4 de marzo de 2010

La responsabilidad, un bien escaso

Hay un viejo dicho que reza: “si se puede evitar, no es un accidente”. Precisamente, la intención de este artículo es generar conciencia sobre la proliferación de siniestros que tienen como protagonistas a ciclistas y peatones. No nos referiremos en esta oportunidad a los accidentes automovilísticos, dado que es un tema que ya se ha abordado en varias oportunidades.

Entendemos que muchos vecinos tienen a la bicicleta como único medio de locomoción, pero suele observarse, en las calles céntricas, cómo los rodados van a alta velocidad haciendo zigzag entre los autos, con el consiguiente peligro que ello implica. Ello también sucede en los accesos a la ciudad, en la Av. Yrigoyen y en el acceso a la Ruta 41. En el Puente Distribuidor no hay iluminación suficiente, y hay personas que para mejorar su estado físico salen a caminar de noche porque sus compromisos laborales no les permiten otro horario. La visibilidad es escasa y ello trae aparejado un eventual accidente.

Excepto los ciclistas profesionales, o los que tienen una “mountain bike” provista de algún accesorio, muy pocos llevan una luz en la bicicleta. En la oscuridad, ciclistas y peatones ponen en riesgo su vida casi sin darse cuenta.

Existe muchos sitios donde se puede caminar, disfrutar del aire libre y hacer actividad física, tales como el Parque Municipal, los senderos de la Plaza Tucumán o la bicisenda de la calle Angueira, que resultan menos riesgosos. Obviamente, cada uno tiene derecho a caminar donde prefiera, pero hacerlo por la ruta no parece ser la opción más segura.

Otra cuestión en la que vale la pena insistir, también referida a los ciclistas, tiene que ver con el comportamiento irresponsable de muchos de ellos, que circulan por las calles de la zona céntrica (especialmente por las que rodean a la Plaza 1810) zigzagueando entre los automóviles, sin respetar en lo más mínimo la normativa vigente que establece que los ciclistas deben circular por la mano derecha de la calzada.

El tránsito se ha convertido en una cuestión sensible para las autoridades. Todos los días se presentan vecinos para iniciar el trámite de la licencia de conducir y ello obviamente supone que habrá más automovilistas. Faltan vías de acceso que descongestionen el tránsito y que permitan salir rápidamente a la ruta, como es el caso de la Av. Yrigoyen y la calle Necochea.

Con respecto a las motos, vemos cotidianamente cómo montados en un rodado circula su conductor con dos o hasta tres criaturas en el asiento trasero, que carecen del casco reglamentario y ponen en serio peligro la integridad física de los menores. Y, por supuesto, ya han una práctica poco feliz que se ha convertido en un “clásico”, como es llevar el casco de la moto bajo el brazo, y tratar de colocárselo lo más rápido posible en caso de divisar la presencia de los inspectores de Tránsito. En el caso de los comercios que prestan el servicio de “delivery”, hay que destacar como un hecho positivo que la mayoría de ellos se ha comprometido a que sus empleados usen casco, pero a veces el apuro por entregar a tiempo un pedido (generalmente pizzas o helados) hace que conduzcan a alta velocidad con idéntica actitud a la que mencionábamos sobre las bicicletas.

Los fines de semana, en la popular “vuelta al perro” que los lobenses damos por las calles del Centro, el tránsito se vuelve caótico. El problema es que los inspectores no dan abasto para realizar los operativos y además no pueden sacrificar sus horas de descanso para estar pendientes de estas peligrosas maniobras, en las cuales, por citar un caso, no se respeta la distancia reglamentaria que debe haber entre un vehículo y otro. Los autos tipo “tunning”, que se han vuelto muy populares, cuentan con costosos equipos de sonido y acostumbrar poner la música a todo volumen, lo cual distrae la atención del resto de los automovilistas. Creemos que hay cosas que se pueden corregir en la medida en que cada uno de nosotros fuéramos más solidarios y no comportarnos como niños de escuela que esperan hacen alguna travesura sin ser vistos mientras la maestra escribe en el pizarrón.

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