7 de marzo de 2010

Es momento de decir basta

Han pasado varios meses y todavía se sigue discutiendo si corresponde o no que se tome parte de las reservas del Banco Central para el pago de deuda pública. Se han escuchado hasta el hartazgo discursos a favor y en contra, y precisamente me quiero detener en este punto, en el hartazgo. ¿Hasta cuándo seguiremos con esta novela que cada día escribe un nuevo capítulo? La Presidenta, que se regodea con su oratoria grandilocuente ante los foros más variopintos, debería saber que todo tiene un límite. El malhumor y el hastío de todos los argentinos es evidente. Y podemos hacerlo extensivo a lo que sucede con los noticieros de TV, que todos los días nos castigan con informes de asaltos, robos, secuestros y asesinatos. Se hace un culto de la marginalidad y de las miserias humanas con la exhibición obscena de la violencia cotidiana. Se pueden difundir noticias alentadoras sin ser oficialista u obsecuente. Se puede lograr un producto informativo de calidad sin pretender darnos la imagen de que Buenos Aires es tierra de nadie y que impera la ley de la selva, y las inundaciones, y los pungas, los motochorros, los pibes que se drogan el Plaza Once, los travestis que ofrecen sus servicios en Palermo, y la lista sigue... como periodista, me da asco ese modo de plantear la realidad. Necesitamos motivos para creer que se puede seguir luchando, que el esfuerzo vale la pena, que la persona que trabaja no es un gil. Y los medios tienen que promover el desarrollo de una sociedad en la cual haya objetivos claros y definidos. Porque nuestro gran problema ha sido siempre que no nos ponemos de acuerdo en el modelo de país que queremos. Somos tan volátiles e inestables emocionalmente que pasamos de la euforia a la indignación. Un ejemplo elocuente es que el argentino promedio no se hace cargo de haber votado a Menem: lo demoniza, lo culpa de la destrucción de la industria y del empleo, de la decadencia de los valores, es decir, de todas las cosas que él ha propiciado como ciudadano y nunca tuvo la dignidad de reconocer.
No sé, hoy es domingo y quizá me da por redactar textos como éstos en los cuales les digo que ya estoy harto de que nos traten como estúpidos, como torpes marionetas en esta compulsa que existe entre los medios y el Gobierno. Nos estamos enfermando de vivir así y seguimos sin poder ponerle freno a esta locura colectiva. Si de algo estoy convencido es de que este modo de vivir definitivamente nos conduce al choque, a la violencia, y quizás a una inexorable erosión de las leyes que rigen nuestra sociedad.

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