ajenas a mi voluntad.
Y otra vez, mientras redacto estas líneas, la pantalla de la TV me escupe imágenes de una mano misteriosa contando billetes verdes, de colas interminables en las casas de cambio para conseguir la codiciada divisa, de mercados bursátiles que se derrumban como castillos de arena, de un gobierno argentino totalmente inepto para reaccionar y dar un golpe de timón en un país donde todo está atado con alambre. Los que vivimos con lo justo, como quien esto escribe, no tenemos mucho de qué preocuparnos, y lo digo en este sentido: nuestro poder de decisión es totalmente nulo y no tenemos depósito alguno en el banco, de modo que si nos quieren sacar las pocas monedas que tenemos en los bolsillos tendrán que pegarnos un palo por la cabeza.
A la vuelta de la esquina
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