9 de mayo de 2010

La famosa ley antitabaco

No estoy muy al tanto de la "letra chica" de la Ley Provincial Nº 13.894 (conocida como "Ley Antitabaco") que comenzó a regir el 26 de abril, pero en principio está claro que se prohíbe fumar en lugares cerrados, tanto públicos como privados. Cuando hablamos de lugares privados, hay que hacer la salvedad de que el texto no se refiere a una vivienda particular, por ejemplo, sino a un comercio o a un local que no depende del Estado.
Como los lectores saben, suelo frecuentar el Bar del La Porteña, y pude constatar que la Ley se cumple de un modo estricto. Nadie puede fumar dentro del bar, y aunque me considero fumador, me pareció correcto que alguien tomara la decisión de aplicar una Ley y de hacerla cumplir entre los clientes. No deja de ser una molestia tener que salir del bar con cinco grados de temperatura para fumarte un pucho, pero si no podemos llegar a un acuerdo mínimo para cambiar nuestros hábitos y adaptarnos a lo que establece la Ley, estamos perdidos.

En el boliche, al menos el día que yo fui, se puede fumar sin problemas. Me dijeron que están exceptuados de la Ley los locales que tengan una determinada cantidad de metros cuadrados, pero no me parece que sirva como parámetro para determinar en qué casos el lugar en cuestión puede ser "apto para fumadores".

Qué bueno sería que el mismo empeño puesto por las autoridades en controlar que no se fume en lugares cerrados, también existiera para cumplir otras leyes, que son violadas sistemáticamente. Tenemos una normativa sobre el tabaco que nos pone en un pie de igualdad a la de los países desarrollados, pero dejamos mucho que desear en el control del gasto público y en el manejo de los bienes del Estado, que los funcionarios utilizan como si fueran propios. Resulta contradictorio, por otra parte, que habiendo proyectos que proponen despenalizar el consumo de la marihuana, lo cual implicaría un giro de 180 grados en la política adoptada por el respecto de los estupefacientes, sea visto como un hecho censurable gesto mucho más inocente como el de encender un cigarrillo de tabaco en el interior de un bar.

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