Quienes son asiduos lectores de este blog saben que el fútbol no está dentro de los tópicos que aquí se abordan. Sin embargo, la omniprescencia del Mundial en nuestras vidas ha hecho que me se sienta tentado de volcar algunas reflexiones conforme se iba desarrollando el torneo.
Hoy, la Selección quedó eliminada de la Copa del Mundo, por un categórico 4 a 0 contra Alemania. El partido se disputó por los cuartos de final, y desde hace 20 años el equipo nacional no logra avanzar más allá de esta instancia.
Como suele suceder, en los días sucesivos los periodistas deportivos, los opinólogos, y toda persona que haya visto el partido y que tenga acceso a un micrófono y a una cámara nos intentarán explicar los motivos del fracaso.
La derrota es huérfana. Mientras los resultados acompañaron, las críticas fueron tibias o condescendientes. Ahora, con los hechos consumados, es terreno fértil para que los inútiles que viajaron a Sudáfrica camuflados de periodistas saquen todo el veneno que tenían adentro. El rechazo a Maradona, la confusión de roles, y la sinceridad de que nunca le tuvieron fe al desempeño del plantel.
Me cuesta hilar más fino porque soy periodista, pero el periodismo deportivo tiene una extraordinaria capacidad para ensañarse con los perdedores, hostigarlos, humillarlos y cuestionarlos. Son funcionales al ánimo popular, van hacia donde los lleva el viento, y alguien los ha bautizado "periodistas panqueques". Vale aquí una aclaración: todos tenemos contradicciones, pero cuando uno cambia de opinión en cuestión de semanas y asume una postura diametralmente opuesta para hacerse eco del desencanto nacional, estamos en problemas.
Como todos los partidos que jugó Argentina, lo vi en la tranquilidad de mi casa, sufrí como si estuviera en el estadio y a medida que iban transcurriendo los minutos tomé conciencia de lo irreversible del resultado. No me gusta ir a bares o confiterías a ver este tipo de partidos, prefiero "padecerlos" en familia. Por alguna extraña razón, pasamos de la euforia al desconsuelo en cuestión de minutos. No sé si es un rasgo propio de los argentinos esa volatilidad, pero sin lugar a dudas la "pasión", la "mística" y todas esas boludeces no nos conducen a ningún lado.
Si hay algo que todos - hasta los más fanáticos- pudimos advertir, es que Alemania fue notoriamente superior, no sólo en el marcador sino en el desarrollo del partido. Y que, más allá de las provocaciones que hubo en la previa, el resultado es inobjetable. Quizás, cuando tengamos aspiraciones más modestas, nos sentiremos menos afectados cuando sucede un traspié deportivo. Si hacemos un análisis de todos los partidos de la Selección en el Mundial, hubo algunos momentos interesantes y otros para el olvido. Ahora ya es demasiado tarde para lágrimas. Los jugadores y el cuerpo técnico deberán hacer las valijas, y en ese sencillo acto de regreso sin gloria el país volverá a la normalidad.
Blog de Lobos, ARG, desde hace 18 años en la Web.
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