Siempre se puede estar mejor, aun en el escenario más desolador. No solamente hay que cuidar la salud física, sino mental. Evitar engancharse con cualquier comentario o rumor que escuchamos por TV es un buen comienzo. No se trata de vivir aislados de lo que pasa o de permanecer en una burbuja por tiempo indeterminado, sino de "dosificar" la información de nos llega. Rescatar lo importante y esencial. Por supuesto que no es nada fácil en una sociedad que vive hiperconectada. En mi condición de periodista trato de evitar el sensacionalismo porque entiendo que la gente está, precisamente, muy sensible (además de que no es mi estilo de informar). He pasado momentos muy difíciles en mi vida, y posiblemente en el futuro me toque afrontar otros peores. Es por eso que trato de no pensar a largo plazo.
Lo que puedo afirmar, es que haber logrado superar situaciones sumamente ingratas, me otorga el convencimiento de que podré hacerlo nuevamente cuando se presente la ocasión. Pero ninguno de nosotros está preparado para lo que vendrá, por una razón muy simple: lo desconocemos. Por ejemplo, 2012 fue uno de los años más difíciles que tuve que afrontar. Para el común de la gente fue un año más, para mí no (no diré los motivos). Hay algo muy curioso que me pasa, y es que puedo distinguir el siglo pasado en décadas, pero cuando empezó este nuevo milenio, me desconcertó. Me parece insólito que hayan transcurrido 21 años desde el 2000. No sé si fue porque hubo pocas cosas que me marcaron, o qué. Recuerdo el 2003 como un año en que todos teníamos mucha esperanza (otra vez) en un futuro mejor. Ganó Kirchner, que consiguió logros importantes durante su presidencia, pero luego de un tiempo se empezó a pudrir todo otra vez. En 2003 logré publicar mi primera nota en un medio gráfico (me pagaron con "patacones" la cuasimoneda de entonces).
2008, fue un buen año en lo personal, ahora que lo pienso bien, me vienen a la memoria buenos recuerdos. Después, es como que se me hizo una "laguna", puedo evocar varios momentos buenos pero no siempre consigo precisar cuándo ocurrieron, a menos que recurra al archivo de este mismo blog, o a recapitular cómo me sentía yo en aquel entonces. A veces es la propia mente la que juega con vos para mantener ciertas cosas en un piadoso olvido. Quizás por eso, una de mis frases favoritas, es: "No pierdas tu tiempo intentando recordar cosas que nunca te importaron de verdad".
Este último día de mayo lo encaro, inevitablemente, pensando en nuevos desafíos. Mañana entramos en la segunda mitad del año, en el "segundo semestre", como le gustaba declamar a Macri. Y todo está por verse. Intento ser optimista, pero creo que para reforzar esa actitud necesitamos de hechos concretos que nos hagan pensar lo que mencionaba al principio, es decir, que lo que venga será mejor.
Estoy harto conmigo mismo de escribir sobre el maldito virus, pero como es algo que nos cambió radicalmente, en determinados casos se vuelve inevitable. ¿Es posible alejarse de todo esto, cambiar el foco aunque sea por un momento? Sí, sin embargo, para conseguirlo se debe apelar a otras formas de tener el bocho entrenado, como leyendo un buen libro, viendo una película, sabiendo que es un escapismo, como la mayoría de las cosas que hacemos en los ratos de ocio. Aprender a llenar las horas ociosas con algo productivo es más difícil de lo que parece. Y si no, preguntale a un preso que tiene una condena de cinco años o más. O te morís de angustia y desesperación, o aprendés a sobrevivir con los códigos tumberos. Justamente estuve leyendo hace poco un libro muy interesante sobre la rutina de los presos en la cárcel. Nos estamos viendo en junio. Punto final.