Se baja el telón
de la tarde del viernes en la ciudad, y uno advierte cómo paulatinamente las
horas de luz solar se fueron esfumando para dejar su lugar a un anochecer cada
vez más prematuro. Ya no siento tanta expectativa como antes respecto del fin
de semana. Lo tomo como una buena oportunidad para descansar y disfrutar de
alguna actividad cultural, pero en lo que respecta a mis salidas nocturnas,
creo que ya van menguando a medida que uno busca otros intereses. De todas maneras,
sigo yendo al Bar de La Porteña, porque es un lugar donde me siento a gusto. El día que eso no ocurra, será momento de elegir otro palenque donde rascarse. Tomar una cerveza y escuchar música en compañía de amigos
es un plan sencillo pero gratificante. Todo lo demás que uno quiera imaginarse
parte del encuentro, de generar un buen momento.
Y en tal sentido, debemos entender que los buenos momentos no
se construyen solos, espontáneamente. Requieren de personas te ayuden a dejar de lado, aunque
sea por un rato, la rutina de la semana para crear un clima de distensión.
Trato de ser
optimista respecto al futuro. La mayoría de los textos que escribo no están
basados en noticias de actualidad, aunque a veces un tema resulta de una
repercusión tal que uno no puede obviarlo. En lo personal, el hecho de redactar
me motiva a seguir mejorando. La formación académica recibida posibilitó mi
desarrollo profesional, pero si no sabés adaptar la teoría a la práctica, no
sirve para nada.
A decir verdad, todo lo que nos pasó en cada etapa de la vida forma parte de un complejo
entramado de personas y sucesos, que a veces preferimos olvidar. Seguramente si
existiera una "píldora para el olvido", las farmacias estarían saturadas de clientes ávidos de borrar de su mente un desengaño amoroso, o bien un momento que quedó signado por el ridículo. Punto final.
Detrás de cada CV que es enviado a los comercios o empresas, está la esperanza de una persona que necesita un empleo. Hay una historia, hay una ilusión de alcanzar una fuente de trabajo, aún cuando los eventuales empleadores se cuiden bien de no darse a conocer. Porque la modalidad más frecuente en estos tiempos supone enviar el CV a una casilla de correo postal o a una dirección de mail. Sin embargo, el postulante debe dejar asentado todos sus datos, incluida su foto, de forma tal que no sería extraño pensar que en la búsqueda laboral se determina el perfil de la persona por "portación de cara" y no se tiene en cuenta su idoneida para el puesto requerido.
Todos quienes hemos enviado un currículum alguna vez sentimos lo mismo: el entusiasmo porque apareció un aviso en el diario, la expectativa de ser llamados para una entrevista, y la decepción cuando esto no ocurre. Yo prefiero que me entrevisten y que me digan abiertamente que no voy a ser tenido en cuenta, antes de perder el tiempo con los pasos previos. Quiero ver la cara de la persona que va a decidir si obtendré el empleo o no, así como mi entrevistador podrá tener un contacto conmigo y fundamentar su decisión. Lamentablemente, el mercado laboral está tan bastardeado que ya no hay marcha atrás. Con la aparición de las consultoras, a las empresas les quitaron un "problema" de encima y ahora la decisión la toman un grupo de inescrupulosos para los cuales uno no es una persona: ahora se estila denominar a los trabajadores "recursos humanos". Somos nada más que eso: recursos al servicio de un sistema vergonzoso y denigrante para quien busca trabajo. Y si tenés la suerte de llegar a la instancia de la entrevista, es probable que te den una hoja y una lapicera para que hagas dibujitos pelotudos, o que te hagan escribir unas líneas para tomarte un test de grafología. Parece ser que ese es el concepto de tienen de los postulantes: la manipulación, el análisis de cada una de nuestra conductas, el tratarnos como si fuéramos ratas de laboratorio. Finalmente, habrá alguien que sorteará todos estos escollos y que será elegido para el puesto, se sentirá feliz por la novedad, y trabajará solo, aislado en un cubículo con una computadora, atendiendo llamados telefónicos, boludeando con el Messenger, o intentando persuadir a otros de comprar objetos inútiles (es decir, un auténtico Telemarketer). El tiempo pasará y por esas cosas del destin,oesta persona a la larga podrá ser tenida en cuenta para un nivel jerárquico superior, instancia en la cual aprovechará para humillar y maltratar a quienes estar a su cargo, en una suerte de venganza y revanchismo absurdo por el mismo maltrato que el recibió cuando no era más que una aguja en el pajar. Nos han enseñado que ése es el camino del éxito, el que siguen los famosos "emprendedores", cuando en realidad nos encaminamos hacia el trabajo mal remunerado y poco calificado, sustentado en una política de mano de obra barata y de elegir personal "a dedo". Quizás por todo esto, ya no me enojo tanto cuando llamo a un Servicio de Atención al Cliente y me atiende una señorita que no sabe dar la mínima respuesta a mis reclamos o demandas. Como decía Roger Waters, no son más que otro ladrillo en la pared.
En uno de sus discursos más recientes, la Presidenta calificó a la oposición como "un rejunte". Se puede estar de acuerdo o no con esa afirmación, pero lo que resulta evidente es que lo heterogéneo de la oposición hace que muestre fisuras y que pierda fuerza en el Congreso. Ahora bien, ¿acaso quienes integran el Gobierno no son un rejunte? Tenemos a menemistas y duhaldistas conversos que rápidamente lograron salvarse del naufragio con el salvavidas oficialista. Quizás por eso, porque ellos hacen lo mismo que cuestionan, la frase presidencial no me convence. No es menos cierto que la oposición subestimó el complejo entramado kirchnerista en el Senado y creyó que de ahora en más podría derrotar al oficialismo en cualquier votación, sin tener en cuenta que hay varios senadores que les deben favores a este Gobierno, ya sea por los fondos de coparticipación de sus respectivas provincias, o por la promesa de acceder a un cargo de segunda línea. Son tiempo s de aguas turbulentas, con un Gobierno que a cada rato nos quiere hacer creer que hay "intentos destituyentes". Cuando el radicalismo fue gobierno, luego del retorno de la democracia, no pudo concluir el mandato (primero con Alfonsín y luego con De la Rúa), y en ambos casos hubo imágenes de supuestos saqueadores en supermercados, que para mi sorpresa, en lugar de llevarse alimentos para saciar la hambruna y la miseria, se llevaban heladeras, computadoras o lavarropas. Esto no me lo contaron, yo lo vi, y si bien quizá sea exagerando decir que el PJ actuó de un modo destituyente, siempre existieron sospechas acerca de la veracidad de aquellos saqueos que encendieron la mecha de un estallido social. Si miramos hacia 2011, me he encontrado con personas que aseguran que no votarían nunca al actual Vicepresidente Julio Cobos por considerarlo un "traidor". Mi opinión es que con su voto en el Senado, Cobos actuó de acuerdo a sus convicciones y puso fin a un conflicto con el campo que ya llevaba meses y amenazaba con poner en serio peligro la gobernabilidad. Creo que pacificó al país, simplemente diciendo que no, aun a pesar de que integra la fórmula presidencial y como tal se esperaba que votara conforme la línea de los "halcones" del Gobierno. Me molesta cuando desde el oficialismo salen en busca de teorías conspirativas o de traiciones para justificar su propia inoperancia. Si Cobos hubiera votado afirmativamente, todavía estaríamos con el campo en pie de guerra, con una gran tensión social y con una visión terriblemente distorsionada de lo que debe ser la "lealtad" tal como la entiende la pareja K.
Hay una creciente sensación de frustración y hastío ante cada nuevo anuncio que se hace desde Olivos. Las palabras van perdiendo fuerza, se resquebrajan, se erosionan ante la realidad de los hechos. Pero que se hagan cargo de la responsabilidad que asumieron, que se banquen la presión y las demandas de la sociedad y que se queden hasta el final del mandato, como corresponde. Si no quieren consensuar, se les hará cuesta arriba seguir adelante, y ellos lo saben, pero no están dispuestos a ceder. Y siempre, en una negociación, alguien tiene que ceder.
Hoy, después de varias semanas, fui a caminar al Parque en compañía de un amigo y debo decir que me sentí realmente bien. Como podrán comprobar, me conformo con poco. En este momento no puedo ir al gimnasio y debo buscar alguna manera de mantenerme en forma. Por supuesto, no es lo mismo. El gimnasio es mucho más completo porque permite trabajar todos los músculos del cuerpo, además de ser un ámbito en el cual uno puede socializar y hacerse de amigos (o al menos, conocidos). Pero bueno, es lo que hay, e intento disfrutar de una buena caminata. Trato de dejar de fumar, o como último recurso, de fumar menos, y considero que el Parque es uno de los pocos lugares cerca de la zona urbana donde se puede respirar aire puro.
Cambiando de tema, creo que estoy fuera de onda, pero todavía no termino de entender la fiebre que existe por Facebook, la "red social" de moda. El Fotolog (y por ende, los floggers) parece haber caído en desuso, y Facebook se presenta como una alternativa para buscar "amigos". Conozco personas que frecuentan Facebook y que tienen en su lista de contacto cientos de supuestos amigos. Ahora bien, ¿cómo es la cosa? ¿Son amigos reales, con los cuales podés sentarte a tomar un café y a hablar de boludeces? ¿O son simplemente meros conocidos o familiares que uno agrega casi por un compromiso? Creo que el significado de la amistad está bastante bastardeado, y hay gente a la que le gustaría que Fulano de Tal fuera su amigo, y como no puede mantener una amistad genuina, se conforma con agregarlo al Facebook. A veces puede que parezca un viejo resentido ante lo nuevo, pero déjenme decirles que precisamente el hecho de envejecer hace que uno tenga menos tolerancia a estas tendencias que se dan en Internet. Seguramente habrá personas que han encontrado con familiares o amigos que hacía mucho tiempo que no veían gracias a Facebook, pero creo que son casos minoritarios. A veces es bueno ver qué es lo que hay debajo de la hojarasca.
Han pasado varios meses y todavía se sigue discutiendo si corresponde o no que se tome parte de las reservas del Banco Central para el pago de deuda pública. Se han escuchado hasta el hartazgo discursos a favor y en contra, y precisamente me quiero detener en este punto, en el hartazgo. ¿Hasta cuándo seguiremos con esta novela que cada día escribe un nuevo capítulo? La Presidenta, que se regodea con su oratoria grandilocuente ante los foros más variopintos, debería saber que todo tiene un límite. El malhumor y el hastío de todos los argentinos es evidente. Y podemos hacerlo extensivo a lo que sucede con los noticieros de TV, que todos los días nos castigan con informes de asaltos, robos, secuestros y asesinatos. Se hace un culto de la marginalidad y de las miserias humanas con la exhibición obscena de la violencia cotidiana. Se pueden difundir noticias alentadoras sin ser oficialista u obsecuente. Se puede lograr un producto informativo de calidad sin pretender darnos la imagen de que Buenos Aires es tierra de nadie y que impera la ley de la selva, y las inundaciones, y los pungas, los motochorros, los pibes que se drogan el Plaza Once, los travestis que ofrecen sus servicios en Palermo, y la lista sigue... como periodista, me da asco ese modo de plantear la realidad. Necesitamos motivos para creer que se puede seguir luchando, que el esfuerzo vale la pena, que la persona que trabaja no es un gil. Y los medios tienen que promover el desarrollo de una sociedad en la cual haya objetivos claros y definidos. Porque nuestro gran problema ha sido siempre que no nos ponemos de acuerdo en el modelo de país que queremos. Somos tan volátiles e inestables emocionalmente que pasamos de la euforia a la indignación. Un ejemplo elocuente es que el argentino promedio no se hace cargo de haber votado a Menem: lo demoniza, lo culpa de la destrucción de la industria y del empleo, de la decadencia de los valores, es decir, de todas las cosas que él ha propiciado como ciudadano y nunca tuvo la dignidad de reconocer. No sé, hoy es domingo y quizá me da por redactar textos como éstos en los cuales les digo que ya estoy harto de que nos traten como estúpidos, como torpes marionetas en esta compulsa que existe entre los medios y el Gobierno. Nos estamos enfermando de vivir así y seguimos sin poder ponerle freno a esta locura colectiva. Si de algo estoy convencido es de que este modo de vivir definitivamente nos conduce al choque, a la violencia, y quizás a una inexorable erosión de las leyes que rigen nuestra sociedad.
Hay un viejo dicho que reza: “si se puede evitar, no es un accidente”. Precisamente, la intención de este artículo es generar conciencia sobre la proliferación de siniestros que tienen como protagonistas a ciclistas y peatones. No nos referiremos en esta oportunidad a los accidentes automovilísticos, dado que es un tema que ya se ha abordado en varias oportunidades.
Entendemos que muchos vecinos tienen a la bicicleta como único medio de locomoción, pero suele observarse, en las calles céntricas, cómo los rodados van a alta velocidad haciendo zigzag entre los autos, con el consiguiente peligro que ello implica. Ello también sucede en los accesos a la ciudad, en la Av. Yrigoyen y en el acceso a la Ruta 41. En el Puente Distribuidor no hay iluminación suficiente, y hay personas que para mejorar su estado físico salen a caminar de noche porque sus compromisos laborales no les permiten otro horario. La visibilidad es escasa y ello trae aparejado un eventual accidente.
Excepto los ciclistas profesionales, o los que tienen una “mountain bike” provista de algún accesorio, muy pocos llevan una luz en la bicicleta. En la oscuridad, ciclistas y peatones ponen en riesgo su vida casi sin darse cuenta.
Existe muchos sitios donde se puede caminar, disfrutar del aire libre y hacer actividad física, tales como el Parque Municipal, los senderos de la Plaza Tucumán o la bicisenda de la calle Angueira, que resultan menos riesgosos. Obviamente, cada uno tiene derecho a caminar donde prefiera, pero hacerlo por la ruta no parece ser la opción más segura.
Otra cuestión en la que vale la pena insistir, también referida a los ciclistas, tiene que ver con el comportamiento irresponsable de muchos de ellos, que circulan por las calles de la zona céntrica (especialmente por las que rodean a la Plaza 1810) zigzagueando entre los automóviles, sin respetar en lo más mínimo la normativa vigente que establece que los ciclistas deben circular por la mano derecha de la calzada.
El tránsito se ha convertido en una cuestión sensible para las autoridades. Todos los días se presentan vecinos para iniciar el trámite de la licencia de conducir y ello obviamente supone que habrá más automovilistas. Faltan vías de acceso que descongestionen el tránsito y que permitan salir rápidamente a la ruta, como es el caso de la Av. Yrigoyen y la calle Necochea.
Con respecto a las motos, vemos cotidianamente cómo montados en un rodado circula su conductor con dos o hasta tres criaturas en el asiento trasero, que carecen del casco reglamentario y ponen en serio peligro la integridad física de los menores. Y, por supuesto, ya han una práctica poco feliz que se ha convertido en un “clásico”, como es llevar el casco de la moto bajo el brazo, y tratar de colocárselo lo más rápido posible en caso de divisar la presencia de los inspectores de Tránsito. En el caso de los comercios que prestan el servicio de “delivery”, hay que destacar como un hecho positivo que la mayoría de ellos se ha comprometido a que sus empleados usen casco, pero a veces el apuro por entregar a tiempo un pedido (generalmente pizzas o helados) hace que conduzcan a alta velocidad con idéntica actitud a la que mencionábamos sobre las bicicletas.
Los fines de semana, en la popular “vuelta al perro” que los lobenses damos por las calles del Centro, el tránsito se vuelve caótico. El problema es que los inspectores no dan abasto para realizar los operativos y además no pueden sacrificar sus horas de descanso para estar pendientes de estas peligrosas maniobras, en las cuales, por citar un caso, no se respeta la distancia reglamentaria que debe haber entre un vehículo y otro. Los autos tipo “tunning”, que se han vuelto muy populares, cuentan con costosos equipos de sonido y acostumbrar poner la música a todo volumen, lo cual distrae la atención del resto de los automovilistas. Creemos que hay cosas que se pueden corregir en la medida en que cada uno de nosotros fuéramos más solidarios y no comportarnos como niños de escuela que esperan hacen alguna travesura sin ser vistos mientras la maestra escribe en el pizarrón.
Esto seguramente ya lo he dicho otras veces, pero no importa: Cualquiera que se dedique a escribir, comprenderá cómo cuesta expresar una idea sin ofender a nadie. Por eso, a menudo, uno se "autocensura". De hecho, hay cosas sobre las cuales me gustaría hacer foco para agitar un poco las aguas. Si no lo hago es para evitar una confrontación que no conducirá a ninguna parte. Tengo mis convicciones y trato de defenderlas, pero no tengo ganas de perder tiempo en una discusión en la cual mi interlocutor se considera el dueño de la verdad.
Mis opiniones sobre este Gobierno (o cualquier otro que haya estado antes) podrán irritar a algunos, pero francamente no puedo evitar indignarme cuando percibo cómo vamos perdiendo la capacidad de reacción y nos acostumbramos a dar por sentado que todo seguirá así, a que la ilegalidad se convierta en un modo de vivir, y tantos otros incisos que sería largo mencionar.
Cambiando de tema, hace tiempo que no escucho un programa completo de Dolina. La señal de Radio Nacional no tiene la nitidez ni la potencia de la de Radio 10, y además entre el Himno Nacional y un micro alusivo al Bicentenario se desperdician varios minutos antes de que comience el programa. No obstante, las pocas veces que lo escuché durante esta temporada, siento que ya no es lo mismo: esa "chispa", esos guiños al radioescucha, esa agilidad y rapidez para salir siempre con un as bajo la manfa. No sé que pensar al respecto, será que ya me he hartado de Dolina y me niego a admitirlo o quizás, efectivamente, la calidad del programa haya mermado.
Como el fútbol ha dejado de interesarme hace rato, los días en que las emisoras de AM transmiten partidos se asemejan a los discursos por Cadena Nacional. No hay posibilidad de escuchar otra cosa, excepto Radio 10, que no transmite partidos de ninguna clase. A veces siento que la decadencia de la televisión también llegó a la radio, y que las viejas glorias de la radiofonía, como Cacho Fontana o Pinky, deben percibir esto con más claridad que yo porque han trabajado en el medio. Son de otra época, claro está, pero aun así, saben cómo hacer bien las cosas.
El problema de fondo es claro: Se parte de la idea de que no es rentable ofrecer un programa de calidad porque no tendrá audiencia. Y hay además una cuestión de costos: es más barato hacer un programa de chimentos (con "guerra de vedettes" incluida) que pagarle el sueldo a un grupo de panelistas de un programa periodístico.
Disco recomendado del día: Lady Gaga, "The Fame Monster" (2009)