30 de abril de 2010

Ultimo día del mes...

Ha llegado el día 30, y casi sin darnos cuenta vamos ingresando a la segunda mitad del año. Queda mucho por recorrer, es cierto, sobre todo si tenemos en cuenta que el movimiento político y cultural recién se reanuda plenamente en marzo, cuando termina el verano.
Tal vez hoy no esté muy inspirado al momento de redactar estas líneas, pero quería escribir algo para decirle adiós a este abril que me tuvo bastante atareado y que hizo que no pudiera actualizar el blog con la frecuencia que yo quisiera.
Por las noches, luego de cenar, me acuesto temprano e intento dormitar hasta la medianoche, cuando empieza el programa de Dolina. Escucho media hora, o un poco más, y luego hago zapping con otras radios. De a poco, estoy tratando de volver a escuchar discos. Tengo una colección importante y sería una pena desaprovecharla, por más que los CD's estén perdiendo la batalla con las descargas de música vía Internet.
Desde tiempos inmemoriales no uso mi celular para escuchar música en MP3 o radio FM. Ciertamente, constituían funciones novedosas para un teléfono móvil en su momento, pero con el tiempo uno se va dando cuenta de lo efímero que resulta cada nuevo hallazgo, además de ser completamente inútil y superfluo. No me imagino utilizando un teléfono de pantalla táctil, por ejemplo: me parece demasiado frágil y además incómodo. Prefiero utilizar un teclado, y no tener que manosear una pantalla para redactar un mensaje de texto. No hace falta hacer muchas conjeturas para pensar que esta nueva generación de teléfonos pasará rápidamente al olvido, porque la tecnología se ha convertido en un camino sin retorno donde todos los dispositivos y aparatos "de punta" pierden actualidad en cuestión de meses.

Por tal motivo, lo mejor es fijar nuestra atención en lo perdurable, en aquello que resiste el paso del tiempo. Hay cosas que envejecen sabiamente, del mismo modo que las personas. Los años les sientan bien, y no se produce esa desagradable sensación de estar contemplando a un testimonio de otra época. El libro lleva cientos de años en la civilización humana y todo parece indicar que seguirá existiendo a pesar de los nuevos formatos que se han creado para la lectura de textos. Y aunque la comparación no sea del todo certera, hay personas que resisten la mortalidad inherente a la condición humana. Perduran más allá de la finitud propia de los seres vivos, porque hay un legado, un recuerdo y una expresión de gratitud para todos los que se fueron pero permanecen en algún lugar de nuestra memoria, como en esta fría noche de viernes.

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