
Aunque falta más de un año para las elecciones, los tiempos se aceleran y el Gobierno trata de obtener un rédito político de cualquier acontecimiento social que pueda generar una movilización.
Honestamente, creo que al oficialismo le importa muy poco el matrimonio igualitario (o matrimonio gay). Más que un paso hacia la equidad, se manipuló el tratamiento de la Ley de un modo muy hábil para seducir a grupos que defienden esas causas. Atención: no estoy emitiendo juicio de valor alguno sobre la susodicha Ley, simplemente estoy diciendo que no resulta casual que se haya fogoneado su puesta en vigencia en un año preelectoral. Es muy probable que los gays y lesbianas que discrepaban seriamente con la gestión K ahora revean su actitud y les den un voto de confianza. Y aunque de trate de una minoría, todo suma al momento de ganarse el apoyo electoral de distintos movimientos sociales que fueron históricamente marginados. Será cuestión de analizar los hechos, de saber leer entre líneas, y de pensar muy bien que se esconde detrás de cada acción de gobierno. Porque de esta no se salva nadie: la oposición ha mostrado una incapacidad sorprendente para erigirse como una alternativa ante los ciudadanos y está siendo funcional al proyecto electoral de los K. Perdieron el tiempo en detalles intrascendentes mientras desde la Rosada lanzaron una batería de anuncios, muchos de ellos demagógicos y oportunistas, pero que fueron concretos y eficaces para llegar a la gente. En cambio, el discurso de la oposición no se entiende, es ambiguo, tremendamente endeble y carente de sustento. Existen sobrados motivos para criticar a este gobierno y complicarlo seriamente ante la Justicia, pero la oposición no se ha percatado y sigue encerrada en su propia burbuja. Del mismo modo en que ahora asistimos a una "burbuja del consumo", que tarde o temprano va a explotar. Nos estamos viendo pronto. Punto final.
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