Primer martes de otoño. El clima templado hizo que buena parte de la jornada transitara de un modo llevadero, sin mayores sobresaltos. En esta ocasión, a diferencia de la semana anterior, no tuve tantas idas y venidas para pagar deudas e impuestos, porque ya había logrado concluir con la mayoría de esos trámites. Eso me permitió dormir un poco más de lo normal, y emprender la tarea de redactar un par de notas que me había quedado pendientes. Siempre trato de ir un paso adelante, aunque no siempre lo consigo. Todavía no estoy realizando transmisiones en vivo por Instagram, porque si bien tiene la inmediatez de transmitir en tiempo real, es un complemento para tener la noticia antes de ponerse a redactar para un diario digital. Cada uno se maneja con las herramientas que tiene a su disposición en determinado momento. De todos modos, privilegio la redacción antes que transmitir un video, porque le podés dar tu impronta a lo que escribís.
No me interesa mirar la paja en el ojo ajeno. Compito conmigo mismo, para mejorar y brindar un producto que contenga información. Y soy el primero en tener espíritu crítico hacia mi propio trabajo, porque pocas veces estoy conforme del todo con lo que acabo de publicar. Son detalles que el lector quizás no percibe pero que uno analiza al momento de darle forma a un texto.
En resumen, llego a la tarde/noche de este martes 23 más relajado que hace una semana atrás, toda una rareza. En esta profesión hay notas o reportajes que hacés con gusto, porque realmente lo que dice el entrevistado te interesa y lo considerás relevante, y otras que son pura cháchara. En este último caso, le dedico el menor espacio posible, sin alterar la fidelidad a las declaraciones que hizo esa persona. Hay gente que se vuelve muy demandante porque su ego le pide protagonismo y te insisten para que les hagas una nota, que sólo contribuye a promocionarse ellos mismos en base a acciones insignificantes para el público. Por suerte, a la mayoría de esos megalómanos ya los tengo identificados, y en consecuencia lo mejor es decirles todo que sí y olvidarse que existen. Si tienen éxito en otros medios y logran su cometido, me tiene sin cuidado. En lo que a mí respecta, no me suma ni me resta.
Lo que verdaderamente vale la pena, es conseguir una nota que "a priori" sabés que es difícil de concertar, cuando tenés que pasar por varios filtros antes de que finalmente puedas sentarse cara a cara con quien vos querías hablar. Nunca se graba al entrevistado sin su consentimiento. Quizás otros medios lo hacen, pero por una cuestión ética no es mi forma de trabajar. Y lo que se dice fuera de grabador, o en "off the record", queda así. Tu interlocutor te está pidiendo reserva para hablar un tema puntual, y aceptar hacerlo con la condición de que no sea publicado, salvo como un rumor. Aceptar y respetar ese acuerdo tácito es una manera de demostrar confianza.
Anticiparse demasiado a los hechos nunca es bueno, porque las personas cambian y por lo tanto, las decisiones que toman. Eso pasa en la Argentina desde hace más de 30 años, cuando asume un gobierno que te habla de la herencia recibida y de tierra arrasada como argumentos para tomar medidas impopulares. Después, en todo caso, ellos mismos se encargarán de arrasar aún más con lo poco que quedaba en pie, inventando cargos totalmente inútiles para complacer a militantes y amigos. El Estado gasta miles de millones en pagar el sueldo de estos parásitos, cuyo único mérito es haber sido fiel a "la causa". Todo esto no sorprende, pero no deja de indignarme, porque ni siquiera son idóneos, actúan como si fueran una fuerza de choque entre las sombras. A la piba de 18 años que se vacunó de COVID no la conocía nadie hasta que el caso se hizo público y ensayó una justificación insólita. No es descabellado suponer que este tipo de irregularidades se multiplican por doquier. Punto final.
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