Hay un posteo de Facebook, bastante popular parece, que comienza diciendo "Somos una generación que nunca más volverá". El texto, que por los términos que utiliza seguramente lo escribió un mexicano o alguien de un país cercano, enumera una serie de banalidades que nosotros, los jóvenes de ayer, acostumbrábamos hacer cuando éramos chicos. Eso es verdad, pero se cae en la nostalgia inútil y en romantizar el pasado. De hecho, ayer, festejamos con un grupo de ex compañeros los 25 años de egresados. O graduados, como se dice ahora.
Lo más rescatable es que, aunque abundan las anécdotas, nadie hizo un uso excesivo de ese recurso. Era algo que sobraba, porque si convivimos cinco años en un aula, obviamente que compartimos buena parte de nuestras vidas.
El presente nos encuentra a cada uno en caminos totalmente distintos, y a veces lo más interesante termina siendo eso, qué fue de nosotros en estos 25 años. Por no mencionar, que aceptamos participar de un encuentro voluntariamente. Vale decir, que nadie estaba obligado a ir; las amonestaciones e inasistencias de los boletines habían quedado demasiado atrás. ¿Es bueno mirar atrás? Realmente no lo sé, para algunas cosas es útil, una suerte de rescate emotivo. Y para no repetir aquellos errores que nos costaron más que un disgusto.
Primero se ofició una Misa, a la cual nadie le dio mucha bola, excepto al final, cuando nos entregaron una pequeña medalla a los egresados 25, 26, y 50. Lo del número 26, puede explicarse ya que, debido a la pandemia, el año pasado no se realizaron este tipo de actos. Con un amigo, llegamos un poco tarde, y creo que fue lo mejor que nos pudo pasar, ya que habían colocado unas sillas fuera del Templo y de esa manera le restaba un poco de formalidad al asunto. Después fuimos al edificio actual del Colegio, donde compartimos un brindis, y nos invitaron a recorrer las instalaciones, que yo ya más o menos conocía. El edificio es francamente horrible, bien podría parecerse a un Hospital, un verdadero elefante blanco. Además, poco tenía que ver con el lugar donde nosotros estuvimos, que ya es totalmente diferente y allí mismo funciona ahora otra escuela. La última foto que alguien sacó antes de que esto sucediera, mostraba al patio sucio y con yuyales, el mismo patio que fue testigo de tantos recreos y actos patrios.
Todo finalizó con una cena, a la que no concurrieron todos. Yo dudé hasta último momento, pero terminé sumándome a la invitación. Era un lugar con aspecto rústico, una suerte de "Wine Bar", donde lo que menos importaba era la comida, y te servían copas de diferentes vinos supuestamente buenos, algo que yo no percibí, porque son contadas las ocasiones en las que tomo vino. Pero bueno, alguien sugirió ir allí, y una vez que nos sentamos, ya no había marcha atrás. Traté de pasarlo lo mejor posible, y cuando nos dispusimos a pagar, ya eran cerca de las 2 de la madrugada. Hubo un grupúsculo que quería seguir de gira, pero yo ya estaba muy cansado, por lo tanto me retiré invicto e ignoro lo que pasó después. Este domingo me desperté más tarde que lo habitual, la lluvia continuaba siendo intensa, y recién cesó a las cinco o seis de la tarde. No hay mucho más para agregar, o quizás sí. Pero quedará para otra oportunidad, cuando las pilas de fotos que cada uno sacó con sus celulares me hagan surgir nuevas sensaciones, que de seguro las habrá. Nos estamos viendo pronto. Punto final.
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