Diciembre suele ser un mes convulsionado en esta Argentina siglo XXI. Desde el estallido social de fines de 2001, se ha convertido en una constante que la violencia gane las calles de todas las formas posibles. Ya de por sí, aunque aquella página negra nunca hubiera ocurrido, la gente común se muestra particularmente irritable y ansiosa, como si quisiera realizar en un mes todo lo que no hizo en los 11 anteriores. Es lógico pensar que hay un agotamiento mental en muchos que le pusimos primera en enero y todavía no nos dimos un respiro para "bajar un cambio". Estoy harto de quienes complejizan lo sencillo, y de los que quieren hacer simple lo complejo. Es algo muy común, si se ponen a pensar. Los problemas que uno tiene carecen de importancia para el resto, sin embargo, los ajenos parece ser que sí, y que uno tiene que escucharlos, intoxicándose con una serie de rollos de los más diversos. Los que laburamos en la calle estamos más expuestos, porque desde dificultades económicas, hasta desgracias familiares, la gente te cuenta, como si estuvieran en un confesionario. Realmente hay cosas mías que no puedo resolver, por lo tanto, tengo poca autoridad para resolver la vida de los otros. Puedo emitir una opinión a modo de consejo, pero no mucho más. Hay que tratar de lidiar con lo que nos depara cada día, y si bien es bueno desahogarse, no debe convertirse en un hábito.
Se termina un ciclo, pero hay quienes ven la vida como una continuidad, no la miden en meses o en años. Creo que es un buen enfoque, porque el 31 de diciembre no se termina nada, los hechos seguirán su curso, y deberemos afrontar situaciones ingratas o no tanto. De más está decir que no tengo ninguna expectativa en el Gobierno, que me decepcionó en casi todos los aspectos, y lo único que se puede hacer, es creer y confiar en que el propio esfuerzo dará sus frutos. Insistir, una y otra vez, para conseguir una publicidad, o para hacer un trámite, ir veinte veces hasta que al final les ganes por cansancio. Van a estar tan fastidiados de ver tu cara todos los días reclamando lo que es justo, que de alguna manera te darán una compensación. Porque como bien dice el tango: "el que no llora, no mama". Como sostuve alguna vez, la vida es una lucha, pero vale la pena dar pelea. Punto final.
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