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14 de marzo de 2009
Siéntese, tomemos un café
Fin de semana lluvioso en la ciudad. Se me ha presentado la excusa perfecta para no frecuentar bares y ahorrarme unas monedas. Probablemente pase la noche viendo una película, siempre que no supere las dos horas, como máximo, de duración. Parece que los cineastas creen necesario filmar películas de tres horas para que la Academia, la crítica especializada y todo el submundo de snobs y falsos intelectuales los tomen en serio. A mí una película que dura tres horas me aburre, excepto que el director utilice los recursos adecuados para evitar que uno caiga en el tedio y comience a plantearse la posibilidad de leer un libro. Por lo general, a mí me cuesta leer de noche en la cama, me da sueño, se me confunden las letras, mi mente divaga por cualquier cosa mientras el autor del libro está tratando de explicarme con su mejor buena voluntad los cambios de la Revolución Rusa, por ejemplo. No importa de qué texto se trate, necesito buscar lugares adecuados para leer, en lo posible que estén iluminados con luz natural. Ya sé que me estoy poniendo demasiado exquisito, en realidad lo que importa es encontrar un libro con el cual sientas una conexión, de lo contrario puede ser que lo leas de principio a fin, pero será tiempo perdido. Yo creo definitivamente en ese "ida y vuelta" entre autor y lector, porque el autor escribe para un público, y se supone que desarrolla su obra en función de ese público. se trata de un factor que a veces lo condiciona (como al "historiador de moda", Felipe Pigna) y en otros casos, si se trata de un escritor versátil y consagrado, tendrá la suficiente intuición para guiar sus rumbos literarios en otra dirección.
Siempre hay una buena excusa
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