Probablemente no valga la pena ponerse a pensar si el domingo es el peor día de la semana. Pero sí es cierto que muchas personas de mi entorno con quienes he abordado temas cotidianos como éste coinciden con esa apreciación, y casi todas admiten que la jornada dominical está lejos de ser un disfrute. Hay quienes encuentran distensión o esparcimiento en el fútbol, ya sea practicando este deporte, viendo un partido por TV o escuchándolo por la radio.
Como los lectores saben, en otras oportunidades he confesado mi desencanto con el fútbol, y con todo acto público que provoque la enfervorización de las masas. Por supuesto, esto no quiere decir que reniegue de lo popular, pero cuando algún hecho trae consigo la irracionalidad y el descontrol masivo, a favor o en contra, es preferible huir del rebaño. No me imagino ovacionando a un político en un acto partidario, por ejemplo. Pero quizás sí me sienta parte de la multitud en un recital de rock, donde se supone que todos los concurrentes están ahí por el mismo motivo.
Anoche fui a La Porteña y me encontre con la pista de baile desierta. ¿La razón? Fácil de explicar: Aparentemente, mi ingreso al boliche se produjo a horas tempranas (3 de la madrugada), y en consecuencia no quedaba otra opción que hacer tiempo tomando algo en la barra. Cada vez que sucede algo prefiero evitar toda reflexión que me haga sentir más viejo y anacrónico. Simplemente, se trata de aceptar que costumbres y los hábitos han cambiado ante la evidencia de los hechos. ¿Si todo eso va erosionando nuestro estilo de vida? No lo sé. Hasta no hace mucho tiempo, la gente comenzaba a entrar al boliche a la 1:30, o a las 2 de la madrugada como máximo. Hoy si vas a esa hora, ni siquiera está el tipo que cobra la entrada en la boletería. Y todos los de mi generación recordamos cuando Duhalde puso como tope horario en la provincia las 3 de la mañana. Como suele suceder con toda medida impopular, se fue diluyendo gradualmente, y en la actualidad el boliche ya empieza a languidecer a las 5:30 AM. Imagínense que yo a esa hora, con los años que tengo encima y con mi poca paciencia para permanecer mucho tiempo en medio de personas que te empujan como si estuvieran en la Puerta 12, ya estoy durmiendo en mi cama. Hoy los pendejos creen que se conocen por Facebook, cuando conocer a una persona en toda su dimensión lleva años. Definitivamente, hay algo de perverso y de retorcido en todo esto, como si al llegar a cierta edad no nos queda otra opción que seguir a la manada o quedar como un resto fósil de lo que fue el siglo XX.
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